Por Carlos Guajardo.- Hace algunos días la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas (JUNAEB) dio a conocer los resultados de la evolución del Mapa Nutricional 2009-2021, donde los niños y niñas de Chile incrementaron la prevalencia de obesidad severa en un 31%. Es importante señalar que esta problemática se viene arrastrando hace ya varios años, incluso previo a la pandemia del Covid 19. Sin duda que el encierro, la ansiedad y la insuficiente actividad física durante la cuarentena, empeoró los resultados. No fue fácil sortear esos días en que se recurrió a recetas altas en azúcar y grasas saturadas con tal de “escapar” de las noticias desalentadoras que se trasmitían por los medios de comunicación y las redes sociales.
Las consecuencias las percibimos ahora, donde la principal preocupación está en los niños de 10 a 11 años (5º año básico) en que un 36,3% se encuentra con algún grado de obesidad. Le siguen kínder, con un 35%; primero básico, 34,8%; prekínder, 33,7%; y el salto se va a primero medio con 16,9%. Estos últimos, señalan los expertos, se debe al grado de autonomía propio de la edad y a la conciencia por alimentarse equilibradamente en la medida que aumentan la edad. Más allá de ello, los números deben hacernos reaccionar de forma urgente.
No se trata de un abordaje destinado solamente de los profesionales de la salud, sino que, de todos los actores: gobierno, familia, escuela, municipalidades, entre otras instituciones intersectoriales que pueden actuar integralmente ante esta “pandemia” silente que nos viene aquejando año tras año.
El cuestionamiento que me hago es que, si esto se viene augurando hace ya un tiempo ¿qué hacemos para prevenirlo? Por ahora, más que buscar responsables, hay que encender una “alerta temprana” y evitar que, a corto y mediano plazo, tengamos niños y jóvenes con enfermedades como: hipertensión, diabetes, osteoporosis, caries e incluso algún tipo de cáncer.
En el sistema escolar, es importante que los apoderados controlen el tipo de colaciones y/o almuerzos que les envían a los niños, evitando aquellas comidas altas en azúcar y grasas poco saludables para el organismo. Aumentar la actividad física, a través de los talleres deportivos que ofrecen los colegios, la Municipalidad de la comuna u otras entidades sociales, será de gran ayuda.
Es relevante trabajar desde la educación formal y la familia el concepto de “concientización” y “prevención”. Si somos concientes por aprender a alimentarnos sanamente, conseguiremos prevenir aquellas afecciones ocasionadas por alimentarnos irresponsablemente. Todos podemos revertir los desalentadores resultados que nos entrega la JUNAEB cada año.
Carlos Guajardo Castillo es Director de Pedagogía en Educación General Básica de la Universidad Central