Por Alan Ferguz.-Actualmente en este territorio del planeta conocido como Chile, se han podido observar algunas consecuencias que surgieron a partir del “estallido social”, “revuelta social” o derechamente a partir de la “Rebelión del 18 de octubre de 2019”. Así, podemos dar cuenta de que es posible denominar de tres maneras a un mismo hecho, pero que mantienen diferentes significantes, dando paso a una reflexión sobre las nuevas formas de lucha social contra el poder político que somete, así como de la liberación de los diferentes aparatos de control y vigilancia, diría Tiqqun, y de cualquier forma de opresión sobre cada sujeto que se ha sentido parte del proceso por el que está atravesando este país.
De ese modo, una forma de lucha clave que ha surgido y se expresa trata acerca de considerar a la “palabra como arma” (un guiño a uno de los escritos de Emma Goldman), ya sea estratégicamente intencional o bien, desde lo inconsciente, que actúa por entropía. Para una mejor comprensión de lo dicho hasta ahora, es que esto, se puede evidenciar cuando a través del discurso de cierto sector ideológico-ético se ha intentado dar a conocer la intencionalidad clara por liberar a los presos/as políticos/as de la revuelta social, apreciando que cada vez que emerge dicho discurso, otro sector ideológico-ético intenta invalidar aquella acción, afirmando con superficialidad muy característica del sistema neo liberal al que estamos expuestos, decir que “no existen presos políticos en este país”, sino que existen “delincuentes” que cometieron delitos comunes durante “el estallido social”.
Es entonces, que con la intención de no dar por perdida y contrarrestar el discurso neo liberal, la lucha que demanda por la liberación de los/as presos/as políticos/as algo muy interesante se aprecia últimamente, cuando ha existido la posibilidad de observar que se está modificando la denominación “presos políticos/as” por “preso/as sociales”, acción que lógicamente conlleva el mismo significado pero distinto significante y por lo tanto, más posibilidades de su liberación, ya que se neutraliza la carga histórica de la denominación «presos políticos», actualizándola a la forma actual de esta lucha singularizada y que se está desarrollando en otro contexto histórico.
Justamente es en este punto, donde cobra real sentido el psicoanálisis de Lacan, cuando se inclina por señalar que el Lenguaje está allí para cumplir con una función creadora (Becerra, 2014) y de resignificación de los conceptos que se sumergen hasta nuestro inconsciente y que reproducimos muchas veces sin siquiera cuestionarlo.
La lucha social actual está dispuesta en el lenguaje, en cada sujeto que reproduce o no, ciertas posturas éticas que lo someten, las modalidades que surgen a partir de los significantes principalmente, darán paso a lo que podamos ir observando desde ahora. Si bien, existen muchas posibilidades de que tal vez esto que se presenta, haya formado parte de luchas sociales históricas ante el poder hegemónico del que no éramos conscientes, sin embargo, actualmente con el acceso a diferentes instancias educativas y de conversatorios territoriales, hoy en día, ya son parte y muy consideradas como armas en las actuales luchas sociales, transformándose en parte del arsenal intelectual y práctico por el deseo insistente de alcanzar la tan anhelada justicia social.
Alan Ferguz es psicólogo y psicoanalista