Por Hugo Cox.- En el país se instaló durante mucho tiempo un relato que impugnaba a los gobiernos de la Concertación, y el trabajo realizado por ellos, catalogando las políticas implementadas como tendientes a mantener el neo liberalismo.
La revuelta de Octubre amplió la crítica, y la ciudadanía depositó su esperanza en las nuevas generaciones, en que el lema era “que se vayan todos”. La generación que gobernó es expulsada de la segunda vuelta presidencial y de la Convención constituyente. De hecho, el 41% de los constituyentes tenía una edad inferior a 39 años. Esa nueva generación también eligió al Presidente más joven de la historia de Chile, más joven que Blanco Encalada. La ciudadanía vio en esta nueva generación, una sin los vicios de la generación pasada y con un portafolio de soluciones que podría terminar con los conflictos que arrastraba la sociedad.
Pero una vez que el gobierno asume, se ve que la superioridad moral (manifestada por Giorgio Jackson) tenía muchos límites como, por ejemplo, se instala la “amistocracia” como forma de cubrir las posiciones de gobierno; por otra parte se ve un gobierno que improvisa, con un discurso cargado al verso y muy poca prosa; a esto hay que agregar la soberbia y la moralina, que han ido defraudando a la ciudadanía. Una manifestación de lo anterior es la derrota en el plebiscito que, al parecer, no es asumida. No olvidar el discurso de que eran unos adelantados para su tiempo.
Lo anterior va quedando atrás, ya que la realidad concreta ha obligado a ciertos cambios de gabinete incorporando personas con experiencia de gobierno, y reconociendo que ha habido una experiencia de “30 años”. No fueron negativos para el país. La derrota en el plebiscito ha ido cambiando el lenguaje y las actitudes. Pero lo anterior no es válido si el Presidente no lograr alinear a una parte de su generación, que no acepta la derrota y sigue anclada al proyecto que les dio vida.
Si no logra alinear a su sector, seguirán presentes salidas de libreto como la del senado Latorre contra los partidos de su coalición como son el PS, PPD PR y Liberales.
Las actuales condiciones no permiten posiciones ambivalentes, ya que hay que asumir que se instala un parlamentarismo marrón, y una dispersión interna que hace difícil sumar aliados para proyectos, votaciones, etc.. En ese escenario más que nunca debe aunar voluntades y encontrar la paz al interior de sus dos coaliciones, el gobierno debe comprender que para muchos de sus aliados o posibles cercanos, su rumbo no debe ser una amenaza.
Los tiempos que vienen son complejos ya que la situación internacional se agrava cada día y afecta directamente al país: crisis económica, guerras (Rusia-Ucrania, Corea del Norte y los misiles sobre Corea del Sur, etc.), la democracia cuestionada, desigualdad y pobreza en aumento, post pandemia muy compleja… todo ello sin duda tiene influencia en el medio local.
Ahora se debe tener presente que el gobierno no puede gobernar con una sola coalición: necesita integración de las coaliciones y ampliar el arco para, de ese modo, lograr mayor solvencia política, pero quienes están detrás del gobierno, deben asumir un mismo relato donde no haya espacio para dos discursos.
El tiempo que viene es muy complejo. El gobierno, junto con solucionar los problemas de orden interno (que son urgentes), no debe remitirse al control de daños como estrategia, sino que debe crecer hacia el centro, lo que dejara a muchos muy dolidos dentro de su coalición.
Al ser gobierno se debe asumir los costos de esto, y no solo son beneficios. En síntesis, llego la hora que frente a una sociedad que muestra fracturas profundas, que el gobierno anterior y menos este que está debilitado pueda dar un salto para solucionar lo antes descrito, ya que hay que dotar a la sociedad de un sentido común, un sentido de nación.