Por El Pensador.- El reciente estreno en televisión abierta del documental «La Batalla de Chile» reavivó el interés por “La batalla de Chile: historia de una película” (Catalonia), una bitácora que compila la trastienda de los años de filmación del influyente film. Este diario de rodaje incorpora imágenes del proceso, la trastienda de un trabajo compuesto por casi dos años de filmaciones, cinco de edición, las estrategias para mantenerse incógnitos todo ese tiempo y proteger el material de los allanamientos además de los guiones de los tres documentales que componen “La Batalla de Chile”.
Durante su lanzamiento, el director sostuvo que el registro es una “simple crónica de lo que sucedió mientras hacíamos nuestra película” y deja para la lectura pormenores de la historia como la manera en que el documentalista francés Chris Marker gestionó los 50 mil metros de cintas necesarias para el trabajo, el período de montaje en Cuba donde el propio Pedro Chaskel debió reparar la única editora en 16 milímetros disponible en la isla para completar el trabajo.
“Entramos en este material muy lentamente para encontrarle un sentido. Poco a poco empezamos a montar secuencias sin ninguna estructura y yendo por las partes más que por el todo. Al final del esquema cronológico -que era lo único de lo cual podíamos agarrarnos- completamos una primera versión de más de 3 horas sin darnos cuenta de que ese material sólo podría ser proyectado en tres películas”, recuerda acerca del o rigen de “La insurrección de la burguesía” (1975), “El golpe de estado” (1976) y “El poder popular” (1979), expresa el director en el texto.
Desde Francia, el autor de “Nostalgia de la luz” y “El botón de Nácar”, dice que ha seguido de cerca la chispa encendida desde el estallido social y destaca el paralelo entre su trabajo y el proceso constituyente. Una espontaneidad social y callejera que, a primera vista dice, se parecía mucho a sus trabajos documentales posteriores al triunfo de la Unidad Popular en 1970, pero con un cariz distinto: «En Europa todo el mundo se sorprendía de que Chile organizara un plebiscito en medio de una mediocridad política que es general en todas partes. Esto lo ha tornado un hecho único, excepcional. Creo que los últimos meses de movilización social y debate constitucional son un momento de búsqueda política, de despertar político y de movimiento general estupendo, pero que no es comparable con lo que pasó en la época de Allende. Sí es muestra de un ambiente similar de inquietud que es bueno que se recuerde”, plantea.
Actualmente, Guzmán también viene grabando desde 2019 un registro de esta nueva batalla de Chile con los mismos actores y alegría en las calles, cree: “Suelo ver a la gente a la que conocimos y acompañamos en las calles, fábricas y reuniones barriales por entonces”, dice, aunque reitera que la historia puede ser cíclica pero no cromosómicamente idéntica. “Este despertar social tan importante hoy no debe ser confundido con lo que muestra “La batalla de Chile”. Lo que moviliza a la sociedad chilena actualmente y la defensa masiva de un gobierno de izquierda por parte del pueblo -que fue lo que sucedió hace 50 años- son situaciones muy diferentes. Lo que acontece es una ventana que se abre para limpiar un ambiente de encierro, algo que aún no plantea un cambio social”, explica durante el lanzamiento del libro que puedes ver acá.
Concuerda con él el cineasta y documentalista Miguel Ángel Vidaurre, para quien, si bien la forma de la movilización social durante la Unidad Popular y la posterior al 18-0, tienen fotogramas parecidos, la experiencia y contexto es diferente. También el acceso al registro audiovisual. “La batalla de Chile”, dice, es un proyecto planteado desde una perspectiva ideológica desde un inicio, siguiendo las huellas del cine directo. Es una crónica histórica o aún más, «un fresco épico». Por otro lado, la mirada de la movilización actual es fragmentarista, ideológicamente inestable y sin un foco definido, lo cual -para mu parecer- no es malo. Es algo que tiene que ver, más bien, con una crisis generalizada de confianza en las ideologías y sus proyectos, la mayoría de ellos fracasados en el siglo XX, como también por un proceso de pérdida de control de los aparatos técnicos. Cualquiera puede registrar, literalmente hasta un niño. Sin embargo, no cualquiera puede ni quiere construir un discurso con esos materiales”, agrega sobre la influencia histórica de “La batalla de Chile”.
Finalmente, la tarea que plantean estos registros que abundan en dispersión también ofrecen una problemática nueva: ¿quién se hará cargo de ese material? Vidaurre cree que ahí entrarán en juego muchos de los protagonistas y documentalistas de la calle, como verdaderos apropiacionistas, recopiladores, editores e intérpretes de un material ajeno, cree el académico de la carrera de cine en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.