Por Hugo Cox.- A partir de la caída de los socialismos reales se produce el derrumbe de un meta relato con una visión integradora del mundo y con un objetivo a alcanzar.
El triunfo del capitalismo, en su versión neoliberal, ha ido construyendo un meta relato alternativo en que se le dibuja como un “aporte relevante a las estrategias de globalización. El diseño de relaciones internacionales de Clinton, por ejemplo, fue un ‘programa neoliberal-conservador que propone o impulsa un modelo de sociedad, que es integral (no sólo económico) y, a la vez, mundial: un proyecto de homogenización planetaria. En este doble sentido conforma un macro relato, un paradigma universal, un esfuerzo totalizador típico de la Modernidad e inédito en su alcance» (Ezcurra 1997:19).
El transformado al mercado en un asignador de recursos, en este contexto, ha provocado el término del bien común y dio paso a una sociedad nihilista.
La filósofa norteamericana Wendy Brown en su libro “Tiempos Nihilistas” afirma que la ausencia de valores que sean aceptados en términos universales lleva a que se aprecie el poder personal, en medio de este contexto se produce una crisis profunda en la izquierda.
Sobre esto se ha escrito bastante pero que podemos sintetizar de la siguiente manera:
Se ha producido en Chile y también en otras regiones una fragmentación de la izquierda en una serie de corrientes ideológicas, desde el socialismo democrático hasta el marxismo–leninismo, lo cual ha debilitado la conformación de una plataforma común y una estrategia política clara.
Por otra parte, la izquierda no tiene una identidad clara, y muchas izquierdas se han transformado en una izquierda “woke” que abrazan temas de nicho, como por ejemplo, género, orientación sexual, etc., desde una posición de superioridad moral en la forma.
Como la polarización política ha ido en aumento, se dificulta la creación de consensos, generando cada vez más divisiones internas.
Importantes sectores que son parte de esta izquierda woke hablan, por ejemplo, del decrecimiento en países que necesitan crecer para acortar las brechas de desigualdad, lo que explican con la Sostenibilidad ambiental.
Los defensores del decrecimiento argumentan que el crecimiento económico ilimitado conduce a la explotación insostenible de recursos naturales, el agotamiento de ecosistemas y la generación excesiva de desechos y contaminación. Abogan por una economía que funcione dentro de los límites ecológicos.
Por otra parte, abogan por la reducción del consumo. El decrecimiento implica una reducción en el consumo de recursos materiales y energéticos. Esto puede incluir la promoción de estilos de vida más simples, la durabilidad de los productos y la reducción del consumo de bienes y servicios superfluos.
Pero surge la pregunta: ¿cómo se llega a niveles de equidad y justicia social? El planteamiento no debería ser en torno a crecer o no crecer, sino qué tipo de crecimiento se debe tener para asegurar un desarrollo que permita lograr niveles de equidad y justicia social aceptados por todos.
La izquierda tiene su origen en la Ilustración y la Revolución Francesa, que dan origen a dos vertientes del pensamiento: el liberalismo y el socialismo, siendo este último una vertiente del liberalismo.
Es interesante lo que plantea la filósofa francesa Stéphanie Roza que publica en castellano “¿La izquierda contra la Ilustración?”, un ensayo que analiza las raíces y las consecuencias de la crítica posmoderna al legado ilustrado.
¿Qué ha pasado para que una parte de la izquierda, que históricamente se ha inspirado en los ideales de la Ilustración y de la Revolución francesa, se haya vuelto contra ellos? ¿Qué hay detrás del rechazo al racionalismo, al universalismo y al progresismo que caracterizan el pensamiento ilustrado? Estas son las preguntas que se plantea Stéphanie Roza, investigadora del CNRS y profesora en la Universidad de Montpellier.
Roza sostiene que esta tendencia anti racionalista de la izquierda se debe a la influencia de un pensamiento postmoderno que cuestiona las categorías ilustradas de la razón, la verdad, la libertad y la igualdad. Según la autora, este pensamiento se basa en autores como Heidegger y Foucault, que han sido muy críticos con el proyecto ilustrado y sus implicaciones políticas.
Roza advierte de que esta crítica postmoderna coincide con la de los “contra ilustrados”, es decir, los pensadores reaccionarios y ultraconservadores que se opusieron a la Ilustración desde el siglo XVIII.
La filósofa francesa defiende que la izquierda no puede renunciar al legado ilustrado sin traicionar su propia historia y su propia aspiración a la emancipación humana. Roza propone recuperar las luces de la izquierda, es decir, las corrientes republicanas y socialistas que han reinterpretado y actualizado el pensamiento ilustrado a lo largo de los siglos. En su opinión, estas corrientes son las que mejor pueden hacer frente a los desafíos actuales de la democracia, el ecologismo y el feminismo.
La gran discusión pendiente en las izquierdas es cómo articular cambios sociales que tengan el respaldo de la ciudadanía, generar acuerdos políticos de gobernabilidad y que las políticas públicas sean exitosas, de modo que eviten la polarización y el auge de la derecha extrema
Un ejemplo de que estos acuerdos son posibles, fue la Concertación.
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