Por María Victoria Peralta.- El tema del desarrollo sostenible en Chile ha ido en un progresivo crecimiento y en general en las políticas públicas, en el área económica en especial y en los medios de comunicación. Diversas industrias dan cuenta de las acciones que están haciendo para mejorar sus huellas de carbono, el uso de energías renovables, el reciclaje, programas para favorecer una menor contaminación, etc. Todo ello es valedero y debe incrementarse más aún, y en todas las fuentes productoras. Sin embargo, éstas y otras medidas que puedan desarrollarse en ámbitos como el transporte, la producción de alimentos, la construcción o en otros, no perdurarán si no se instalan estos temas en los valores, conocimientos y actitudes de la población de todos los niveles etarios.
En 2015, la ONU aprobó la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, especificando 17 objetivos concretos que van desde los temas más evidentes (energía no contaminante, ciudades y comunidades sostenibles, producción y consumos responsables, acción por el clima, vida de ecosistemas terrestres, etc.), hasta enunciados más sociales como: salud y bienestar, educación de calidad y alianzas para el logro de los mismos.
Cuando observamos los debates y comunicaciones sobre este tema en el país, llama la atención lo ausente que está el tema educativo que, como instancia formadora que es por excelencia, debe favorecer estos propósitos en todos los niveles educativos incluyendo las familias y comunidades para que niños/as y jóvenes, puedan aplicar en el hogar y sus territorios todo lo aprendido.
Es cierto que son contenidos que en parte están en los currículos oficiales del país, y que hay programas mas específicos para favorecer estos conocimientos, actitudes y prácticas, pero no son una generalidad. Nuestros jardines infantiles, escuelas y hogares, no son “verdes” aún, y no abordan temas más de avanzada en el desarrollo sostenible, que tienen que ver, por ejemplo, con asumir estilos de vida saludables con todo lo que ello implica.
Por tanto, con toda la situación mundial y nacional que observamos producto del acelerado cambio climático y de nuestras formas de vida y producción, urge acentuar este tipo de objetivos en todos los ámbitos y grupos sociales, ya que todos pueden aportar. Ello supone cambio de hábitos en alimentación, en el tipo de vestimentas, en los envases que utilizamos, en el ahorro de agua, en el reciclaje de muchos elementos, en plantar especies vegetales, en cuidar el exceso de ruido, en fin, es inacabable lo que se puede hacer. Sin embargo, cuando observamos nuestro actuar, vemos como mayoritariamente se continúa haciendo lo mismo de siempre; es imperativo el cambio para tener una vida más sana, humana y con proyecciones. En eso, la educación puede ayudar mucho, pero hay que potenciarla y darle su lugar en esta difícil tarea que debe asumir toda la humanidad.
María Victoria Peralta es educadora de Párvulos, Dra. en Educación y Premio Nacional de Ciencias de la Educación