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Niños en cuerpo de adultos

Por Daniel Halpern.- Una de las principales diferencias, que como adultos tenemos con los niños, es la capacidad para visibilizar las consecuencias de nuestras acciones. Pregúntele a un niño de cuatro años si prefiere un millón de pesos o un camión de bomberos rojo con una sirena y luces de emergencia. Si la elección es inmediata, por más que con el cheque el niño pueda comprar 50 camiones al día siguiente, los estudios indican que sería muy improbable que el menor elija el dinero. Los expertos explican que el niño vive en el ahora: mañana es demasiado tarde, la próxima semana es impensada y el verano no existe.

Pero esta miopía cambia con el paso del tiempo. A medida que la persona madura, comienza a ver con mayor claridad el futuro. Puede verse a sí misma en otros entornos y realizando diferentes roles. Comienza a comprender que la misma persona que se sienta aquí, en el ahora, va a ser la misma que irá a la universidad y trabajará en una profesión. Esa sensación de ver el “futuro” como si fuera “presente” y reconocer emocionalmente qué realmente “va a suceder”, es una función de la madurez.

Lo interesante es que la madurez no depende de la inteligencia o la educación. Un menor de 5 años puede tener un coeficiente intelectual altísimo y ser capaz de realizar hazañas mentales brillantes, pero aun así comportarse como un niño. Porque madurar es un proceso que ocurre con el tiempo. A partir de las experiencias que la persona va forjando, amplía su alcance y comienza a tener una mayor comprensión incluso antes de realizar la acción: si hago esto, lo más probable es que conduzca a lo otro, lo que a su vez conducirá a esto.

Y a la inversa, una persona actúa de manera imprudente cuando no está enfocada en «el impacto de la acción realizada». A nivel intelectual es capaz, pero le falta la visión para ver las consecuencias de sus costumbres. De lo anterior, podríamos definir sabiduría como la capacidad de la persona en visualizar las consecuencias de sus acciones y actuar en torno a ella.

Llevémoslo ahora a la actualidad. Estamos viviendo una época de incertidumbre, en donde no sabemos qué va a suceder. Es más, mientras algunos tienen más preguntas que respuestas y les falta información para tomar decisiones, muchos de nosotros ni siquiera sabemos qué tipos de preguntas debemos realizar. He ahí la razón del título: nos sentimos niños en cuerpos de adultos.

Y frente a esa incapacidad de ver el futuro, algunos se paralizan y otros, lamentablemente, están actuando de forma imprudente, como niños. ¿Qué deberíamos hacer? Para contestar esta pregunta sobre el futuro, me gustaría focalizarme en el pasado. De chico era fanático de las historias sobre reyes y emperadores, y una de las cosas que siempre me sorprendía, era que en toda narrativa se mencionaba a sus consejeros. Ya sea los Caballeros de la Mesa Redonda u otros. Ahora, para un joven esto puede parecer extraño. Después de todo, si estos eran individuos, monarcas o líderes brillantes, “Hombres de Mundo” como los conoceríamos hoy ¿Por qué necesitarían otras personas? ¿No podrían tomar sus propias decisiones?

Y la respuesta es que en estricto rigor no necesitaban ayuda para tomar una decisión, pero sí para tomar la decisión correcta, porque entendían que los problemas con los que lidiaban afectaban la vida de los demás, y por ello buscaban en aquellos que eran mayores y más sabios la información necesaria como para tomar la mejor decisión que podían.

En épocas de incertidumbre este concepto es fundamental y aplicable para nosotros. Debemos entender que tomamos decisiones todos los días, opciones que no solo nos afectan a nosotros, sino que también a diversas personas en nuestras vidas. Y por lo mismo, pensando en nuestras familias y las personas con las que nos relacionamos en nuestros trabajos o empresas, deberíamos preguntarnos: ¿acaso no merecen la mejor decisión que podemos tomar?

Y la verdad, por más entendimiento que podemos llegar a tener, es fundamental aprovechar esta época de incertidumbre para hacernos más humildes y acostumbrarnos a escuchar otras voces en nuestras vidas. Nosotros tomamos decisiones en función de la información que manejamos, y por lo mismo, mientras más y diversa sea la información que tengamos, mejores decisiones podremos tomar. Pero para ello debemos hacer el primer paso. Y es cierto, podremos culpar a la situación si algo resulta mal, el contexto no nos ayudó y las excusas van a sobrar. Pero también los periodos de cambios son los más indicados para vivir nuestros propios procesos, y aunque nos cueste, creo que es el momento ideal para comenzar a tomar la responsabilidad de escuchar.

Daniel Halpern es PhD en Comunicaciones, magíster en Ciencia Política y profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Director de TrenDigital UC.