Por Luis Pincheira Muñoz.- En la actualidad vivimos en un mundo individualista, donde solo importa el para qué me sirve esto o aquello, y en última instancia para qué me sirve él, relegando al otro a ser una simple cosa, un número instrumental, e incluso muchos son invisibilizados en esta sociedad neoliberal capitalista que ha logrado la fragmentación del hombre a través de la falta de sensibilidad, responsabilidad con aquel que está a su lado con el más débil, el desprotegido, el inmigrante y muchos otros grupos subalterizados por el modelo societal actual.
Todo esto lleva al hombre a que se encierre en sí mismo, en su propia mismidad, su propio yo, matando al otro, lo que dice Dussel (1973) “el no tener una conciencia ética” (p. 57). Esta reflexión ética cuestiona en última instancia el ser ontológico del hombre que está llamado a abrirse al otro, a la presencia del otro que lo irrumpe. En otros términos, el hombre debe salir de su mundo para aceptar en su mundo al otro, tal cual como este es, y no como quiero que sea, es abrirse al otro yo en una especie de cara-a-cara.
Todo esto nos muestra que, para que se pueda dar la práctica de la alteridad, el hombre no puede quedarse en un para sí del yo, sino que conlleva a participar en una dimensión de ser con otros es decir no cerrarse al otro, en oírlo, en escucharlo, no olvidarlo, en última instancia no matarlo y ese escuchar la voz del otro es buscar su promoción, su realización como persona, es en pocas palabras practicar la justicia con el otro como dice Dussel (1973).
La voz que invoca, que llama, que interpela nos e-voca el olvido del otro en el que permanentemente cae lo óptico – ontológico. La voz del otro como otro revoca la pretensión de absoluto que tiene la totalidad y la convoca en su invocación a avocarse a la causa del otro, en la promoción de la justicia. Oír la voz del otro como otro significa una apertura ética, un exponerse por el otro que sobrepasa la mera apertura ontológica. (p. 53)
Es decir que la cercanía hacia el otro no es para conocerlo meramente, por tal razón no es una relación de tipo cognoscitiva, e intelectual sino una relación de tipo ética, que muchos hoy desconocen por formación y otros olvidan por ansias del poder en una sociedad liquida como lo planteo Bauman. Por tanto, no podemos guardar distancia con el otro, visto de este modo, el acercarse a la realidad ya no consiste en centrarse en las cosas mismas, sino que lo esencial es el encuentro con el otro como otro legitimo como: los pobres, viuda, huérfano, inmigrante y muchos otros grupos excluidos o subalterizados.
Por ello, Dussel dice (1974) manifiesta “Se debe no ya privilegiar lo visto, sino lo oído. La dialéctica voz-oído-oír, oír-la-voz es muy distinta de la luz-ojo-visto. No se dijo el que tenga ojos para ver que vea, sino rotundamente el que tenga oído para oír que oiga” (p. 270).
Y añade que la voz del otro me interpela de una manera inevitable, esta voz llega desde fuera, desde la totalidad ya que el otro es fundamentalmente exterioridad, siguiendo a Dussel, “el otro, es exterioridad y la manera de manifestarse, por su rostro, no es en verdad una manifestación de su ser, sino una mera apariencia, solo la palabra expresa el misterio siempre de una manera exterior, y jamás interiorizado en mi mundo, del otro” (p. 272).
Y continúa diciendo esa responsabilidad es vista como “una estructura esencial, como una estructura primera y fundamental de la subjetividad” (p. 89). Es decir que la presencia del otro hombre me llama a la responsabilidad y esta es “intransferible” (p. 95) yo no puedo esperar que el otro responda por esta o aquella persona si yo puedo hacerlo.
Hoy en la actualidad tenemos los chilenos la oportunidad e imperiosa necesidad de superar el horizonte de la totalidad ontológica de la modernidad colonial, a través de realizar una Constitución que por primera vez que no cause exclusión, opresión, categorización en los grupos subalterizados, el rostro del pueblo oprimido, el pobre, los inmigrantes, afrodescendientes, es decir la zona del no ser según Fanón.
Parafraseando a Dussel, lo que se busca es apreciar, acercarse a la realidad del otro no como una cosa, sino mirar y tener relación con Otro como Otro, como totalidad abierta, y en este caso hay que oír la voz del otro; del otro que está más allá de la visión, y que irrumpe como necesitado de ser reconocido no como otro diferente, sino como distinto de la totalidad.
En este sentido dice nuestro autor Dussel (1974) “Debemos no ya privilegiar lo visto, sino lo oído. La dialéctica voz-oído-oír, oír-la-voz es muy distinta de la luz-ojo-visto. No se dijo el que tenga ojos para ver que vea, sino rotundamente el que tenga oído para oír que oiga” (p. 270).
La ética y la alteridad desde un sentido liberador se convierte en una nueva dialéctica pedagógica de la liberación, una ética primeramente antropológica o una metafísica histórica. Es decir que lo que se propone demostrar es que el hombre como un ser individual, necesita de la alteridad, del otro, para alimentar su propio ser.
Por esto Dussel afirma (1973) la tarea es pensar desde la relación de hombre a hombre, en último término, en lo ético: hombre que enfrenta a otro hombre como un rostro que trasciende a toda comprensión mundana veritativa como una libertad desde la que emerge, desde el misterio, una palabra re-vela lo imprevisible. Lo ético, hombre-hombre, concretamente: opresor-oprimido, viene a fundar toda vocación filosófica. (…) (pp. 87-88).
En pocas palabras lo que Dussel (1998) plantea desde una ética de la vida ya que lo se busca es que las acciones del hombre estén orientadas a modificar una situación opresora que le impide construir cualquier proyecto de felicidad; que lo lleve a la producción, reproducción y conservación de la vida como pura existencia empírica.
Al concluir, esta reflexión sobre la Otredad y sus desafíos desde la ética, esperamos una Constitución que por primera vez en nuestra historia pueda reconocer y escuchar a quienes siempre han estado en una situación de exclusión desde la dominancia cultural económica y del conocimiento amparado por el sistema mundo occidentalizado capitalista. hegemónico donde no interesa o importa lo que le pasa al otro/a o grupos subalterizados, lo que importa es el beneficio individual de aquellos que sustentan el poder para su propio bienestar quedando de manifiesto la invisibilización estos dos últimos años desde el estallido social y la Pandemia que llegaron a mostrar los grandes abismos de sufrimiento sociales de los grupos subalterizados que reclaman su existencia y reconocimiento en igualdad de condiciones en la mal llamada Globalización del siglo XXI.
Luis Pincheira es investigador del Centro de Estudios Latinoamericano de Educación Inclusiva, CELEI
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