El director y productor argentino conversó con ElPensador.io y relató los avatares tras la película “Caminemos Valentina”, que ya se encuentra en los cines chilenos.
Por Alvaro Medina J.- Alberto Lecchi (Argentina, 1954) peina las canas de la experiencia, pintado del blanco con que nos tiñe el conocimiento y el entusiasmo al vivir. Y es que pese a tener más de 40 años de producción cinematográfica, con filmes y series muy reconocidas -como director, productor o guionista- se ha embarcado en una nueva aventura en la pantalla grande.
Se trata de “Caminemos Valentina” (ya en la cartelera chilena), película que aborda una historia real de abuso sexual en una congregación religiosa argentina que afectó a novicias, destacando dos de ellas que son las protagonistas. Lecchi, en conversación con Elpensador.io, muestra una visión menos contingente: afirma que el film se trata de una historia de amor, que esa es la narrativa a destacar y es lo que debería quedar en el corazón de los espectadores.
Como director de una larguísima trayectoria, muy prolífico y quisiera que nos pudieras contar cómo ha sido esa trayectoria que te llevó a esta película en particular, con este tema en particular.
A ver, como director te diría que cada película es un desafío y es como un hijo nuevo que va a nacer, por lo tanto es distinto que todo lo anterior. Uno lo que busca, yo lo que busco, es tratar de no repetirse, tratar de contar las películas como uno cree que se deben contar y no pensar en la historia que tuvo y como contó otras historias. La historia de “Caminemos Valentina” me parecía fuertísima, pero para mí el secreto ha estado en cómo contar ese dolor lo más sutilmente posible, contar ese dolor de una manera que lo que más saliera a flote fuera el amor, el esfuerzo de dos mujeres con un pasado tortuoso, que pudieran pelear por por sobreponerse, por sanarse, por el amor.
Me contaron tanto Sandra Migliore como Valentina Rojas que a ellas llegó primero Eliseo Subiela…
Yo era muy amigo de Eliseo y ellas les llevaron el libro a Eliseo, Sandro le llevo el libro, y un día me llamó Subiela y me dijo “Che Alberto, me mandaron unas chicas un libro”. Él estaba con un proyecto grande, entonces me dijo “yo estoy seguro que a vos te va a interesar… yo no sabría cómo hacer esta película, pero yo veo una película y a vos te va a interesar”. Y yo lo leí y la verdad es que al comienzo no me interesó, porque el libro de Sandra “Raza de víboras”, es un libro absolutamente denuncia; no existe Valentina en ese libro, no existe la historia de amor. Sandra escribe ese libro desde su angustia y en todo el proceso ya había conocido a Valentina, pero lo escribe casi antes de concretar su historia de amor con Valentina. Y yo no sabía que Sandra sabía que yo tenía el libro, porque yo soy en eso muy respetuoso, entonces cada vez que me mandan un guión o algo para mirar, lo hago, me guste o no me guste, contesto enseguida, porque sé lo complejo, lo difícil que es escribir algo y lo angustiante que es no tener respuesta. Entonces siempre contesto. Pero a Sandra yo no le contesté porque pensé que había sido una cosa Eliseo, de Subiela, y nada más… y un día suena el teléfono en mi casa, pero como 6 meses, y dice… “Yo soy Sandra Migliore, yo sé que Eliseo Subiela le dio un libro, estaba esperando que usted me conteste y como no me contesta”, y digo, “no, perdóname”, y me empiezo a disculpar. Entonces le digo, “bueno, hagamos una cosa… yo leí el libro hace mucho, déjame leerlo de nuevo, y te llamo”. Entonces lo leí de nuevo, lo hojeé de nuevo. Justo me encuentro con el que fue producto de varias películas mías y le comenté y él me dijo “llamala y vamos a verla”. Porque viven como a 700 km de Buenos Aires, en Justiniano Posse, en Córdoba. Y bueno, fuimos a verlas y las grabamos más o menos 8 horas…
De ahí es la grabación que aparece al final de la película…
Claro. Cuando llegamos, Sandra no estaba sola, estaba con Valentina, y ahí empiezan a contar. Y cuando empiezan a contar la historia de amor con todos los secretos del internado que uno no conoce. Porque en general cuando vos hacés una peli o cualquier trabajo te nutrís de lo que viviste, de lo que sabes, de lo que investigás. Pero nadie sabe cómo se vive dentro de un convento.
Un mundo muy oculto y secreto…
Secreto, absolutamente, no podés llegar. Entonces, cuando ellas empiezan a contarnos su historia de amor cuando empiezan a contar cómo vivían, ahí dije “acá hay una película”. En realidad había una había para trece capítulos de una serie. También en un momento dijimos, “ché, ¿y un documental?”. Pero, claro, con el documental no podés entrar adentro de un convento a filmar ni nada. Era tener gente hablando, nada más. Así que, bueno, salió y “vamos a hacer la peli, vamos a hacer la peli”.
O sea, te enamoraste de la historia de ellas más que del libro…
Sí, de la historia de amor de ellas dos, me enamoré de eso, en realidad, y lo que sentí… porque ellas tienen una cosa maravillosa que creo que está en la película, que no se victimizan en ningún momento. Entonces esa pelea para sacarse este dolor de encima, esta pelea para juntas salir adelante, me parecía que era lo que le daba fuerza. Yo creo que lo que quise transmitir en “Caminemos Valentina” es eso: cómo alguien puede superarse ante el dolor.
El tema del abuso en congregaciones religiosas en la Iglesia Católica en general, al menos en Chile, fue fuerte, no sé si fue tan fuerte también en Argentina.
Fue, pero de curas, de monjas es muy poco lo que se sabe. De hecho hace muy poco que se están congregando mundialmente como para tratar de que todas las que fueron abusadas se animen y denuncien a partir de una organización, que es la salida más fuerte. Pero en general lo que siempre se supo fue de curas y no de monjas.
Lo preguntaba porque desde fuera de Argentina al menos no me daba la impresión de que de que fuera un tema muy contingente como para tirar…
De curas ha habido en Argentina, ha habido, incluso ha habido curas presos. Es decir algún cura muy famoso que estaba ligado a una de las locutoras, actrices más famosas, Susana Jiménez, el padre Grassi que sacaba plata a través del programa de Susana Jiménez y un día lo denunciaron y era una cadena de denuncias infernal y terminó preso. Hubo muchos casos, sí, pero siempre de curas, de monjas no. Yo creo que el pudor de una chica que fue abusada durante la adolescencia por ahí es más fuerte a la larga que el de los hombres o el hecho de que se conocieran más hizo que hombres denunciaran los abusos y no las chicas…
¿Cómo se inserta esto en el contexto del cambio cultural que hay en Argentina en los últimos años?… digo, cultural, social, político.
Y feminista, ¿no? En Argentina hubo un movimiento feminista súper revolucionario que se manifestó mucho durante el gobierno pasado cuando salió la Ley de Aborto y leyes que empezaron a amparar a la mujer. Me parece que es un caso más… A mí no me gusta decir que la película es necesaria. Pero me parece que es importante para que se sepa que esto ocurre y me parece que si puedes ayudar aunque sea una a que se anime a denunciar, si recibió abusos, la película cumplió su cometido. Me parece que el secreto de “Caminemos Valentina”, o lo que a mí me da un poco de satisfacción, es haber podido mostrar este problema, saber que para Sandra y Valentina, las verdaderas, es sanadora la película, como que terminan cerrando un ciclo que les hace bien, y creo que les hace bien porque la película sirve para que alguna mujer que vea esto y que haya sufrido algo parecido se anime.
¿Cómo los afecta como película y como tema también, lo que uno observa como una especie de regresión conservadora en Argentina reciente…?
Sí, bueno, la verdad es que la Iglesia inteligentemente no ha dicho absolutamente nada porque saben que si dicen algo es peor pata ellos, tratan de que la cosa no se sepa, que la película pase lo más desapercibida posible. Así que todos los esfuerzos son de esto, de hacer notas, de tratar de que se sepa de la película y que la gente vaya. A nivel después de gobierno lo que menos le interesa es que haya cina, al nuevo gobierno. El interventor nuevo del instituto de cine, que lo tiene cerrado, públicamente ha dicho a varios productores, “yo no sé nada de esto”, porque es un abogado que se dedicaba a otra cosa, “pero me parece divertido”, dijo. Así que imagínate.
Volvamos la película… ¿cómo se dio y por qué se buscó la asociación con Chile, con Edgardo Viereck y con Silvio Caiozzi?
Hoy hacer cine, cuando no tenés una pre compra de una plataforma, es muy complicado. Complicado conseguir dinero, sale caros hacer una película. Entonces siempre el hecho de tener coproducciones, te ayuda muchísimo. Incluso para buscar apoyos internacionales siempre la coproducción se hace más fuerte. Y, bueno, con Edgardo yo tengo una relación muy de, ¿cuánto? 20 años. Nos conocemos y siempre hemos hablado y nos hemos ayudado y hemos dicho “podemos hacer esto”. Muchas veces esos proyectos no se hacen, quedan ahí. Cuando yo tenía productora había intervenido minoritariamente en “Cachimba”, la película de Silvio y, bueno, dije “le voy a mandar a Edgardo el libro a ver si le interesa”, y ahí empezó. Y ahí también hay prejuicios que son muy latinoamericanos, muy de nuestro cine, que es el acento…
Iba a llegar a ese tema porque fue muy llamativo…
Mira, haces una película en Estados Unidos, va (Antonio) Banderas, hace de cuenta de que es un neoyorquino y nadie dice nada, porque es Estados Unidos, nadie dice “ché, este es español”, y todo vale. Nosotros hacemos una película y te dicen “ché, el acento”. Entonces hay que pelear contra eso un poco. Nosotros hicimos una película juntos en una cárcel de Latinoamérica, por lo tanto podía haber presos chilenos, colombianos, argentinos. Si alguien te decía algo vos tenías cómo justificar. Y adentro de un convento también van chicas de distintas provincias, de distintos lugares y dije… también puede funcionar. De todos modos traté de que el lenguaje fuera común y no fuera específico, es decir, mi pelea con las actrices chilenas era no decir modismos chilenos, y con las argentinas que no digan modismos argentinos. Igualmente adentro de un convento las monjas tienen una manera de hablar que es bastante distinta a como se habla en la calle, entonces creo que eso también ayudaba, pero fue una de las cosas que a mí más me preocupaba. Había detalles en la peli difíciles como por ejemplo elegir el casting, en dos sentidos. Uno era que tenían que ser dos épocas las chicas. Entonces había que buscarse chicas que se parecieran más allá de un cambio de 15 años, desde adolescente a veintitantos, 28, por ahí, podía darse. Y otro, las monjas, porque hoy el 80%, si no te digo más, de las actrices, tienen cirugías y tatuajes, y las monjas no tienen ni cirugías ni tatuajes. Entonces había que buscar actrices quieres que sean buenas pero que no eran tan reconocidas y nos nutrimos para eso muchos de teatro, actrices que son muy conocidas dentro del ámbito teatral, no tanto cinematográfico.
Te quería preguntar particularmente por el trabajo que pudiste haber hecho con la actriz que representó a la abusadora, a Bibiana… Roxana Naranjo…
Fue increíble.
Primero, ella tenía que manejar muy bien el rostro, y luego tenía que interpretar en el sentido de dar miedo también.
Sí, bueno nada, es muy curioso lo que pasó con Roxana, porque cuando empezamos a charlar sobre el personaje, lo primero que Roxana me dijo fue: “Nunca he besado a una mujer”. Yo creo que yo puse eso, decir, “bueno, a ver qué te pasa”, o pensar “qué te pasaría si estuvieras con una mujer”. Entonces a partir de eso fuimos construyendo el personaje. Pero sí, para mí lo de Roxana es maravilloso.
Lo otro es lograr que las actrices que interpretan a las víctimas de pequeñas, y luego las que las interpretan más grandes, también tuvieran una similitud en su lenguaje, en su forma de pararse frente a la cámara…
Nosotros filmamos primero todo el pasado, entonces lo que yo hice fue que las actrices que hacen de grandes miraran gestos de las que hacían de adolescentes. Había algunos a propósito, un movimiento de manos, por ejemplo, que yo le hice a repetir a Valentina grande varias veces, como para tratar de esas cosas que casi son imperceptibles, que uno no se da cuenta, pero ¿viste?… yo hablo con vos y seguramente cualquier cosa, hago esto (mueve sus manos) tres veces, y no me di cuenta. Entonces que alguien que fuera chiquita o adolescente hiciera eso, estaba buscado un poco para igualar.
Hoy terminando estamos en el siglo 21 y, al menos en Chile, parece que el tema de los abusos ya no es noticia. Entonces la pregunta es ¿qué le podemos decir a la gente? ¿Por qué tiene que ver esta película en este contexto en que ya parece que las cosas terribles ya no nos importan, una en una sociedad en que sólo no importamos nosotros mismos, cada vez más hedonista?
Sí, es cierto. Creo que la sociedad ha ido en camino a ser menos sensible a determinadas cosas, pero yo creo que “Caminemos Valentina” es una historia de amor, y creo que las historias de amor siempre llaman la atención. Y además, como se dice, las historias son siempre las mismas, lo que cambia es cómo las contamos. Me parece que “Caminemos Valentina” está contada de otro lado que puede hacer que alguien que la ve, salga y diga “vengan a verla, porque esta película me gustó”. Yo creo que hay como rachas, hay rachas que se habla de asesinatos, hay rachas que se habla de violaciones, hay rachas que se habla de cirugías. Lo importante en “Caminemos Valentina” no es cómo mostramos el abuso, sino el abuso está porque ocurrió y generó lo que generó y lo que generó es una historia de amor entre Valentina y Sandra.