Por Patricio Hales.- El descalificador desprecio con que han sido maltratados los votantes de Parisi no solo es soberbia política, sino una ceguera ideológica que no ve las diversidades de clases esperanzadas con las ofertas presidenciales de un sistema político que se ha degradado en su consistencia sistémica y perdido conexión de representatividad de variadas aspiraciones sociales.
Cierto izquierdismo de moda, con rasgos (mutatis mutandi) ya criticados por Lenin hace más de un siglo como infantilismo febril, se yerguen en puristas teóricos, exhibiendo una arrogancia ideológica onanística, improductivos para crear solución al drama de sectores de clase que salieron de la pobreza, con pánico de volver a ella y que se aferran a las luces que les ofrece el candidato Parisi que los deslumbra. No hay que confundir el charlatanismo callejero del candidato con las legítimas ansias de progreso de su electorado al que nuestro sistema de partidos no logra representar. Metaforizando: no desprecie a los enfermos por creerle a un doctor fantasioso, reclámele al sistema de salud y a los doctores en oferta.
Deberíamos interpelarnos para recuperar el nivel del análisis político público y sus definiciones. Hemos abandonado la pedagogía política y el debate es cada vez más vulgar, primario y descalificador. Los políticos hemos ido sucumbiendo al oportunismo electoral. Consiguiendo el poder no sembramos pensamiento complejo. Así, el electorado lleva años prefiriendo la anécdota, el ataque personal, el escándalo, la denuncia verdadera y falsa, en vez de la profundidad del debate serio sobre el origen de los problemas para estudiar con el pueblo cómo resolverlos.
Es que de ideología ¡ni hablar! El “cosismo” que hizo temblar la elección de Lagos por 30 mil votos, mostraba en 1999 cómo se había ido desideologizando Chile. Y también despolitizándose, por 17 años de persecución sangrienta a la política y a los políticos, sumándose nuestra posterior aceptación de ”lo posible”, “los consensos”, “los acuerdos” para asegurar la democracia pero que, como el cilantro, fue “bueno pero no tanto”.
El electorado de Parisi no está contra la política ni está alejado de la política, porque votó y no se abstuvo; su millón de votantes participó, optó y confía en ese discurso político, aunque no sea consistente, degradado, sin sustancia y con un derechismo recauchado, sin sistemas de ideas, de modelo de desarrollo ni el sentido del cambio que exige el progreso social. Dejamos que ese electorado se identifique con el peligroso discurso antipolítica participando de la política. No les argumentamos que favorecen el status quo, al sistema establecido, tendiendo al personalismo, a la desideologización y al abuso de poder.
Pero el izquierdismo infantil, en vez de debatir prefirió atacar al votante de Parisi, sin entender a ese ciudadano angustiado por sus deudas, por la inestabilidad laboral, por sus desconexiones sociales de oportunidad, por la presión exitista del mercado, por la pesadilla de retroceder de barrio, de colegio, de trabajo, de amistades.
Es que la degradación política también nos llegó a la izquierda. Unos nos acomodamos en el poder, aliados con estos supuestos renovadores que demuestran vulgaridad política, no solo cuando exhiben su incomprensión del por qué casi 1 millón de personas prefiere a Parisi que su candidato, sino en sus propuestas presidenciales. Porque esta izquierda infantil, llena de creatividad ilusoria acomoda conceptos en consignas de aparente magia transformadora que encanta, con programas que gozan en un onanismo que engendrará emociones “hermosas” que podrían terminar en nuevos estallidos por incumplimiento de las ilusiones prometidas o terminará en estancamiento económico social, pérdida de inversión, inflación, desequilibrio fiscal, desprestigio de confianza de las relaciones comerciales internacionales y fortalecerá a la derecha económica.
Sin mejora del nivel político los gobiernos serán inestables e incapaces de conducir el cambio indispensable. La mala política no solo echa a perder las campañas electorales, sino también a los gobiernos, y hace crecer a la derecha porque la política fija las reglas del juego.
La elevación del nivel político del país la hará el desarrollo sano de las contradicciones, leyendo, escribiendo, conversando con respeto mutuo en lo personal e implacable en lo intelectual, no solo con los líderes sino en el seno del pueblo, como a principios del siglo XX como en 1930, los 60 y 70. Con mucha paciencia, con aguja e hilo, porque probablemente, en el clima de descalificación imperante, incluso estas pocas líneas, que invitan al debate para mejorar la política, recibirán más insultos que argumentos, más calificativos que ideas, más descalificaciones personales que ideológicas. Pero como ya lo hemos dicho, citando a San Pablo: vita omini militia est.
Patricio Hales es arquitecto, ex diputado, ex embajador y autor de “Mi encandilamiento comunista”.