Por Sebastián Rumie.- El Partido Republicano puede ser definido de un modo general como un partido político reaccionario. Es decir, una organización partidaria que reacciona al cambio y se opone a él.
De hecho, Republicanos se ha opuesto sistemáticamente al creciente centrismo que ha tenido lugar en la derecha chilena durante la última década, así como también al auge de una izquierda que ha buscado crear –sin éxito– un nuevo contrato social distinto al de la transición.
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Algunos signos clave de este reaccionarismo son que Republicanos no ha querido operar en el marco de la coalición de partidos derechistas; mientras que, además, se marginó voluntariamente del acuerdo por una nueva constitución, señalando su satisfacción con respecto a la carta fundamental originada en 1980.
Desde su fundación en 2019, la acción del Partido Republicano ha estado orientada a un nicho específico de ciudadanos, el cual parecía constituir dentro de los electores de la derecha un espacio minoritario. Esto, dado que Republicanos representa la defensa de un status quo que, después de las movilizaciones sociales, los casos de corrupción y el estallido social de 2019, pocos en el sector se animaban a defender categóricamente.
Empero, esta situación ha cambiado por diversas razones coyunturales, dentro de las que destacan un proceso constitucional fallido, la crisis de seguridad, el debilitamiento del octubrismo, entre otras. En tal contexto, los alcances políticos de Republicanos han cambiado, lo que se aprecia en el indudable ascenso electoral que este partido (otrora movimiento) ha tenido desde la elección presidencial de 2017 hasta la del Consejo Constitucional de 2023.
Tras la última elección, es indudable que el Partido Republicano reivindica su crecimiento y alcanza una posición dominante en la política chilena. Primero, puesto que los resultados de esta elección muestran su hegemonía momentánea al interior del sector derechista; y segundo, dado que este partido obtuvo la mayor cantidad de escaños en el Consejo Constitucional, lo cual brinda a Republicanos un alto grado de agencia en la toma de decisiones asociadas al nuevo proceso constituyente.
Esta situación ha llevado a que un partido político originalmente reaccionario sea el principal actor en el nuevo Consejo Constitucional y uno de los más significativos contendientes para las presidenciales de 2025. En tal sentido, ¿pueden los Republicanos seguir operando desde el reaccionarismo si lo que se busca es alcanzar la Presidencia de Chile? Ciertamente no.
El Partido Republicano, si pretende llegar a La Moneda, lo primero que debería hacer es abandonar la mera reacción opositora para abrirle espacio a la proposición. Si bien el electorado ha confiado en ellos, esto no quiere decir que los chilenos no busquen cambios satisfactorios en lo relativo a sus problemas materiales y de seguridad. De modo que Republicanos tiene el gran desafío de proponer soluciones concretas y no populistas a dichos problemas. Esto, dado que la defensa del status quo no basta.
Segundo, hasta este momento los Republicanos han podido operar en la política al margen de coaliciones y defendido sus ideas autónomamente. No obstante, si la pretensión es alcanzar la presidencia, este partido tendrá que negociar con otros actores políticos, llegar a acuerdos, y demostrar que su proyecto (de haberlo) es bueno y convoca a mayorías nacionales.
Tercero, en tanto el actuar de este partido en el Consejo marcará un precedente para las elecciones presidenciales de 2025, Republicanos debe decidir con cautela cómo posicionarse en dicha instancia: ¿Van a proponer o sólo se opondrán? ¿Harán concesiones? El poder de veto, en este caso, será un arma de doble filo.
Con todo, el gran desafío del Partido Republicano es abandonar el mero reaccionarismo y ser un actor propositivo y responsable. Si la meta es dirigir al país e incidir en la elaboración de una nueva constitución para todos los chilenos, debe renunciar a la oposición irrestricta y comenzar a proponer, dialogar y hacer honor a la democracia que sus integrantes dicen defender.
Dr. Sebastián Rumie es académico de la Escuela de Gobierno y Comunicaciones de la U.Central
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