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«The Vieux»: un comentario a las «Crónicas Haitianas» de Mariana Schkolnik

Por Fidel Améstica.- La política está en el aire mismo que respiramos, igual que la presencia o ausencia de Dios” (Graham Greene).

Mariana Schkolnik Chamudes no es blanca. El consenso visual entre la luz ambiente nos conduce al engaño. Sentada en el restaurante «The Vieux», vemos cómo esa misma luz solar caribeña le cambia la piel. No la quema ni tuesta; por el contrario, revela su verdadero pigmento dérmico. De mestiza morena pasa a mulata y, finalmente, a negra. Negra y encaderada en la pluma, cimbreándose como puede en las páginas de una vista privilegiada.

Por el género, la crónica nos hace creer que la mirada es externa, desde afuera. Quien narra pareciera que nos llevara por sus ojos hacia espacios del y los otros, en este caso, empapados de calor húmedo y bocanadas de cocinería callejera y texturas de basural resueltas en el espontáneo paisaje de la naturaleza. ¿Es ajeno este paisaje? Sí, en principio. Pero donde está la vida, vibra la desgracia y la miseria. De eso está hecha la humanidad, a fin de que el milagro tenga una oportunidad de manifestarse.

Nos subimos al cacharro de Yves Charles, y recorremos el tablero como una ficha según los dados que Dios —o su ausencia arroja— sin que nadie pueda encontrarlos ni ver cómo cayeron. Solo nos movemos por las casillas que nos ofrecen las palabras de la narración. Bocas desdentadas y dentaduras amarillentas y dinamitadas por la bastardía histórica de Haití, umbral por el que cruzó el viento independentista hacia la América subdesarrollada, tercermundista, en vías de desarrollo. La lengua de esas bocas nadie la entiende y no degusta más que la pudrición de un basural humano que percola en la memoria y el corazón.

Y sin embargo, ahí la vida se abre paso. Entre la pudrición del basural en cuyo interior animales muertos son banqueteados por hongos y gusanos. La vida se alimenta de la vida con la muerte. La barbarie nutre a los demonios a quienes los dioses quitaron la correa en vista de que fueron olvidados los rituales que los sostienen, cuando en el horizonte no hay más que la mera subsistencia. Ramas y carbón para cocinar en el suelo, agua en bolsitas de medio litro, gatos para la cena de Año Nuevo; «juguetes rotos y en desuso», ropas lavadas en «acequias pestilentes»; la violencia y la enfermedad; niños pedigüeños y muchachas como moscas alrededor de los extranjeros. Y todo relavado y relamido por el calor húmedo.

Un clima propicio para las misiones humanitarias. Qué palabra más destilada esta la del «humanitarismo». Oscuro vocablo que nos tizna el rostro verbal, y nos vemos más negros que los niños y mujeres embetunados de hollín en los recovecos de Puerto Príncipe. Los abusos tienen el gesto de la santidad y la humillación, el de la mano solidaria. Así se nos aparece el mar de la humanidad a través de la ventana mientras degustamos los platos y licores del «The Vieux». Pero no estamos fuera, sino que dentro de este pedazo de isla. Lo que ocurra y podamos ver en este rincón pequeño, es la tragedia que nos negamos a ver en toda la tierra.

Mariana Schkolnik Chamudes no es blanca. Nadie puede serlo bajo el sol de la memoria, no existen bloqueadores contra esa radiación. Y ahí es donde florece la polis, el lugar del encuentro y la convivencia, en ese aire pestilente y nauseabundo donde unos pocos costean su buen pasar a costa de las miserias del resto. Si el ser humano es un animal político, el zoon politikón de acuerdo a Aristóteles, la única forma de hacer respirable ese aire es que la palabra nos permita un reencuentro y aceptación de los unos a los otros, cuidándonos los unos a los otros, en redes que nos den cohesión y coherencia contándonos un cuento que nos hable al corazón, y así creer que lo posible es algo mejor y superior a lo que tenemos. Así me gusta leer estas Crónicas haitianas, con al menos una Desiré cuando todo se caiga, una cabrita que por fortuna tenga la inteligencia como para no comerse nuestra ropa en la esquina que nos tocó, expuestos a cualquier cosa, por fuera o por dentro.

Comentario del escritor Fidel Améstica en el lanzamiento del libro de Mariana Schkolnik, «Crónicas Haitianas» (ElPensador.io, 2022)