Por Juan Medina Torres.- El Senado de Estados Unidos, mostró durante el segundo impeachment contra Donald Trump, una lucha de poder dentro del poder donde el filibusterismo del Partido Republicano logró imponer su tesis de que el ex Presidente no fue responsable del asalto al Capitolio perpetrado por sus adherentes en enero pasado. Con ello los republicanos satisfacen los intereses del poder empresarial, lo cual les otorga una influencia sustancial en el plano político del país del norte.
Probablemente Trump atribuya este resultado a la mano de Dios, porque él es el ungido. Así lo declaró en agosto del 2019 cuando en una improvisada conferencia de prensa alzó la cabeza al cielo y proclamó “soy el elegido”. Todos creyeron que era una salida del tono del ex mandatario, pero el tema religioso siempre ha estado presente en la carrera política del republicano. Esta postura fue sustentada por varios líderes religiosos estadounidenses quienes consideraban que Trump había sido seleccionado por Dios para liderar Estados Unidos.
Y esta idea mesiánica comenzó el 23 de enero de 2016, poco antes de ser elegido Presidente, cuando, en un discurso de 67 minutos en la Universidad Cristiana de Dort, en Sioux Center, Trump expresó: “El cristianismo está bajo una amenaza tremenda, queramos o no hablar de ello”. Los cristianos, dijo, representan la abrumadora mayoría en los Estados Unidos y aún así no ejercemos el poder que deberíamos tener”. Luego agregó que si él llegaba a la presidencia “ustedes van a tener mucho poder. No necesitarán a nadie más, van a tener a alguien que los representará muy bien. Recuerden eso”.
Religiosos fundamentalistas norteamericanos veían a Trump como el heredero espiritual del rey persa Ciro el Grande que permitió el regreso a Jerusalén de las comunidades judías deportadas en Babilonia. Esto se demuestra cuando la organización religiosa israelí Mikdash emitió una moneda conmemorativa que muestra a Trump junto al histórico rey, en honor a la decisión del ex mandatario de trasladar a Jerusalén la embajada norteamericana en Israel. Quizá, este estatus divino pudo ser uno de los elementos que envalentonaron a los seguidores más violentos de Trump en su asalto al Capitolio, quienes creen que criticar al ex presidente es una blasfemia.
Aunque en Estados Unidos existe la separación entre la religión y la política, en la práctica no siempre es así. Recordemos cuando el ex presidente G.W. Bush, en el inicio de la guerra contra Irak, creyó que Dios lo había escogido para ser el Comandante en Jefe de América y consideró que la crisis era un conflicto entre el bien y el mal.
Voltaire decía que cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro la enfermedad es incurable. Así pasó con las cruzadas, la inquisición, el genocidio de los indígenas de América, el holocausto, el nazismo, el fascismo o el terrorismo fundamentalista.
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