Por Hugo Cox.- Según el filósofo Immanuel Kant existen dos tipos de ética: la ética pública y la ética privada. Kant plantea que la ética pública se refiere a las acciones y decisiones que afectan a la sociedad en su conjunto, mientras que la ética privada se refiere a las acciones y decisiones que afectan a los individuos de forma personal.
La importancia de la ética pública, conocida también como ética política, finalmente se traduce en que las acciones deben ser justas, respetar los derechos y la dignidad de los demás y promover el bienestar común.
Cuando se viola la ética pública, es decir, cuando se llevan a cabo acciones que van en contra de los principios morales que rigen las interacciones sociales, existen diversas implicancias en la sociedad. Como por ejemplo:
El marco antes desarrollado sirve para explicar (en parte) porque la banalidad está presente en la sociedad.
En la actualidad asistimos a una doble crisis, que tiene que ver con la ética y la moral y por otra parte con la política y con una base económica deteriorada.
El Frente Amplio levanta su discurso político desde la ética y la superioridad moral, que queda en el piso con el caso fundaciones, ya que su relato político -en especial el de Revolución Democrática- era renovar la política a partir de la ética y la moral, donde la probidad a toda prueba debía ser el sustento de la acción política, pero esto no reemplaza el proyecto político presentado en un programa, que quedó en entredicho a partir del 4 de septiembre pasado.
Lo anterior, por otra parte, ha generado un movimiento telúrico de proporciones por que el partido más fuerte del Frente Amplio se empieza a desfondar y genera colisión con los partidos del socialismo democrático.
Otro relato que queda en entredicho es la conmemoración de los 50 años del golpe, quedando al descubierto los distintos relatos que hay entre las dos almas del gobierno. Armonizar dicho desencuentro es muy complejo, y parte por la necesidad de entender que el Partido Comunista sufrió muchas bajas de militantes y direcciones completas en la clandestinidad desaparecidas por ejemplo.
En síntesis, hoy se asiste a presenciar a dos (como dice Patricio Hales) cadáveres insepultos: el discurso ético y moral superior para cambiar la política y el programa de cambios estructurales en el país.
Ambos se dan en una institución de la Presidencia cada vez más degrada, que parte en el primer gobierno de Piñera (baste recordar la actuación en el rescate de los mineros en Diego de Almagro los 33), sigue en gobierno de Bachelet 2 con el caso CAVAL, y en Piñera 2, con la imagen del mandatario comiendo pizzas en un local de Vitacura mientras el país ardía en llamas. Hoy, es la ligereza de hablar de “habitar el cargo” en vez de ejercer el Poder Ejecutivo.
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