Por Max Oñate Brandstetter.- «En un país bien gobernado, la pobreza es motivo de vergüenza. Pero en un país mal gobernado, el motivo de la vergüenza es la riqueza». Confucio.
Advertencia: El siguiente artículo tiene por intención poner los antecedentes sobre la mesa, con el objeto de estudiar, analizar y comprender los resultados electorales, su distribución y resultado en esta coyuntura.
Dicho lo anterior, debemos aclarar que este artículo presenta problemas metodológicos, puesto que no se puede saber la cantidad exacta de la gente que votó por una opción en primera vuelta, cambiando de parecer en la segunda. No tenemos a disposición el dato de cuánta gente participó en la primera vuelta y se restó en la segunda, siendo reemplazado por nuevos votantes y a qué preferencia dieron su apoyo. Esto se debe al principio de privacidad del voto, que no permite observar el comportamiento electoral, resguardando dicho principio señalado.
Por último, debo añadir que dicho análisis de datos, se realizará en términos absolutos, con los números totales en participación, con el propósito de entender quiénes inclinan la balanza en uno u otro sentido en un proceso de cierre electoral.
Primera vuelta:
Con una participación de 7.115.590, equivalentes al 47% del padrón electoral (que aumentó a 15.030.973), la distribución de votos se compuso de la siguiente manera:
Segunda vuelta:
Con una participación de 8.364.534, equivalentes al 55,65% del padrón electoral, aumentó la cantidad de votos en un total de 1.248.944, suma mayor que los votos gravitantes en disputa, la distribución de votos se compuso de la siguiente manera:
¿Cómo fue lo que ocurrió?
Las elecciones presidenciales solo se pueden comparar con elecciones presidenciales, y durante el proceso de 2017 quedó en evidencia que el aumento en la participación en la segunda vuelta favoreció enormemente a la candidatura de centro-derecha del actual mandatario.
Esto se debe a varios factores, que pretendo clarificar:
1° Vivimos en un país sin educación cívica y con un principio electoral anclado al libre mercado, donde no se necesitan ideas sino ofertas electorales de participación.
2° La centro-izquierda (Concertación para ser más preciso) tiene un bloque electoral mayoritario, pero en el universo de los votantes del “voto obligatorio”, por lo que no tiene fidelidades ni mayores soportes sobre un electorado de recambio en las segundas vueltas.
3° Los votos gravitantes definen una elección, pero ello depende no solo del aumento electoral desarrollado en segunda vuelta, sino más bien de en qué proporción y distribución lo hacen los nuevos votantes.
La candidatura de derecha obtiene un total de 2.859.632 votos + 899.403 nuevos votantes, con un resultado total de 3.759.035. La centro-izquierda obtuvo 4.167.436 votos, absorbiendo los votos gravitantes de Parisi + 453.235 nuevos votantes, siendo la opción electoral en recibir el menor respaldo de la participación electoral añadida en la segunda vuelta, obteniendo un total de 4.620.671 votos.
La candidatura de derecha ha recolectado menor cantidad de votos que la segunda vuelta de 2017, donde Piñera obtuvo un total de 3.796.579 votos, demostrando que la derecha ha perdido 37.544 votos de respaldo electoral para este último evento.
El factor Parisi fue un fenómeno decisivo en los resultados electorales; montó su candidatura en una dimensión publicitaria “contra la elite”, calificándose como “ni de izquierda ni de derecha”; se encontraba en una difícil posición de tomar partido sin perder soporte electoral en dicho proceso, pero finalmente se convirtió en un satélite de la opción ultraderechista, con un plebiscito interno del partido (PDG) con la participación de un poco más de 22.000 militantes (menos del 51% de los miembros oficiales del partido), lo que debía traducirse en la dirección de casi 900.000 votos a un solo candidato. Pero ¿qué fue lo que ocurrió? No pudo salir del dilema de “no soy de derecha” pero “apoyo a la ultra derecha”, aunque comunicacionalmente era más próximo el acercarse a la centro-izquierda, por tener el centro como lugar común, con las pretensiones de Parisi en el PDG.
Si los votos de Parisi hubieran optado por la abstención, son los votos añadidos en segunda vuelta los que habrían definido el resultado electoral, incorporando 1.248.944 votos a la disputa, generando el siguiente resultado:
José Antonio Kast 2.859.632 + 899.403 = 3.759.035 votos.
Gabriel Boric 3.268.033 + 453.235 = 3.721.268 votos.
La abstención del PDG era favorable a Boric, siempre y cuando no aumentara la participación electoral en la segunda vuelta; pero, en cambio, se convirtió a priori en el botín electoral necesario para ganar en cualquier escenario posible.
¿A qué se debe dicho comportamiento electoral? Hay muchos factores, pero por nombrar algunos, diremos: la distancia entre la institucionalidad y la ciudadanía, falta de expansión del “menú de opciones electorales”, el miedo como un eje movilizador (tanto al fascismo, como al comunismo) e, indudablemente, la inexistencia de la educación cívica nacional-institucional, porque de lo contrario, es muy probable que nos encontremos con constantes alternancias en el poder (principio básico de las democracias liberales), dada la volatilidad de los electores en el ejercicio electoral, instalándose el principio de libre mercado en los procesos democráticos, que solo se puede contrarrestar con educación cívica y no una pretensión resumida cada 4 años.
Una última reflexión:
Esta es la segunda vez en la historia en que aumenta la participación electoral en la segunda vuelta, al contrario de la tradición electoral previa.
¿Habrá cambiado para siempre la participación electoral en Chile? ¿Habrá cambiado la tradición electoral o será que son dos procesos consecutivos claramente circunstanciales? Mientras se desarrollan estos eventos y caminos de las instituciones públicas, la cámara de diputados acaba de aprobar la extensión del estado de excepción en la Araucanía, al día siguiente del triunfo electoral del candidato de la centro-izquierda.
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