Por Juan Medina T.- El cerro San Cristóbal es un patrimonio histórico cultural, producto de un proceso que otorga a los habitantes de Santiago diversos recursos, herencia de un pasado que se recrea en el presente y se transmite a las generaciones futuras para su beneficio.
La historia de nuestra capital está íntimamente ligada a la historia del cerro San Cristóbal, porque su historia demuestra que es un elemento importante dentro del desarrollo urbano de Santiago, otorgándole imagen e identidad a la ciudad.
La UNESCO señala que “el patrimonio cultural encierra el potencial de promover el acceso a la diversidad cultural y su disfrute. Puede también enriquecer el capital social conformando un sentido de pertenencia, individual y colectivo, que ayuda a mantener la cohesión social y territorial. Por otra parte, el patrimonio cultural ha adquirido una gran importancia económica para el sector del turismo en muchos países, al mismo tiempo que se generan nuevos retos para su conservación”
Creo, que uno de los elementos importantes de este patrimonio histórico cultural es su sostenibilidad que depende, fundamentalmente, de políticas públicas que generen acciones que garanticen la protección del recurso frente a los desafíos del cambio climático.
La sostenibilidad requiere de compromiso de diferentes actores públicos y privados a la hora de formular y aplicar un marco multidimensional para la protección, salvaguardia y promoción de su sostenibilidad.
Uno de los desafíos que hoy enfrenta el Cerro San Cristóbal, junto a los cerros que conforman el Parque Metropolitano (servicio dependiente del Ministerio de Vivienda y Urbanismo), es el cambio climático, que se manifiesta en la sequía que por más de diez años afecta a nuestro país.
El agua ha sido el elemento vital en los programas de reforestación del Parque Metropolitano en general y el Cerro san Cristóbal en particular. Así lo demuestra su historia. Benjamín Velasco Reyes, en su libro “El Cerro San Cristóbal”, refiriéndose a las primeras plantaciones señala: “…con el fin de activar las plantaciones, que se alimentaban con regadores a mano, se hacía una instalación mecánica de agua en la subida de Pío Nono y se plantaba el primer sector de pinos y aromos”.
Con los primeros fondos que proporcionó el Gobierno en 1918, se iniciaron los trabajos para dotarlos de agua. Con chuzos y palas decenas de trabajadores construyeron un canal de 12,5 kilómetros de extensión desde el lugar en que el estero Las Hualtatas se une al río Mapocho en Lo Curro hasta la Pirámide.
El martes 17 de enero de 1922, se probó el sistema de regadío y se comprobó que funcionaba satisfactoriamente. Así lo relata el diario El Mercurio en su edición del día siguiente informando que: “A las 11 de la mañana partieron en automóviles desde la Plaza de Armas el Intendente de la provincia señor Mackenna, señores Guillermo Subercaseaux, Pedro Bannen, Luis Phillips, Jorge Calvo Mackenna, Julio Prado Amor, Pedro Daza, Humberto Grez, Clemente Díaz León, Manuel Zañartu, Manuel Corvalán, Horacio Manríquez, Galileo Urzúa y otras personas”.
Los trabajos fueron entregados el 1 de Abril de 1922. Ahora podía pensarse en plantar el bosque con que soñaban los visionarios, el ingeniero Manuel Zañartu Campino había hecho posible el milagro.
El 1 de abril de 2022 se cumplió un siglo de las primeras obras que permitieron dotar de agua al Cerro San Cristóbal. Es justo, entonces, que esos esfuerzos tengan un reconocimiento mediante la aplicación de medidas concretas para mitigar los daños que está provocando la sequía en este patrimonio histórico cultural