Opinión

La degradación del lenguaje político

A medida que se acerca una nueva elección presidencial, el vacío discursivo de los candidatos revela una crisis más profunda: la degradación del lenguaje político y la desconexión entre liderazgo, ciudadanía y proyecto país.

Por Ignacio Paz.- Ya estamos ad portas de una nueva elección presidencial. Las cartas están sobre la mesa y los nombres para la segunda vuelta también, aunque siempre podría haber alguna sorpresa en este electorado tan volátil en el que nos hemos convertido durante el último lustro.

Ahora bien, más allá de las legítimas preferencias que pueda tener cada persona, lo importante es que votemos informados. No obstante, al escuchar los debates y las franjas, surge una preocupación: el bajo nivel discursivo de los candidatos, tanto en contenido como en el uso empobrecido de la palabra.

En lo primero, es evidente que ninguna de las opciones presidenciales le habla al país. Cada una se dirige a su trinchera, y quien no lo hace, intenta convencer desacreditando al oponente, incluso mintiendo o relativizando las verdades. Ya sabemos en qué terminó el mundo tras la consigna atribuida a Joseph Goebbels: “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. El discurso se torna violento y, lejos de aportar o unir voluntades, termina por dividir aún más a una sociedad que lleva años caminando bajo un manto de desconfianza frente al otro.

Aún somos testigos de cómo se libran guerras y genocidios sostenidos por mentiras discursivas. Las palabras crean realidades, y nuestros políticos lo saben. Lamentablemente, un discurso electoral no se construye a partir de verdades, sino de estrategias emocionales y retóricas que muchas veces eluden el fondo.

Pero eso no es todo. ¿Se han dado cuenta del pobre nivel discursivo? ¿Dónde quedaron aquellos políticos que hacían gala de un dominio exquisito de la palabra? Aquellas personas preparadas y cultas, capaces de articular un discurso con argumentos sólidos y conocimientos acabados del espacio social, hoy parecen piezas de museo. Recuerdos de una política que difícilmente volverá.

Hoy, las respuestas y discursos son ambiguos, y el mensaje, más que aclarar dudas, termina confundiendo mediante un bombardeo de conceptos carentes de sentido y coherencia. ¿Dónde queda la propuesta de una tesis social y los argumentos que logren posicionar esa idea? No existe. No hay trabajo analítico ni reflexión cognitiva capaz de convencer respecto a la proyección del país que anhelamos.

Así estamos. Es lo que tenemos. Y tampoco exigimos algo mejor, porque hace tiempo que nos conformamos votando por el menos malo. Los electores también somos parte del problema: no entendemos o nos informamos poco y a medias. Probablemente muchos de quienes leen esto solo lo han hecho a través de uno que otro video viral en redes sociales, donde apenas se vende imagen y emoción.

Al fin y al cabo, es el reflejo de la sociedad que se ha construido, donde el monopolio de la palabra lo tienen personajes superfluos cuya “verdad” se sostiene únicamente en su calidad de autoridad, pero no en su capacidad intelectual ni, menos aún, moral.

No importa si son de derecha, centro o izquierda. La falta de contenido e ideas es generalizada. Lo preocupante es que, hasta no hace tantos años, eran pocos los que caían en esta superficialidad. Aparecían de tanto en tanto. Pero hoy, parecieran ser mayoría.

Ignacio Paz Palma es periodista y académico de la U. Central

 

Alvaro Medina

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Alvaro Medina
Etiquetas: lenguajepolítico

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