Por Marco Moreno.- La decisión de la Democracia Cristiana de respaldar a Jeannette Jara y pactar con el oficialismo marca un giro estratégico que busca asegurar su supervivencia institucional. No se trata de un acto simbólico menor, sino de una jugada política con efectos de fondo.
Para algunos, es una claudicación ideológica; para otros, una jugada racional. Lo cierto es que la DC decidió respaldar la candidatura presidencial de Jeannette Jara y sumarse a una lista parlamentaria única con el oficialismo. Esta decisión reconfigura el tablero político en tres niveles clave.
Proyección de candidatura: más allá de la izquierda
El apoyo democratacristiano —aunque de escaso peso electoral— tiene alto valor simbólico. Permite a Jara proyectar una candidatura que trasciende su coalición original. Hasta ahora, su campaña arrastraba el peso de ser exclusivamente de izquierda, lo que dificultaba conectar con el electorado moderado.
Este gesto muestra apertura, moderación y voluntad de articular mayorías. En un eventual escenario de segunda vuelta, donde el centro puede definir el resultado, esa imagen de transversalidad será más importante que el número exacto de votos que la DC pueda movilizar.
Cohesión oficialista frente a la fragmentación opositora
El pacto parlamentario entrega una señal clara de cohesión dentro del oficialismo. A diferencia de la derecha, donde la tensión entre Evelyn Matthei y José Antonio Kast mantiene la indefinición sobre listas y apoyos, el oficialismo logra ordenar su oferta.
Esa foto de unidad puede tener efectos en la opinión pública: mientras un sector se fragmenta, el otro se alinea. No es poca cosa en un sistema donde el votante sanciona la dispersión.
Supervivencia institucional: adaptarse o desaparecer
El tercer punto —y probablemente el más determinante para la DC— es la lógica de sobrevivencia. Las actuales reglas del sistema político obligan a los partidos a superar umbrales más exigentes para mantener su legalidad y financiamiento.
Declarar libertad de acción o rechazar a Jara habría condenado al partido al aislamiento. Al anclarse a una candidatura competitiva y a una lista unificada, la DC no traiciona su historia: apuesta por seguir existiendo.
Fundamento comparado: reconstrucción estratégica
Esta opción tiene respaldo en la literatura politológica. Desde Panebianco hasta Levitsky, se ha demostrado que los partidos tradicionales que enfrentan declive sobreviven si logran articular nuevas alianzas y adaptarse al entorno.
No es la resistencia doctrinaria lo que garantiza continuidad, sino la capacidad de reconstrucción estratégica. Casos como el de la democracia cristiana italiana tras los años 90 o la socialdemocracia portuguesa postcrisis lo prueban.
¿Riesgos? Sí, pero también oportunidades
¿Hay riesgos? Evidentemente. La DC sigue tensionada, y si Jara no logra consolidar su liderazgo, podría arrastrar consigo al partido. Pero en contextos críticos, sobrevivir también es ganar.
En política, los símbolos importan. Y hoy, el gesto de la DC permite a Jara ampliar su margen, al oficialismo proyectar orden y al partido evitar la extinción. No es poco.
Marco Moreno es director del Centro Democracia y Opinión Pública, U.Central
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