Por Hugo Cox.- Antes que certezas, hoy son las preguntas las que tiene validez, en escenarios de alta volatilidad, propios de las situaciones de crisis como aquella en que está inmerso el país.
En un artículo de un periódico electrónico en que se citaba a Francis Fukuyama (mencionado, a su vez, en una revista norteamericana), se señalaba una cita suya: “El éxito en el control de la pandemia es producto de un aparato estatal competente, un gobierno al que la ciudadanía escucha, y en el que confían en sus líderes efectivos; y, donde no ha funcionado, es estados disfuncionales, sociedades polarizadas y liderazgos pobres”.
Esto es lo que está ocurriendo en Chile, en Brasil, en Estados Unidos, etc. En el caso específico de Chile, tenemos un gobierno con bajos porcentajes de credibilidad (como ser ve en distintos tipos de encuestas); un gobierno sin comprensión del sentido común y de la realidad de los sectores populares; un gobierno con políticas que apuntan fundamentalmente a privilegiar a sectores dominantes en la economía. En síntesis, un gobierno que cada día se ve más débil.
Tanto la crisis socio económica que se manifiesta en octubre del 2019 y los meses siguientes, como la crisis sanitaria significaron un peso que ha caído sobre La Moneda. Pero en la primera el presidente Piñera tuvo en el ministro del Interior Andrés Chadwick un eficaz escudero; y, en la crisis sanitaria, Mañalich cumplió ese rol, evitando que el conflicto escalara a Palacio y situándolo en el Ministerio de Salud.
Hoy, con ministros débiles y un gobierno débil, Piñera queda más expuesto al gran conflicto, en un escenario en que el número de contagios y muertes podría superar las capacidades de asombro de la sociedad.
En el lapso de una semana se produjeron cinco cambios ministeriales y en plena crisis, en que cuatro de ellos son enroques tanto de antiguos ministros como de subsecretarías. La única incorporación real es en el Ministerio de Salud.
La salida del titular de esa cartera, Jaime Mañalich, significó para el gobierno un breve respiro orientado al objetivo de lograr un acuerdo económico en la urgencia. Pero el conflicto de fondo sigue presente, ya que todas las políticas implementadas en la Región Metropolitana, por ejemplo, no han dado los resultados deseados.
La salida del ministro de Salud provocó que sectores de derecha manifestaran públicamente su adhesión a este personero. Ese apoyo se explica en que Mañalich interpretó a sectores que se encontraban alejados del gobierno: él representaba el orden y la capacidad de mando, variables que para esos sectores son preciadas, en contraposición a un Piñera que ven errático y sin capacidad de mando.
Por lo tanto la salida de Mañalich representa una derrota estratégica para La Moneda, ya que lo más probable que los conflictos se sitúen ahora en el Palacio de Gobierno.
Entre las dos crisis, Piñera ha perdido a dos escuderos valiosos. Mañalich se inmoló para evitar un escalamiento del conflicto, igual como hizo el anterior ministro del Interior. Sus decisiones le costaron a Piñera, en esta partida de ajedrez, dos torres, dejando a un gobierno jugando con alfiles y peones.
Solo a modo de interrogante… ¿por qué El Mercurio durante los últimos 20 días, inició una serie de informaciones transparentando la realidad de las cifras e informando de lo que ocurría en el terreno mismo, cuestionando la información oficial de Mañalich?
Lo complejo de esta debilidad es que los escenarios quedan muy abiertos para el gobierno, y se hace muy complejo incluso que termine su mandato, o que termine de una manera relativamente aceptable.
Quien pierde en esta coyuntura es Piñera.