Por José María Vallejo.- En medio de la catástrofe del Norte Grande, con inundaciones y crecidas de ríos, pueblos aislados o arrasados, falta de agua y problemas en su distribución; en medio de los mega incendios del sur, que han arrasado más de 40 mil hectáreas, donde se ha evidenciado (una vez más) la improvisación y falta de resiliencia de nuestra estructura gubernamental… en medio de todo eso, el Presidente de la República, Sebastián Piñera, decide viajar a Cúcuta, en la frontera colombo-venezolana, para participar del intento de ingresar ayuda humanitaria a una Venezuela, en una de las jornadas más importantes en el intento de recuperación de la democracia.
¿Por qué? ¿Qué motiva al Mandatario a participar en una actividad en la que todo indica que no debería estar? Los factores en contra son múltiples:
Primero, Piñera es la máxima autoridad de un país extranjero y su presencia -dada su posición política- es un arma que puede usar el régimen de Maduro para justificar que se está intentando hacer una intervención extranjera y no se trata de una manifestación que nace del seno de una Venezuela herida por la escasez.
Segundo, su presencia no es significativa políticamente hablando en la frontera, pues no va a movilizar a nadie por el hecho de estar ahí, a diferencia de otros grandes líderes y cantantes. Su presencia suma cero en ese lugar. La gente va por la democracia, la gente va por Juan Guaidó.
Tercero, una cosa es que Chile reconozca la autoridad de Juan Guaidó como presidente interino, y otra que Piñera “tenga” que ir, y participar de la movilización masiva. En términos de política exterior, de hecho, significa un giro inexplicable, desde un gobierno que ha defendido el cierre de fronteras y ha sacado al país del pacto medio ambiental de Escazú y luego del pacto migratorio de Marrakesh.
Los verdaderos motivos
Los pro, que motivaron el viaje son más internos y pedestres. El primero es marcar la pauta de una posición política, y asentarla en Chile. Su defensa -ahora activa y presente- de la democracia en Venezuela espera capitalizarla como un elemento que unifique políticamente a la centro derecha y eventualmente llame la atención de sectores de centro liberal -incluso progresista- que se han opuesto al régimen de Nicolás Maduro o, al menos, han condenado las violaciones a los derechos humanos bajo su administración.
Segundo, los venezolanos en Chile constituyen un potencial electoral interesante. Las estimaciones indican que rondan los 300 mil y, si bien deben tener una residencia de cinco años en nuestro país para tener derecho a voto, hay un porcentaje importante de ellos (aproximadamente la mitad) que llegó hace ya dos años y podría estar en condiciones de votar en las próximas presidenciales y parlamentarias. Son, además, un grupo de electores con interés en la política (llegaron escapando de una dictadura pseudo socialista) y probablemente con capacidad de participación activa. No solo son un grupo de votantes, sino también uno con conciencia política y necesidad de ingresos. Fíjese no más en los próximos “teams” de brigadistas electorales durante las campañas y le aseguro que habrá un alto porcentaje de venezolanos residentes participando. Y un presidente “movilizado” por su democracia, seguramente generará lealtades importantes.
Desde el punto de vista geopolítico, hay una tercera razón, que tiene que ver con la intención de crear un nuevo referente regional que reemplace a la fracasada Unasur, entidad que reunía a los gobiernos con regímenes de izquierda populista y que, a juicio de Piñera, murió por “exceso de ideología”. Él mismo había manifestado como proyecto la idea de crear una organización regional nueva, probablemente con un carácter más comercial, pero el presidente de Colombia, Iván Duque, empezó a ganar protagonismo ante esta idea. Por ello, no lo podía dejar solo en Cúcuta entregando ayuda humanitaria a Venezuela. Es un tema de liderazgos.
En definitiva, los costos políticos de corto plazo de su viaje espera cubrirlos con un mediano plazo donde se le identifique con la defensa de la democracia. En definitiva, ¿cuánto vale para Piñera una foto con Juan Guaidó?