Por José María Vallejo.- Esa pregunta es la que debe ser respondida en primer lugar. El hecho de que los cuestionamientos que dieron lugar a los conflictos internos partieron de una convocatoria de Vlado Mirosevic (Partido Liberal) y Gabriel Boric (Movimiento Autonomista) orientada a evitar cualquier doble estándar en torno a los derechos humanos, y que condene su violación en regímenes “de izquierda” como en Venezuela y Nicaragua, da mucho que pensar.
¿Cómo puede haber alguien que esté en desacuerdo con los derechos humanos como un absoluto? ¿Cómo puede alguien relativizarlos?
La respuesta está en dos elementos: primero, la representatividad de quien los relativiza, y segundo, los dogmas que sostiene.
Alberto Mayol no tiene representación. Se dice dirigente de un movimiento cuya masividad es dudosa. Y desde una trinchera precaria, pero magnificada por los medios, ha disparado contra quienes piden una condena a las violaciones a los derechos humanos en Venezuela y Nicaragua.
Desde el punto de vista político, Mayol tiene razón al señalar que Boric, Jackson y Mirosevic tienen un carácter patrimonial en el Frente Amplio. Eso es efectivo, dado que la tríada fueron los primeros parlamentarios del sector, que se unieron primero desde una perspectiva generacional y, luego, desde un sentido programático. Son, en rigor, los fundadores del FA. Mayol no, y da la impresión de que ese hecho le aproblema sobremanera.
Pero si reconoce que no es un ente fundacional, y está en desacuerdo con lo que se plantea desde el punto de vista patrimonial, ¿por qué no se va?
Los derechos humanos han sido el detonante de la crisis del Frente Amplio porque en la coalición coexisten dos almas: un liberalismo progresista ligado a la socialdemocracia donde se inscriben (con un rango más o menos amplio) el Partido Liberal y Revolución Democrática. Y la otra alma es la de una izquierda dogmática con tintes anarquistas que carece de racionalidad y se fundamenta en dogmas. Varios de estos dogmas (léase “verdades absolutas y totalizadoras”) se fundamentan en regímenes y líderes a los que se deifica irracionalmente, como Hugo Chávez y su sucesor, Daniel Ortega, los hermanos Castro en Cuba o Rafael Correa. Ante ellos y sus regímenes no hay cuestionamiento, son elevados a la categoría de dioses.
Las dos almas no pueden coexistir. De hecho, para el alma dogmática no puede haber diálogo, sino aceptación sumisa de las figuras deificadas. En ese escenario, ¿cómo se puede construir un programa común?
De modo que lo natural, racional y lógico es separar las almas y sincerar el discurso ante la ciudadanía. Y así, un Frente Amplio puede pensar en acoger a otros liberales, progresistas y socialdemócratas que hoy están huérfanos.