Por Hugo Cox.- Mucho se ha escrito con respecto a la actual generación en el poder. La gran mayoría ha apuntado a que es una generación que va desde las asambleas universitarias directamente a gobernar, sin pasar por los múltiples escollos que hay que sortear, sin tener que enfrentarse con el país real y elaborar soluciones concretas con equipos técnicos realmente capacitados tanto en la administración del Estado como en la elaboración de políticas públicas que den cuenta de la realidad concreta que se quiere abordar.
Llegaron al poder con un discurso que tiene un acercamiento en sus soluciones con el Chile de los años 70, recargado de elementos emocionales, con una puesta en escena muy propia de esos años, apelando en sus discursos a lo que fue el gobierno de la Unidad Popular.
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La emoción es un elemento central en ese discurso, especialmente en contextos donde se busca movilizar a la ciudadanía. Los discursos que logran conectar emocionalmente con las personas tienen el poder de inspirar, motivar y generar acción. Este fenómeno se explica porque las emociones actúan como un puente entre las ideas y la acción: cuando un mensaje despierta sentimientos profundos, las personas tienden a involucrarse más y a comprometerse con una causa.
Este tipo de discurso cala hondo en la coyuntura de una crisis que se evidencia con la revuelta de octubre de 2019, en una sociedad que busca mejores perspectivas de vida, y ellos llegan al poder producto de un Chile que exige satisfacer expectativas insatisfechas, cuestión por la que culpan al poder económico y a los políticos. Tras ese razonamiento, concluyeron que necesitábamos gente joven y sin los vicios de los políticos.
Incorporan a su discurso las emociones en que necesitan:
En conclusión, la emoción en el discurso no sólo moviliza a la ciudadanía, sino que también puede transformar ideas abstractas en una fuerza tangible para el cambio social.
Pero por otra parte, en tanto que generación woke son en esencia nihilistas. Si bien es cierto que compararlos con el pensamiento de Nietzsche es complejo de por sí, existen algunos puntos similares, como por ejemplo:
Pero hay diferencias:
En resumen, la relación entre el mundo woke y el nihilismo de Nietzsche es compleja y ambigua. Ambos comparten una actitud crítica y una búsqueda de nuevas formas de valor, pero sus objetivos y metodologías son diferentes. Es importante destacar que no se puede reducir uno al otro, ya que son fenómenos históricos y culturales muy distintos.
Claramente en este análisis hay algunos puntos clave a considerar. Por ejemplo, el contexto histórico, porque el nihilismo de Nietzsche surgió en una época muy diferente al del movimiento woke; en la diversidad (ambos pueden ser abordados desde múltiples vertientes) y en su evolución, pues tanto el nihilismo como el wokismo no son estáticos sino que están en constante cambio y adaptación.
Pese a ello, es claro que las actuales generaciones son una mezcla entre Nietzsche y Foucault y apelan a un discurso cuyo anclaje está en el siglo XX y, desde la emoción, se combinan con temas identitarios, y con la falta de soluciones para el siglo XXl.
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