Por Claudia Narbona – Hace tiempo se viene dando a conocer que las aguas envasadas contienen ciertas cantidades de microplásticos. Ya en estudios realizados en el año 2016 se notificó de la presencia de estas partículas en productos marinos.
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¿Qué son los microplásticos? Son una mezcla heterogénea de materiales de formas diferentes (fragmentos, fibras, esferas, gránulos, escamas, etc.) cuyo tamaño varía entre 0,1 y 5000 micrómetros (µm), ósea entre 0,001 a 5 mm.
Los plásticos se encuentran ampliamente distribuidos en nuestro ecosistema. El manejo inadecuado de los desechos plásticos ha llevado a una mayor contaminación de los ambientes de agua dulce, estuarios y otros ambientes marinos.
Los microplásticos pueden incorporarse a la cadena trófica mediante la ingestión directa, como los animales marinos que han ingerido microplásticos en suspensión, o mediante transferencia trófica, es decir, la ingesta de otros animales que contienen a su vez microplásticos. También pueden estar presentes en los alimentos por simple deposición en su superficie, como es el caso de las microfibras que forman parte del polvo atmosférico que se deposita sobre los alimentos a lo largo de toda la cadena de producción y consumo.
Los peces muestran altas concentraciones de microplásticos, pero como estos se encuentran mayoritariamente alojados en el estómago e intestinos (partes del pez que generalmente se desechan) las personas consumidoras no están directamente expuestos a ellos. Por el contrario, los crustáceos y moluscos bivalvos como las ostras y los mejillones, al ser ingeridos en su totalidad, la exposición de la población a estos compuestos puede ser más elevada.
Además, se pueden encontrar microplásticos en las harinas de pescado, que son utilizadas en alimentación animal, por lo que estas partículas pueden aparecer en alimentos no marinos. Esto ha levantado más alertas, ya que, en estudios realizados en humanos, en el año 2018, se encontró presencia de microplásticos en la sangre.
El consumo de alimentos que poseen microplásticos está considerada la principal vía de exposición humana. Los microplásticos, tras su administración oral, alcanzan el sistema gastrointestinal produciendo una respuesta pro-inflamatoria y con ello, un cambio en el metabolismo de las bacterias intestinales.
Estos a su vez pueden llegar al sistema circulatorio donde pueden aglomerarse en grandes cantidades en el hígado y en los riñones, provocando alteraciones en el metabolismo de los lípidos. De acuerdo con varios autores, se han registrado daños después de 90 días de exposición, siendo los microplásticos responsables de alterar diversas funciones intestinales.
La amenaza en la salud que representan los microplásticos ha llevado a la OPS (Organización Panamericana de la Salud) a ubicarlos en la lista de los determinantes ambientales de la salud, que busca impulsar, entre otros, estudios de impactos a la salud humana y ambiental.
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