Por Alvaro Medina J.- Cuando Sandra Migliore escribió en 2014 el libro “Raza de víboras. Memorias de una novicia”, probablemente no imaginó que su historia como víctima de abusos al interior de una congregación religiosa argentina iba a reflejar la vivencia de muchas mujeres.
Y es que la vida religiosa femenina está tan llena de víctimas como en los hombres, pero mucho más silenciadas, que la existencia de las monjas en la Iglesia Católica tiene un carácter secundario, más oculto.
Fue su experiencia, junto con la de Valentina Rojas, la que dio forma a una historia que, incluso habiendo llegado al Vaticano, fue enterrada formalmente, pero expuesta en la sociedad.
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Ambas conversaron el ElPensador.io y nos contaron su experiencia, el silencio de la Iglesia, y la manera en que la historia tomó forma en la película “Caminemos Valentina”, dirigida por Alberto Lecchi, que se estrena esta semana en Chile.
¿En qué congregación estuvieron?
Sandra: En las Hermanas Educacionistas Franciscanas de Cristo Rey que están Argentina, Uruguay, Paraguay. Son eslovenas de origen. A partir de ahí me contacta en 2017 Alberto Lecchi, porque Eliseo Subiela había leído el libro y me da una devolución, me dice que le había gustado mucho y que él se imaginaba una película con cada capítulo que leía, pero que él no se dedicaba a ese tipo de cine y que estaba en otros proyectos. En realidad después me dijo Alberto que él estaba enfermo porque de esto después falleció, pero Subiela me pide permiso para dárselo a Lecchi y, bueno, yo le dije que sí, que viniendo de parte de él que se lo dé a quien quiera (el libro). Y , bueno, y pasó el tiempo, creo que dos años ,y Alberto Lecchi se comunica conmigo preguntándome, en primer lugar, si yo tenía los derechos del libro, y le dije que sí y que no se lo había dado a nadie para nada. Entonces él viaja con (Paula) Sartor, creo que a los meses, a Justiniano Posse que es el pueblo donde vivimos nosotras en la provincia de Córdoba, y viene con el libro todo subrayado, y nosotras le contamos la realidad que habíamos vivido ambas y completamos toda esa historia desde nuestra historia, que no está reflejada en el libro. Entonces Alberto dijo, bueno, hay una historia detrás de este libro… cuéntenmela. Y en base a eso él arma la película.
¿Cuánto tiempo estuvieron en la congregación?
Sandra: Yo estuve 8 años…
Valentina: Y yo 20…
Entonces eran más que novicias…
Valentina: Sí, yo hice el noviciado en los años 90, profesé en abril del 91. Hice los votos perpetuos en el 97 y estuve 20, casi 21 años, en la congregación. Salí en el año 2011. Harto tiempo.
Conozco los temas de abuso en congregación, y generalmente lo que uno alcanza a saber es sólo la punta del iceberg de una situación que generalmente es sistemática. ¿Ustedes son la punta del iceberg? ¿Conocen más?
Sandra: De lo que vivimos nosotras, de que caímos en manos de una maestra de novicias que era la persona encargada de formarnos y la cual duró en su cargo aproximadamente diez años, sabemos de muchas víctimas de ella a lo largo de toda esa década. Yo fui del primer grupo que cayó en manos de ella, porque cuando ella se inició como maestra de novicias yo ingresé al noviciado con doce personas más, alguna menor de edad.
¿A qué edad entraban de novicias?
Sandra: Antes al aspirantado, a postularse a la vida religiosa había chicas de 12 años.
Valentina: Había niñas que entraban a los 12, 13 años. Cuando yo entré, tenía 15 recién cumplidos y había compañeras que tenían 15, pero estaban desde los 12 estaban, hacía 3 o 4 años que estaban con las hermanas y viviendo ahí.
Valentina: Bueno, yo ingresé a los 15. Ahora creo que ya hay más restricciones. Ahora menores de 18 no permiten en las congregaciones ingresar.
Sandra: Igual ya no hay tanto…
Valentina: Casi no hay vocaciones.
Ahora respecto a ustedes, ¿cómo las golpeó en la fe?
Sandra: Yo con la Iglesia Católica no tengo ningún vínculo. No quiero tenerlo, no lo necesito, no me interesa. Esa es mi postura. Fe, si primero uno se piensa qué es la fe, es aferrarse a algo que no lo puedes comprobar, pero que te ayuda, pensando en algo trascendental. Uno tiene fe porque piensa que se va a morir y se va a ir al cielo. Eso es lo que te dicen básicamente en la iglesia, y yo modifiqué mi creencia: pienso que hay como una energía que nos unifica a todos, y nada más. No sabría definir. Será porque no necesito aferrarme una fe en este momento de mi vida. No creo que la fe o la religión de una persona pase por institución religiosa. No lo creo, más bien creo que eso condiciona al ser humano, lo limita.
Valentina: Yo hice todo un proceso dentro de la congregación, como estos matrimonios en que el divorcio empieza mucho antes desde que se firma… Bueno, eso sería un buen ejemplo de lo que me pasó. Empecé a cuestionar algunos dogmas de la Iglesia Católica Apostólica Romana siendo religiosa, y ya en el ejercicio de los cargos que tuve porque fui representante legal, por ejemplo, de muchos colegios, ya de alguna forma manifestaba estos cuestionamientos que tenía con respecto a cosas de la fe. Y, bueno, al día de hoy te puedo decir que no creo en los dogmas de la Iglesia Católica. Me parece que hay que respetar a toda persona que tiene una creencia, la fe que necesita para vivir o la ayuda en su vida diaria, y no tenemos por qué cuestionarla ni despojarla de esto, sea musulmana, sea Testigo de Jehová, sea sintoísta, sea budista o sea católica, protestante… lo que fuere. Me parece que toda fe que le ayuda a una persona a vivir su humanidad mejor, está bien. Los fanatismos no ayudan a nadie, yo estoy en contra de cualquier fanatismo, pero particularmente yo creo en el ser humano.
Sandra: Yo también agrego algo que pienso… que el estado de vida religioso, vivir en una comunidad, para mí no tiene sentido. Es un estilo de vida que yo espero que con el tiempo tienda a desaparecer.
Antinatural…
Sandra: Sí, sí… Eso de aislarse se puede hacer en un estado laico, por eso yo tengo esa esperanza y me alegro cuando me dicen no hay vocaciones en las congregaciones. Aparte, mientras existió, es un estado totalmente hipócrita, porque… ¿por qué yo me metí en el convento? Porque vi en la teoría algo que después no lo encontré en la práctica y me desilusioné totalmente. Una persona que abusa de menores que tiene a su cargo y teóricamente reemplaza a la mamá, porque es más cercana… las manosea, las abusa. Entonces yo aprendí a mis 15 años que existían personas mayores que abusaban de niños. Nunca en mi pueblo existió la necesidad de que mis padres me expliquen que existía eso, por más que hubiese existido. Es como que mi estado de pureza se empezó a ensuciar en el convento.
Valentina: El libro de Sandra aborda desde un lugar muy irónico y mordaz todo esto que ella vio. Lo del voto de pobreza, cómo no se vivía; lo del voto de obediencia, cómo algunas lo vivían y otras no. Lo del voto de castidad y todas estas cuestiones. La desilusión de este estilo de vida…
Sandra: Con testimonios concretos que pasaron realmente, cómo borré todo lo que puede decir un manual o una constitución de una congregación, por eso espero que desaparezcan…
¿El libro está en Chile?
Sandra: No, no… Cuando yo lo edité lo hicimos con una editorial muy chica, y bueno en realidad pagamos cada libro nosotras. Hicimos 500 libros porque no teníamos más dinero y no sabíamos si lo íbamos a recuperar, y los vendimos en las ciudades donde esta congregación estaba. Nos los sacaron de las manos…
Valentina: Se agotó, y ahora con esto de la película hay una edición nueva que agrega y tiene el título de la película, pero tiene el libro completo que lo realizaron y lo corrigieron con una corrección muy bien hecha. Nosotras fuimos leyendo página a página, yo leía en voz alta, y quedó muy bien realmente, quedó armado muy hermoso. Es interesante, porque nosotros notamos que quien leyó el libro y ve la película entiende mucho más cosas que en la película están esbozadas como en una escena y en el libro están dentro de un contexto y se entiende mucho mejor. Por eso lo traigo a colación.
Ustedes lo denunciaron a la jerarquía eclesiástica en Argentina… ¿cuál fue la recepción que hubo allá?
Sandra: Nada… en un cajón. Porque en realidad las denuncias se hacen en el 2009, porque dentro de la congregación surgen -eso sí, una tramoya política-. La provincial, que es la máxima autoridad de la congregación, quería volver a poner a la abusadora como maestra de novicias. Entonces, una monja que viajaba a Roma para hablar a la Madre General empezó a recopilar las denuncias, pero también en una manera indirecta de aserrucharle el piso a la provincial .
Valentina: Era una jugada política de esta otra monja que era totalmente contraria (a la provincial) y lo usaron… Sirvió como una excusa. Pero qué pasó: destaparon una olla que no pensaban que iba a ser tan grande. Pensaban que iba a quedar dentro de los límites de la congregación, pero estas denuncias trascendieron y llegaron a muchas ex monjas, e inclusive obispos, y entonces como que la bola de nieve se hizo bastante grande. Y hubo alguien de todas estas que dijo “empecemos a hacer que no quede en anónimos, empecemos a hacer denuncias eclesiásticas… si lo civil está prescripto, vamos por lo eclesiástico”. Entonces empezaron a presentarse al obispo para hacer una denuncia eclesiástica para iniciar un sumario eclesiástico y que esta mujer fuera expulsada de la congregación. No sabemos cuántas denuncias recopiló ella, que fue la promotora, esta religiosa…
Sandra: Nosotras tenemos las nuestras y las de otras chicas y algunas conocidas…
Valentina: Pero en realidad en la carpeta original ¿cuántas llegaron a Roma? No lo sabemos. Sospechamos que había 10 o 12, pero con seguridad no lo sabemos. Al llegar a Roma la Madre General toma dimensión del escándalo que había en Argentina y en un mes está acá, en tres semanas organiza el viaje. Cuando viene a Argentina por las denuncias llega a entrevistarse conmigo, con Sandra… no sabemos con cuántas más. Cuando ella va Uruguay -porque en Uruguay residía en este momento la abusadora- cuando ella llega a Uruguay, esta mujer no está, el día anterior desapareció…
Sandra: Se fue a Venezuela, se cambió el nombre y sigue siendo monja y sigue trabajando en una congregación…
Valentina: … con la ayuda del ministerio de Culto. Si vos sos médico y vas a trabajar a un hospital en Colombia, tenés que llevar un título avalado. Ella no podía presentarse con un hábito y decir “yo soy monja de Argentina, de tal congregación, recíbanme”. Ella hizo todo un trámite a través del Ministerio de Culto. Esta provincial que estaba le avisó que las denuncias habían ido a Roma e hizo los trámites en el Ministerio de Culto para conseguirle un lugar en Venezuela y la metió en otra congregación. Nos enteramos mucho después. Ella se había escapado, se había fugado.
Sandra: Ni siquiera le dio la posibilidad a la Madre General de separarla de la congregación para después…
Valentina: Huyó como una rata, no se enfrentó a nadie. Nosotros esperábamos un careo, esperábamos que ella se defendiera y dijera “no”. Pero era tan abrumadora la cantidad de denuncias, evidentemente, que ella se escapa. Y años después, yo ya fuera de la congregación, nos enteramos por terceros, por internet -que todo lo sabe y todo lo ve y todo lo encuentra- una foto de internet, un sitio de Twitter de un asilo de ancianos donde esta religiosa está instalada…
Sandra: Te digo el nombre el nombre de ella, el legal… es Leopoldina Fleitas. En la congregación donde estábamos nosotros era Viviana Fleitas, y en esta nueva donde se escapó se llama Victoria Fleitas. El nombre muy significativo, como que ganó… se fue con la victoria
Valentina: En la película es Viviana. En realidad tiene una base histórica, o sea, hasta el Concilio Vaticano II se consideraba que la vida religiosa -si bien no era un sacramento- pero era como un nuevo bautismo, como llevar a la plenitud el bautismo. Y, por eso, cuando hacías los votos, te daban un nombre. Los obispos te bautizaban. En la época en que yo entré, ya posterior al (Concilio) Vaticano, ya no te cambiaban el nombre, porque se entendía con el Concilio Vaticano II que la vida religiosa no es un nuevo bautismo, no puede haber un nuevo bautismo, sino que es como un llevar a la plenitud del bautismo, en el caso de la mujer, consagrándose totalmente a Dios. Entonces, bueno, te agregaban un nombre, por ejemplo, Valentina -que es mi nombre- “del niño Jesús”. Te agregaban un “del niño Jesús”, “de los Santos Apóstoles”, “del pesebre”, bueno, del santo que al obispo le pintara en este momento. Pero, bueno, te agregaban algo, digamos, pero era así.
Sandra: Después de eso, la mamá de Valentina recopiló las denuncias que teníamos nosotras y como ella es una persona muy practicante de la fe, con mucha ilusión, las ensobró, le escribió una carta al papa Francisco se la mandó a Roma y nunca obtuvo respuesta…
Valentina: En este momento, Francisco era, creo que era su segundo o tercer año de Papa, y estaba muy en boga en Argentina esto de que lo llamaba el diariero y lo saludaba… “el Papa me llamó, me saludó”; el taxista decía “me llamó, me saludó”. Entonces mi mamá como que esperaba que alguien le diera una respuesta de todo esto que ella se había enterado como mamá y que le dolía mucho.
Si pero el Papa en sus primeros años fue absolutamente ciego frente a esto. Recordemos que los primeros años él vino a Chile cuando estaba en boga el tema, por ejemplo del obispo en Osorno y él se negaba, con una conducta de absoluta negación, que después le rebotó en la cara, pero fue en sus primeros años de absoluta negación.
Valentina: Algo hizo porque la presión era mucha, pero cuando nosotros hicimos las denuncias él era arzobispo de Buenos Aires. Yo lo dije en alguna entrevista allá, que cuando yo voy a hacer la denuncia, que me la toma un monseñor que trabajaba en la curia, en el mismo lugar donde él (Bergoglio) vivía…
Sandra: De la mesa chica de Bergoglio…
Valentina: Entonces yo digo, Francisco ¿se tuvo que haber enterado? ¡Seguro! Porque este monseñor almorzó con él ese día y le habrá dicho… Y la monja secretaria de las Causas de los Santos, y trabajaba en la curia ocho horas diarias y lo conocía, o sea, compartía con él, ahí iba en un comedor, o sea que habrá almorzado con él y le habrá contado, inclusive se la habrá mostrado (la denuncia). O sea, era imposible que la desconociera… y ahí quedó en un cajón. Y luego él fue a Roma y cuando la Madre General viene, y cuando se cuando mi mamá envía las denuncias a Roma, él ya era Papa. Nunca hubo una respuesta ni una pronunciación ni nada al respecto. Quedó en un cajón en Roma y en el arzobispado, porque a mí me dan 3 copias: una para mí, una que se envía a Roma, y una que él me dice que va a quedar archivada, como custodia de que esta denuncia estaba hecha.
¿Y esta es la primera denuncia desde Argentina a Roma?
Valentina: En esa carpeta no sabemos cuántas fueron…
Sandra: Nuestras fueron seguro…
Valentina: Sí, tres sabemos que fueron. Creemos, por los dichos que nos han comentado otras víctimas, que ellas también lo hicieron en distintos obispados. Pero desde Argentina esta es la primera que llega a Roma.
Y no ha habido respuesta para ninguna otra tampoco…
Valentina: No.
Sandra: Nosotras conocimos una monja en el año pasado que es maestra de formadoras, o sea ella le da clases a las maestras de novicias de las distintas congregaciones. Y nos dijo – bueno, estuvimos conversando con ella, se angustió mucho- nos dijo que ella tenía llegada directa a Francisco, que le demos las denuncias, que ella se las va a dar de mano propia. Y nosotros le dijimos que no, para qué, le dijimos, para qué las querés, porque ahora después de tanto tiempo yo me negué a dar…
Eso fue ¿cuándo?
Sandra: En 2022…
Valentina: En realidad a nosotras no nos interesa, nuestro vínculo con la iglesia ya está terminado, o sea, es como que vos me digás que al Dalai Lama le vas a llevar… no me significa…
Esto de que haya llegado a Roma sin obtener repuesta abre otro flanco… ¿cuántas más denuncias habrá guardadas?
Sandra: Al papa, si le importa, lo primero que le importa es el caso de abuso de varones, porque afecta directamente a la iglesia. Si le importa… Imagínate de mujeres, las mujeres no tienen injerencia en la Iglesia Católica, no existen. Cuando vas a Roma, ves un montón de monjitas caminando por el Vaticano, trabajando, que son secretarias, lavanderas, cocineras, mucamas.
Yo les quería preguntar por la sensibilidad social no sólo en Argentina, en América latina en general. Hace poco un amigo mío, compañero universidad, era muy cercano, a él se había desaparecido, había sido abusado en un colegio jesuita en Antofagasta. Se había ido hace muchos años de Chile, se radicó en Miami, después de muchos años presentó una demanda. Pero en los medios, y en general, en la agenda noticiosa, en chileno no lo “pescó” nadie. Y él se extrañaba, porque se parecía al caso de Karadima. Pero la prensa no lo “pescó”. ¿Cómo han sentido ustedes a lo largo de los años y al llegar a este punto, la sensibilidad social y de la prensa respecto de los abusos en el mundo religioso?
Sandra: Yo, todo lo contrario… yo percibí mucha empatía, como se dice ahora, mucho interés. Que después se haya visto reflejado en ir al cine o no… Pero tanto en la ciudad donde vivo, que es muy pequeña, como en Buenos Aires, estuvimos en diferentes diarios y en medios diferentes tendencias, si se puede decir, yo percibí a la gente sensibilizada, me sentí tenida en cuenta. No sentí indiferencia ni golpes bajos. Sentí mucho respeto y realmente no me sentí en ningún momento ni discriminada ni señalada ni cuestionada mal. Pero, bueno, puede ser mi apreciación.
Valentina: Mucho interés de los periodistas. Inclusive ahora nos llamó un periodista que quiere hacer una entrevista y nunca podemos coincidir, y nos está buscando y él ya sabe de la película, pero a él le interesa la historia. Quiere tener la entrevista, quiere tener su espacio con nosotros. Hay interés.
Sandra: Ricardo Canaletti nos hizo una nota que está en Youtube…
Valentina: Este programa que se llama “Cámara del Crimen” queda grabado en YouTube, y ha tenido tantas vistas, cada vez más, y cada vez que entramos hay nuevas vistas al programa y nuevos comentarios, y hay gente que lo volvió a ver porque se ve que en el canal algunos programas que se han visto mucho los vuelve a poner en días feriados, en otros horarios. Y lo ha vuelto a poner y nos escribe gente que ha visto la entrevista, porque han vuelto a poner el programa, o sea que evidentemente ha suscitado interés. Y si vale de algo una representación pequeña, nosotros estamos en un pueblo de 12 mil habitantes. Todas las radios, que son cuatro o tres, el canal de televisión del pueblo, y la gente, toda está al tanto. Hay una gran empatía y solidaridad y mucha gente que te cuenta su historia. Porque esto de que 8 o 7 de cada 10 mujeres sufren algún tipo de abuso, es real; y las denuncias son sólo dos o tres. A lo mejor no son abusos que llegan al acceso carnal (en algunos casos, sí, y esto por ahí tiene una consecuencia médica o física y en algunos casos, no y no se denuncian por esto, ¿no?). O porque la familia lo acalla, porque ocurren en un contexto familiar y demás. O sea, mucha gente se siente reflejada en esta historia…
Sandra: Me ha pasado esto de personas narrando todo lo que le sucedió con necesidad de que le escuchemos…
Porque saben que van a encontrar empatía en ustedes…
Valentina: Y algo más que viene, volviendo a la historia de Viviana… Viviana fue 10 años maestra de novicias y durante ese tiempo no estuvo en las escuelas. Cuando empiezo a ser maestra de novicias tenía 33 años, y cuando deja el noviciado tenía 42, 43… Fueron 10 u 11 años. Sandra es del primer grupo, y yo soy del último grupo, que ella tiene de formandas. Pero después ella con 41 años, o 42, sigue yendo a las escuelas y hemos tenido algunos comentarios de alumnas que han tenido situaciones de ella, o de niñas del coro parroquial, que no sabíamos. O sea, nosotros lo que conocemos es de las que eran parte del grupo de formandas, pero esto ya es de las puertas del convento para afuera. Es más, la otra vez, hace poco, una niña del coro nos contó una situación que pasó: ella tenía 12 años y otra tenía 15. A ella no le gustaron algunas situaciones que le pasaron y nos contó una situación concreta con una niña 15 años, que dejó de ir al coro. Ella también dejó de ir al coro por los manoseos de esta mujer en el coro, o sea que ha habido más, y que seguramente va a haber más denuncias con esta mujer. Y son mujeres de hoy de 60 años y que nunca lo hablaron esto que le sucedió.
Para terminar, la película ¿Cómo las sienten? ¿las refleja? ¿qué significa para ustedes verse representadas en una obra como esa?
Sandra: A mí la película me gustó mucho. Me siento reflejada, e incluso las actrices que tienen acá para mí son buenísimas. Las dos “Sandra” son de acá, así que yo quería estar en este momento acá para agradecerle a Andreafilms, a Edgardo (Viereck), que pusieron a estas chicas a representarnos. La primera vez la miré con un poco de inquietud, para ver con qué me iba a encontrar. Si bien había leído el guion, pero me pareció una película muy sencilla, sin golpes bajos, hecha con mucho respeto. A mí me hizo bien. Para mí fue como el cierre de tantos años de parte mía de exponerme, con lo que me había pasado. Yo con esto ya cierro, o sea, no quiero más hablar del tema ni revolcarme en el pasado. Creo que uno tiene que avanzar y siento que soy una persona feliz, no tengo ninguna secuela ni voy a permitir que tenga alguna secuela, porque la vida es mucho más que eso. Dije lo que tenía que decir, se reflejó muy bien en la película y disfruto yo de que se haya terminado, digamos, que se haya cerrado esta historia con una manera tan linda de contarla que es a través del cine.
Valentina: La película es muy fiel a lo que nosotros compartimos con Alberto Lecchi. Es muy fiel, refleja la realidad tal cual. No hay nada que decir. Sintetiza algunos personajes, por la lógica propia de volcar años de vida, y de no confundir al que mira, al espectador, con tantas personas. Pero es muy fiel a la realidad. Y te digo, para mí fue años de terapia, porque con las actrices hicimos un trabajo de -tanto las que hicieron de la adolescencia como la actual- de más de un mes de charlas por el teléfono, videollamadas, y ese proceso de volver atrás para mí significó rebobinar el pasado, ponerle palabras a hechos muy dolorosos para que los compartiera alguien que los debía representar. Y terminamos llorando juntas y aprendí -en un momento se lo dije a Sara-… porque mirá lo que me pasó. Cuando Alberto me llama, el director, y dice “ya tenemos el nombre de la actriz que va a ser de Valentina adolescente, se llama Sara Margot”, yo dije, “pobrecita”. Me abrumó la situación, y entonces Sandra me dice “pero Vale, no es otra víctima, es una actriz”. Y ahí es como que me sacudió, digo, porque para mí era como que me hubiera enterado de otra víctima de Viviana. Fíjate cómo lo vivía, y cuando hablaba con Sara, lo compartí así, y fue una sanación. O sea, el hecho de poder ponerle palabras y contarle. Y fue también como mirar a mi Valentina adolescente, y de alguna forma perdonarle su debilidad, yo como adulta, mirar a esa niña que no se supo defender y abrazarle y decirle “está bien, hiciste lo que pudiste”…
Qué tremendo eso… la culpa… la vergüenza.
Sandra: Y a mí me pasó con Roxana Naranjo, que es la que representa a la abusadora, que cuando hablamos y ella nos decía “chicas, yo tengo que querer a mi personaje, por más que me toque hacer de la peor, primero tengo que querer a mi personaje para poder representarlo”. Bueno, la ayudamos contándole modales todas las cosas que nos habían hecho daño a nosotras, bueno, las tenía que representar. Y el día que la conocimos personalmente, que ya estaba vestida de monja porque iban a rodar, nos miró así y la abrazamos…
Valentina: Como diciendo “Aquí estoy”…
Sandra: No como perdonar, porque realmente es una persona que no me interesa, la original; pero de reencontrarme con una etapa, que no me haga mal a mí. Porque (la actriz) lo hizo muy bien.
Valentina: Roxy lo hizo muy bien, las caras, los gestos. Interpretó tan bien lo que le contábamos, de Viviana…
Sandra: Ella primero se horrorizaba y decía, “lo tengo que hacer”. Bueno, y con Gabriela (Robledo) y Jacinta (Torres) también. Gaby se puso el acento argentino…
Valentina: Gaby tomó gestos de Sandra…
Sandra: La gente que me conoce a mí y vio la película decía que tenía gestos míos, bueno, mi hermana por ejemplo lo dijo, mis vecinas. Ya el esfuerzo que hizo para que no se le note el chileno, que no lo tendría por qué haber hecho. Realmente vi el esfuerzo, a mí me gustó muchísimo como me representó.
Valentina: Estamos muy contentas.
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