Por Hugo Cox.- En la medida que en Chile se mantengan las actuales condiciones, aumentará el deterioro económico y, además, de manera persistente, la desigualdad, mientras cae la confianza en las instituciones y el malestar va en aumento (revisar las encuestas de los últimos días).
Las movilizaciones sociales, a pesar de las restricciones impuestas y del fantasma del contagio, siguen presentes, en demanda de mejores servicios sanitarios, mejor educación, por un mejor trabajo. En resumen, una mejor atención por parte del Estado.
Todo este escenario ha generado una fuerte fatiga democrática. Las medidas acordadas por el gobierno para satisfacer las necesidades generadas por la epidemia han sido insuficientes para la envergadura de la crisis cayendo la mayor parte de la solución en los sectores de la ciudadanía de a pie (retiro del 10 % en versión uno y dos), y esta insatisfacción está reflejada en las constantes movilizaciones de diversa intensidad que siguen presentes, y que, en la medida que el confinamiento y los estados de excepción se terminen, lo más probable es que se amplifiquen en términos muy sustantivos, persistiendo la indisciplina social.
Hoy en Chile cobra mayor importancia para cualquier análisis la imbricación entre la economía y la política.
Producto del calendario electoral que el país tiene por delante, el análisis y el debate se centrarán en el rol del Estado, la calidad de la democracia y de los liderazgos políticos. Estos serán los ejes de la discusión, ya que el Estado tal cual está concebido en la actual Constitución -cuyo epitafio se empezará a escribir en la Convención Constituyente- no da cuenta de cómo abordar la magnitud de los problemas que enfrenta la sociedad chilena, y que tienen que ver con la precariedad, desigualdad, y en el plano político será la redefinición del Rol del Estado y cómo se redefine la democracia. ¿Será esta una democracia participativa en un modelo político semi presidencial o será un modelo parlamentario? En torno a esto ejes se estructura la discusión del calendario electoral que viene.
El Estado de Chile hoy, desde la óptica de la gobernabilidad, manifiesta un franco deterioro, ya que no logra imponer un orden, y la represión no hace más que aumentar la violencia, violencia que es de causas múltiples, y que la percepción instalada en el inconsciente colectivo de la ciudadanía es la existencia de una delincuencia organizada, poniendo en cuestión la labor del estado en el control territorial, y solo ven que la solución pasa por resolver el conflicto, aumentado penas de castigo a los delitos. En síntesis, resolver el conflicto vía decretos y leyes.
Por otra parte, amplios sectores de la derecha chilena dan cuenta que aún en ella se manifiestan estructuras heredadas de la colonia y que tienen que ver con el tema racial y una mirada patriarcal de clases. Esto quedó de manifiesto en la reciente discusión sobre la incorporación de los pueblos originarios a la Convención Constituyente. Basta analizar las diversas intervenciones de los parlamentarios de derecha en el hemiciclo.
Asimismo, si se analiza el comportamiento del Poder Ejecutivo, que no logra comprender y entender el poder simbólico de la política y, por lo tanto, sin generar una adhesión ni de su propio sector. Y menos con amplios sectores de la sociedad, ya que actos del presidente como ir a comer pizza en el cumpleaños de un nieto mientras Chile estaba incendiándose, o tomarse una foto en el monumento de Baquedano, y recientemente salir a caminar por la playa sin su mascarilla de protección, entre otros actos, son el reflejo de no comprender la dimensión simbólica de la política, es no comprender el debate instalado entre la ciudadanía y las élites que se dibujan a ojos de la gente como poderosos y los ricos, como abusadores y corruptos, y a la clase política al servicio de estos poderosos. Aquí radica hoy un conflicto serio en la sociedad que requiere ser resuelto a la brevedad,. Pero hoy el gobierno es parte del problema y no de la solución, y lo que haga aparece intrascendente para la ciudadanía.
La ceguera como metáfora política, que se puede constituir en la peor pesadilla, ya que al no ver y no comprender y entender la realidad política, cayendo en la simplificación de la realidad, olvidando toda evidencia histórica lleva al estadio en que nos encontramos hoy. El gobierno ha sido incapaz de leer los claroscuros de la sociedad chilena. Solo la lee en términos binarios producto de su propia ideología y cuya complejidad es en alguna medida comparable a otros periodos de nuestra historia, en que esa derecha ha sido un gran obstáculo para transformaciones que la sociedad necesita para un desarrollo equilibrado.