Por Hugo Cox.- Ojalá la crisis sanitaria provoque el despertar de la razón generando plena conciencia de la fragilidad y de la interdependencia de los seres humanos.
El solo hecho de entregar datos estadísticos que dan cuenta en términos cuantitativos del avance de la epidemia, tanto a nivel local como planetario, hace visible un drama complejo que desnuda la fragilidad de los sistemas de salud y, a su vez, la falta de previsión de los gobiernos que tuvieron una ventana de aproximadamente dos meses para preparar la amortiguación del fenómeno, y que nos delatan la falta de garantías en el control de esta crisis que se ha transformado en un verdadero atentado a los derechos humanos.
Vemos que en el caso de Chile las medidas tomadas han sido cuestionadas y han enfrentado una fuerte resistencia de entre dirigentes locales (Alcaldes) y personas en general.
En las actuales condiciones, con crisis de salud, crisis económica que empieza a emerger con fuerza, y crisis sociopolítica, surge como única posibilidad de darles un curso ordenado el aplicar más política, y por tanto debemos defender la democracia frente a cualquier intento de buscar atajos para su solución, esto no admite debilidad, ya que la política es en el fondo buscar puntos de acuerdo entre posiciones divergentes.
El día viernes recién pasado Alicia Bárcena secretaria ejecutiva de la CEPAL (organismo ligado a las Naciones Unidas) entrega un sombrío panorama económico para América Latina que vive de la exportación de materias primas, en algunos casos del turismo (fundamentalmente algunos países de América Central), y de las remesas (América Central, México y otros). Algunos antecedentes que entrega dan cuenta de que si se provoca una caída del 5% del ingreso medio de la población activa, el número de personas en extrema pobreza pasaría de los 67,5 millones actuales a 82 millones, y si esta caída fuera del 10% la misma pobreza aumentaría a 90 millones.
La secretaria ejecutiva de la CEPAL ha dicho: “El mundo enfrenta una crisis sanitaria y humanitaria sin precedentes en el último siglo”, y agregó que “el mundo no va a ser el mismo después de esta pandemia, y la reactivación económica va a tomar un tiempo, esta no es una crisis financiera, sino de salud y bienestar; y va a ser imprescindible el rol del Estado y no del mercado: es el Estado, lo público lo que nos va sacar de esta crisis. No podemos transitar por los mismos caminos que nos han traído a estas grandes brechas”.
Dijo también que “estamos ante un cambio de época, de paradigma, y tenemos que cambiar el modelo de desarrollo… La integración regional es esencial para enfrentar la crisis más allá de las diferencias políticas. Lo más urgente es reconstruir las cadenas regionales de valor para disminuir la volatilidad externa. Es quizás una oportunidad para mirarnos hacia dentro”. Agrega que “esta vez el salvavidas no van a ser las materias primas, el impulso va a venir de paquetes fiscales” para lo cual se requiere “un recorte o un reperfilamiento de su deuda”. Se necesitan medidas “que están fuera de la caja, innovadoras: necesitamos que el Fondo Monetario y el Banco Mundial nos ayuden”.
Chile no es una isla: es parte de este mismo problema complejo, y necesita por lo tanto pensarse en un proyecto de largo plazo, que dé origen a un nuevo gran relato, a una nueva construcción que implique un país más inclusivo, más igualitario, y que los bienes públicos (Salud, Educación, y Bienestar) sean de calidad y oportunos. CEPAL entrega un camino, pueden haber otros, pero ya debemos discutirlos, los tiempos se acortan y los conflictos aumentan.
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