Por Hugo Cox.- Desde hace tiempo el país se encuentra enfrascado en una suerte de impasse en que el dialogo está roto, donde la derecha y la izquierda no logran traspasar la línea que permita el diálogo, lo que genera un cuadro complejo.
Cuando los extremos políticos no conversan y se mantienen inflexibles en sus posiciones, puede surgir una serie de consecuencias negativas que afectan tanto al sistema político como a la sociedad en general. Algunas de las consecuencias comunes de la falta de diálogo entre los extremos políticos incluyen:
Es importante destacar que estas consecuencias negativas no son inevitables y que existen formas de abordar la polarización y promover el diálogo entre los extremos políticos. Fomentar el compromiso, la empatía, la escucha activa y la búsqueda de soluciones de compromiso son pasos que pueden ayudar a superar la polarización y sus efectos perjudiciales. La promoción de un clima político en el que se valore el diálogo y la cooperación puede contribuir a mitigar estas consecuencias.
Este cuadro también se vive, por ejemplo, en España, y otros países occidentales.
Pero eso no inhibe a que en este país se busque un camino, a pesar de los dos intentos constitucionales, ya que ambos han sido expresión de los extremos.
En cuanto a la izquierda, en especial la izquierda “woke”, asiste a una derrota de carácter estratégico, ya que ninguno de los cambios que ofreció al país va a poder ser realizado: planteó (por ejemplo) un cambio constitucional que no fue, y donde el gran ganador es Jaime Guzmán, ya que o se mantiene la actual constitución o el gobierno deberá firmar la constitución realizada por sus herederos.
Las élites de la izquierda no logran percibir las pulsaciones más profundas de la sociedad. En este caso, por ejemplo, el orden como un valor más preciado, que permite crecer y vivir en paz, junto al aseguramiento de sus ingresos, etc.
El nuevo texto constitucional que se presenta para ser ratificado en un plebiscito da cuenta de ciertos avances en torno a la modernización del Estado, a la descentralización y al sistema electoral. El nuevo texto es un retrato demasiado tradicional de una sociedad cada vez más liberal, sobre todo respecto a los derechos de la mujer. El resultado está abierto, aunque con ventaja para el no. Sea cual sea la opción ganadora, mostrará un Chile dividido y sin consenso en torno a las reglas básicas de convivencia.
En síntesis, el desafío de hoy es que se reconfigure el centro político en un espectro que va desde la social democracia laica y la social democracia de origen cristiano, a la derecha democrática, de modo que permitan un rol moderador en el Congreso, ayudar a construir acuerdos, dar estabilidad al sistema político, buscar soluciones pragmáticas y no aferradas a relatos ideológicos. Esto permite la representación de amplios sectores de la población, lo que puede traducirse en una representación sólida y en una mayor capacidad para influir en las decisiones.
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