Jadille Mussa, Académica de Arquitectura del Paisaje en la Universidad Central, alerta por las olas de calor y el comienzo de lo que puede ser una escalada muy compleja si no se toman acciones inmediatas.
Por Jadille Mussa – El año 2023, la Tierra ha tocado el punto de ebullición. Las agencias científicas alertaron con señales claras: el termómetro global ha alcanzado niveles récord y nuestro planeta está sintiendo los efectos abrasadores del cambio climático. El verano europeo desafió los límites establecidos en los acuerdos internacionales, superando los 2 grados celsius marcados por el Protocolo de Kioto y la Conferencia de París.
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El aumento de la temperatura es el grito de socorro de la Tierra, una llamada de atención que no podemos ignorar. El cambio climático, resultado directo de este calentamiento global, nos coloca en una situación crítica. Superamos la barrera de 1,5 grados celsius y ahora nos encontramos enfrentando las consecuencias de superar los 2 grados en noviembre pasado.
El Protocolo de Kioto y la Conferencia de París establecieron directrices para evitar un calentamiento descontrolado, pero la realidad nos golpea con la cruda verdad: estamos en un camino preocupante. Las predicciones del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) son claras, y si no actuamos con resiliencia, adaptándonos y transformando nuestras ciudades, estos eventos climáticos extremos se repetirán y se intensificarán.
La salud, las vidas y la economía están en juego. Las proyecciones del IPCC indican que las afectaciones causadas por el calor extremo se multiplicarán exponencialmente para el año 2050 si no tomamos medidas ahora. No podemos permitirnos ignorar esta alarma global.
Enfrentar las olas de calor en Chile requiere un enfoque integral y acciones coordinadas a nivel gubernamental, académico, comunitario e individual.
Entre las medidas a implementar que ayudarían a mitigar los efectos de las olas de calor para contribuir a la adaptación al cambio climático son la creación y expansión de infraestructura verde urbanas, fomentar el uso de energías renovables y su eficiencia residencial e industrial, planificación urbana sostenible o crear ecociudades, mejorar y ampliar los sistemas de alerta temprana para preparar a la población, una gestión más adecuada de los recursos hídricos para su uso eficiente, desde los riegos con reutilización de agua al almacenamiento de aguas lluvia.
Además, se debe avanzar en educación y concientización, con la implementación de campañas educativas. Junto a lo anterior, se recomienda reforzar los sistemas de salud pública para hacer frente a las enfermedades relacionadas por el calor. Finalmente, se debe invertir en investigación climática y monitoreo continuo para comprender mejor los patrones climáticos y anticipar eventos extremos.