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Umberto Eco y el «fascismo eterno»

Por Antonio Leal.- El semiólogo, escritor y ensayista italiano Umberto Eco, fallecido en 2016, fue uno de los mayores intelectuales del mundo entre el siglo XX y los inicios del siglo XXI. Eco ya era relevante en la década de 1960 por “Apocalípticos e Integrados” y, en las décadas posteriores, por libros como “Los Límites de la Interpretación”, “Semiótica y Filosofía del Lenguaje”, además de sus textos sobre historia, arte y cultura del medioevo, novelas mágicas como “El Péndulo de Foucault“ o “Cementerio de Praga” y libros llenos de empeño político y cultural como “Migración e Intolerancia”. Sin embargo, Eco fue mundialmente conocido por su novela “El Nombre de la Rosa”, donde el protagonista investiga una serie de asesinatos en una abadía benedectina de la Italia del siglo XIV y que fue llevada al cine por el director francés Jean Jacques Annaud.

Pero hay un libro particular de Eco, “ Contra el Fascismo”, que surge del texto de una conferencia que dicta el 25 de abril de 1995 en la Universidad de Columbia (EEUU), para conmemorar el aniversario de la insurrección general de la Italia del Norte contra el nazismo y la liberación de Europa y que es publicada como libro, de tan solo 61 páginas, porque seguramente Eco quería revisar su propia vida infantil y juvenil bajo el fascismo y porque él estima que hay un “fascismo eterno”, un Ur-fascismo que aún nos rodea, aunque lleve traje de paisano y que puede volver en cualquier momento, aunque se disfrace de las formas más inocuas.

Eco nos revela que la fuerza del concepto fascismo, que aún hoy perdura en el lenguaje y sentido común de las personas en todo el mundo, quizás se debe a que ésta fue la primera dictadura de derecha en gobernar un país europeo y todas las demás dictaduras, de algún modo, encontraron un arquetipo en el fascismo de Mussolini. Como dice Eco, el fascismo italiano fue el primero en instalar una liturgia militar, un folclor, incluso una forma de vestir, con sus camisas negras, es decir, mitos, símbolos que contagiaron Europa en los años 30 del siglo pasado y que llevaron a la creación de movimientos fascistas en Gran Bretaña, Letonia, Estonia, Lituania, Polonia, Hungría, Rumania, Bulgaria, Grecia, Yugoslavia, España, Portugal, Noruega e incluso en varios países de América del Sur. Fue el fascismo italiano, dice Eco, que en aquellos años convenció a tantos líderes europeos liberales de que el régimen estaba llevando a cabo una interesante reforma social, y que proveía una alternativa livianamente revolucionaria y hasta anticapitalista, corporativa e intermedia, a la amenaza comunista que representaba la URSS.

Sin embargo, en su rigurosidad analítica, Eco no está convencido que sea la prioridad histórica una razón suficiente para explicar por qué la palabra fascismo se tornó “sinécdoque”, es decir, una palabra que puede ser utilizada para distintos movimientos totalitarios. Esto tampoco es porque el fascismo contenga en sí, en su esencia, todos los elementos que cualquier forma posterior del totalitarismo. Al contrario, dice Eco, el fascismo no tenía esencia, era un totalitarismo confuso, un collage de distintas ideas políticas y filosóficas, una colmena de contradicciones.

Eco se pregunta: ¿Es posible concebir un movimiento totalitario que  logre juntar monarquía y revolución, ejército real y milicia personal de Mussolini, los privilegios concedidos a la Iglesia y una educación estatal que exaltaba la violencia y el libre mercado? A la vez, era un régimen represivo. Gramsci fue mantenido en prisión hasta su muerte, Matteotti y los hermanos Rosselli fueron asesinados, la libertad de prensa suspendida, los sindicatos desmantelados, los disidentes políticos confinados en islas remotas, el Poder Legislativo se volvió pura ficción y del Ejecutivo, que controlaba al Judicial, así como los medios, emanaban directamente las nuevas leyes, entre las cuales la de defensa de la raza que representó el apoyo formal italiano al Holocausto nazi.

Todo ello es lo que hace categorizar a Eco al autoritarismo de Mussolini como un fascismo fuzzi, vago, un instrumento que se sostiene en la muchedumbre y en la naturaleza sincrética de los símbolos que exalta. Lo distingue la consigna por encima de la discrepancia. Tales características no pueden reunirse en un sistema; muchas se contradicen entre sí y son típicas de otras formas de despotismo o fanatismo. Pero es suficiente que una de ellas se presente para hacer que se forme una nebulosa fascista.

 

Es a partir de este cúmulo de contradicciones que Eco se encarga de ofrecer las claves para reconocer el fantasma del “fascismo eterno”, Ur-Fascismo,  y brinda los instrumentos que lo caracterizan preocupado de que el presente y el futuro no se parezcan a ese peor pasado que él vivió en la Italia fascista desde muy niño. Veremos cómo en estas categorías aparecen nítidamente también características de los regímenes autoritarios que vivimos en América Latina por decenios e incluso conductas autoritarias que hoy se observan y están inspiradas en estas categorías del Ur-Fascismo :

 

1.- El fascismo italiano fue tradicionalista lo cual implica un rechazo a la modernidad que se intentaba, en la demagogia del régimen, hacer aparecer como una condena a la vida capitalista, pero que en fondo era el rechazo al espíritu y los principios de la Revolución Francesa, al iluminismo que inspiraba el liberalismo, pero también a otras corrientes de pensamiento. El iluminismo, la edad de la Razón eran vistos como el inicio de la depravación moderna al punto tal, nos subraya Eco, que el Ur-Fascismo se puede definir como “irracionalismo” y antiliberalismo desde el punto de vista político, cultural y valórico.

2.- El irracionalismo fascista valora la fuerza y la acción por encima del intelecto, es el culto de la acción por la acción. La acción es bella en sí misma, por lo tanto, debe realizarse antes de y sin cualquier reflexión. Pensar es una forma de castración. La desconfianza hacia lo intelectual hace que el pensamiento crítico del país quede herido de muerte. Por eso, la cultura es sospechosa en la medida en que está identificada con el pensamiento crítico. Los intelectuales fascistas oficiales estaban empeñados principalmente en acusar la cultura moderna y la inteligencia liberal de abandono de los valores tradicionales.

3.- Utilización del miedo a lo diferente: El Ur-Fascismo crece y busca el consenso disfrutando y exacerbando el natural miedo de la diferencia. El desacuerdo es, además, una señal de diversidad. Por ello, es la estigmatización de minorías que no encajan exactamente en el arquetipo de «ciudadano medio» o que viven a través de formas de expresión cultural distintas es frecuente en regímenes fascistas. Esto permite reforzar la idea de identidad nacional, que puede servir para reivindicar cualquier objetivo político. El Ur-Fascismo es, por lo tanto, racista y discriminador de todo lo extraño, del otro, por definición.

4.- El Ur-Fascismo proviene y se nutre de las frustraciones individuales o sociales. Lo que explica por qué una de las características de los fascismos históricos ha sido apelar a las clases medias frustradas, desvalorizadas por alguna crisis económica o humillación política, asustadas por la presión de los grupos sociales subalternos.

5.- El Ur-Fascismo dice que su único privilegio es el más común de todos: haber nacido en un mismo país. Este es el origen del “nacionalismo”. Además, los únicos que pueden proveer una identidad a las naciones son los enemigos. Así, en la raíz de la psicología Ur-Fascista está la obsesión del complot, posiblemente internacional. Los seguidores tienen que sentirse sitiados. El modo más fácil de hacer emerger un complot es hacer una apelación a la xenofobia y a formas de nacionalismos extremos.

6.- El Ur-Fascismo no puede dejar de predicar un “elitismo popular”. Todos los ciudadanos pertenecen al mejor pueblo del mundo, los miembros del partidos son los mejores ciudadanos, todo ciudadano puede (o debe) volverse miembro del partido. Desde esta perspectiva, cada uno es educado para volverse un héroe. En cualquier mitología, el “héroe” es un ser excepcional, pero en la ideología Ur-Fascista el heroísmo es la norma. Este culto del heroísmo está estrechamente ligado al culto de la muerte: no por casualidad la consigna de los falangistas españoles, que ha inspirado a los falangistas era: “¡Viva la muerte!”.

7.- El Control y represión de la sexualidad, en especial de la femenina, es un sistema propagandístico gracias al cual se piensa en el proyecto político incluso en los momentos más íntimos y domésticos. Por otro lado, también permite reprimir minorías, ya sea a partir de su orientación sexual o por el modo en el que se concibe lo sexual y afectivo. El Ur-Fascista transfiere su voluntad de poder para cuestiones sexuales. Este es otro origen del machismo que implica desdén por las mujeres y una condenación intolerante de hábitos sexuales no-conformistas, de la castidad a la homosexualidad.

8.- El Ur-Fascismo se basa en un “populismo cualitativo”. En una democracia, los ciudadanos tienen derechos individuales, pero el conjunto de los ciudadanos solamente es dotado de impacto político desde el punto de vista cuantitativo (las decisiones de la mayoría son acatadas). Para el Ur-Fascismo los individuos en cuanto individuos no tienen derechos y “el pueblo” es concebido como una calidad, una entidad monolítica que expresa “la voluntad común”.

9.- El pueblo es, así, solamente una ficción teatral. Para tener un buen ejemplo de populismo cualitativo, dice Eco, no necesitamos más de la Piazza Venezia o del estadio de Nuremberg. En nuestro futuro se dibuja un populismo cualitativo TV o internet, en el cual la respuesta emocional de un grupo seleccionado de ciudadanos puede ser presentada y aceptada como la “voz del pueblo”.

10.- Existencia de un líder carismático que representa al pueblo. El líder es el reflejo del pueblo y, como tal, habla en su lenguaje y trata de expresar las mismas preocupaciones que el estereotipo de la parte de la población a la que apela. Sus decisiones personales y sus gustos y preferencias son tomadas como un asunto público, ya que es la encarnación de la voluntad popular.

En su ensayo Eco alertaba frente a la sombra alargada de un fenómeno que no se restringe al ámbito político ni tiene fecha de caducidad, ya que “aunque los regímenes políticos puedan ser derrocados y las ideologías criticadas y destituidas de su legitimidad, por detrás de un régimen y su ideología hay siempre un modo de pensar y de sentir, una serie de hábitos culturales, una nebulosa de instintos oscuros y de pulsiones insondables”. Modo “de pensar y de sentir”, “hábitos culturales”, que puede ser el germen de una nueva ola fascista, y aunque el término es utilizado con frecuencia hoy con una cierta liviandad para caracterizar fenónemos políticos o culturales a veces hasta contradictorios, no hay duda que el fascismo es un monstruo con muchas caras.

Antonio Leal es Sociólogo, Doctor en Filosofía, Director de la Escuela de Sociología U Mayor