Por Fernando García de la Sierra.- Los hombres siempre han hecho de todo para conservar el pasado, para mantenerlo vivo y, en esto, no hay nada de extraño. Sin el pasado, no tenemos continuidad, tenemos solo el momento y el momento, el presente, privado del pasado, tiene bien poco significado, a lo mejor NINGUNO ( Ilusión de Poder de Philip K. Dick ).
El Croquis Para Pensar de Patricio Hales, en ElPensador.io mostrando el viejo Congreso Nacional con el texto sobre ese mismo, me recordaron las palabras de Dick, un gran escritor olvidado, considerado menor porque es escritor de fantaciencia (Blade Runner, Minority Report y tantos otros). No soy un gran amante del género, pero Dick va mucho más allá de lo extraterrestre, profundiza el ser humano en su época, lo descarna junto a sus semejantes y su tiempo, un grande.
Volviendo a Patricio Hales, “así como la arquitectura, el pensamiento y la política se construyen con las raíces del pasado”, quisiera compartirles un enojo interior, una rebeldía que me persigue de años, respecto a la arquitectura. Seguramente está influenciada por mi vivir en un país como Italia, donde la historia está siempre presente. Porque en vez de destruir los antiguos edificios para reemplazarlos por nuevos, más funcionales, más banales y hasta más estúpidos, como hacen en EEUU y otros lugares donde, a símbolo de modernidad predican las mismas acciones, generalmente producto solo de avidez.
En Italia, donde ya vivo hace muchos años, se ha construido una conciencia de los arquitectos (Aldo Rossi entre otros) que ha contribuido a generar leyes y reglamentos que protegen lo existente. No solo lo antiguo, hasta los años 60, el llamado modernariato, continúa siendo protegido. Porque es parte de la memoria de un país y su pueblo. Allí están sus raíces culturales sociales y económicas, son parte de nuestro ser actual, sin ellas estaríamos flotando en un espacio ignoto. Las ciudades son un libro abierto que nos habla de nosotros mismos. Cuidemos la ciudad, con todos sus pedazos, sus partes, nada está de más, nada sobra, todos son testimonios del vivir humano, su cultura, su tiempo.
Pienso que este pensamiento, igual, lo podemos aplicar a la política y a todo nuestro quehacer intelectual, sin esa referencia constante con el ayer, el hoy y el mañana pierden su significado.
Fernando García de la Sierra es miembro del Club del Diálogo Constituyente
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