Por Hugo Cox.- Corría el año 1962 y en Francia se estrenaba la película “La guerra de los botones”, basada en el libro del mismo nombre del autor Louis Pergaud. Esta película tiene varias versiones y la última data de 2011.
La trama nos refiere a dos grupos de niños de aldeas rivales en la Francia rural que se enzarzan en una guerra simbólica. En lugar de utilizar armas reales, los niños se enfrentan en batallas donde el objetivo es cortar los botones de la ropa del enemigo, dejándolos en vergüenza. La guerra entre las aldeas es un reflejo de las tensiones y conflictos entre los adultos, aunque con un tono más inocente y cómico.
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El significado de “La guerra de los botones” sigue siendo relevante en la actualidad por varias razones:
Producto de la constante polarización derivada de fracturas profundas, Chile está sumido en un conjunto de islas que no conversan y, menos, dialogan: cada isla con sus propias visiones.
En esta realidad es importante que los sectores de centro, tanto laico como social cristiano, en definitiva, los demócratas, reconozcan los desafíos y frustraciones reales que siente los chilenos: la seguridad, una economía que no genera empleos como la realidad lo necesita o la inmigración que afecta a muchas comunidades, por nombrar algunos ejemplos, ante los cuales la solución no es criminalizar la pobreza o exagerar los problemas de la economía.
La solución pasa por tomar en serio estos problemas y desarrollar soluciones que sean creativas. Los sectores del socialismo democrático y del centro social cristiano deben apropiarse del marco del bien común.
El fundamentalismo del mercado lleva a muchos chilenos a sentirse abandonados. Los sectores de centro izquierda y del centro social cristiano deben levantar la voz y decir que “no están abandonados”.
El “cada uno en lo suyo” debe ser “todos para uno y uno para todos”. Esta es la manera de construir comunidades y, por lo tanto, un país fuerte. La derecha ha olvidado una verdad que es básica: que el vivir en sociedad significa que cada persona es parte de un todo y que entre todos somos nuestros propios guardianes.
La guerra de los botones nos ilustra cómo las fracturas sociales y la polarización impiden construir sociedad y un sentido común.
Hay que dejar a un lado la improvisación y la incertidumbre.
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