La condición postmoderna en la que el individuo pesa más que el colectivo, el “yo” más que el “nosotros” tiene consecuencias en el desarrollo de una política en crisis y en una sociedad que ya no dialoga, dice el académico Hugo Cox.
Por Hugo Cox.- Recién se publicó un estudio sobre las diferentes percepciones que existen entre los distintos sectores del país, midiendo las diferencias entre derecha e izquierda, donde la polarización es aguda, tanto en lo político y social como también entre generaciones.
Las encuestas señalan, asimismo, que existe una mayor disposición al diálogo en los sectores medios identificados con el centro político (estudio realizado por 3xi y Criteria). El estudio, en síntesis, da cuenta cómo el cordón umbilical con el pasado está deteriorado o, derechamente, roto.
Tal vez sea especialmente significativa una dinámica de contracción del concepto “nosotros” que, con distintas modalidades, se expresa en el seno de la sociedad chilena.
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Pero el fenómeno es también meta político. El nosotros se encoge, también en otros planos, con el debilitamiento de los sindicatos o de la Iglesia; con el avance de las pantallas que parecen ofrecernos redes de conexión, y tal vez solo nos hacen más solitarios, hipnotizándonos, con estilos de vida egoístas (“me merezco la felicidad”, “mi placer es lo primero”).
Sea por instinto de supervivencia, por preservación de privilegio o por superficialidad egocéntrica… “yo, yo, yo”… o un nosotros muy angosto y volátil.
Comienza después del plebiscito de salida, ya sea de aprobación o rechazo del texto constitucional, una legislatura que no será fácil y como tampoco lo fue la anterior, atravesada por una fragmentación del Congreso, en especial de la Cámara de Diputados.
Ante este panorama, compete al Presidente de la República armar un Gobierno con solvencia técnica, visión política y capacidad de tejer alianzas y acuerdos. También un Ejecutivo capaz de explicar mejor sus proyectos para tranquilizar a los moderados que no le votan y conjurar el fantasma de la ruptura social alimentada por la oposición.
Sería bueno, asimismo, que se estableciera una mejor interlocución con el universo -tradicionalmente conservador- de los altos funcionarios del Estado, llamados a aplicar desde la Administración las políticas públicas impulsadas por los poderes Legislativo y Ejecutivo.
La tarea de gobernar para todos es compleja, aún más en las actuales condiciones, en que lo difícil es conectar con los malestares de la ciudadanía.
Todo lo que favorezca el regreso de los ciertos sectores de derecha a la línea más centrista será una buena noticia para la democracia y para el país. También se deben implementar políticas para la lucha contra la delincuencia y además para la convivencia. A ellas debe contribuir por supuesto el gobierno desde el sentido de Estado.
Se ha llegado a un estado en que las hipérboles matan al relato y el relato mata a los datos, sacándose una impresión falsa de lo que realmente se desarrolla a nuestro alrededor, por ejemplo, cuando la oposición pinta un escenario catastrófico de la situación del país en todas sus variables.
Lo que ocurre en Chile no es más de lo que ocurre en América Latina, donde el relato dominante es la violencia, la delincuencia y el estancamiento económico que ha llevado al desencanto con la democracia, a una desafección con los partidos políticos establecidos y la elite política tradicional y a una frágil gobernabilidad, un fenómeno que se inserta en un contexto de lo que son las tendencias globales.
El documento en cuestión rebate, en buena parte, el relato dominante de que el estancamiento económico ha llevado al desencanto de la democracia, a una desafección con los partidos políticos establecidos y la élite política tradicional, y a una frágil gobernabilidad.
Esta es una visión parcial y sesgada, dice el Instituto Elcano: cuando los sucesos políticos de América Latina se insertan en el contexto de las tendencias globales, Chile no es una excepción.
Crisis del «nosotros» en la región
En la dinámica política de la región hay elementos cíclicos vinculados a la economía, sin vocación de permanencia. Una generación entera de ciudadanos ha crecido viendo en las elecciones el único modo de elegir un Gobierno.
Sería interesante desarrollar un estudio del estado de desarrollo democrático y que evalúe cuáles son las variables que más pesan: ¿es el respeto por los derechos humanos? ¿el apoyo a la democracia como régimen político seguirá siendo ampliamente mayoritario respecto a otras alternativas? ¿Cree que pese a tener problemas es el mejor sistema de gobierno? Evaluar, por ejemplo, si se observan cambios en la autopercepción ideológica del electorado y se mantendrá anclado en el centro. ¿Qué porcentaje de chilenos se define como de centro, centro izquierda o centro derecha?
En síntesis, es necesario que las elites gobernantes y la oposición entiendan que el uso del leguaje descalificatorio pone en riesgo al sujeto y lo rebaja a su mínima expresión, y agudiza la polarización. Chile, a través de su historia, ha vivido procesos similares con funestas consecuencias.