Por Hugo Cox.- En las siguientes líneas intentaré dar respuesta a la interrogante del título. En el actual ciclo histórico, Chile se enfrenta a una serie de nudos en su trama, como en una obra dramática en que no se ve una salida, sino por el contrario, cada día se complejiza más.
La ciudadanía hoy, si bien está en “calma”, no por eso está menos atenta a lo que está ocurriendo. Los conflictos que se manifiestan intensamente a partir de octubre recién pasado siguen latentes, ya que no han sido resueltos. La actual epidemia puso en pausa la discusión sobre la nueva constitución y las reglas que deberían regir a la sociedad en los próximos años; puso en pausa la discusión sobre el papel del Estado; puso en pausa la discusión sobre el nuevo régimen político; puso en pausa la discusión de un nuevo proyecto estratégico de desarrollo.
Hoy la ciudadanía está atenta y analizando cómo el Estado y su clase dirigente conducen la crisis sanitaria, pone en cuestión las medidas tomadas y su pertinencia, pone en cuestión la información que se entrega. En síntesis, está analizando cómo las dirigencias del Ejecutivo (incluido el Presidente) conducen la actual situación, que es de un alto nivel de estrés colectivo.
El cuadro antes descrito no es más que el reflejo de una doble crisis. La primera de ellas es un lento agotamiento del modelo de desarrollo de capitalismo neoliberal, que jugó todas sus cartas y posibilidades a un mercado que se ha mostrado incapaz de incluir las expectativas sociales. Y, por otra parte, la crisis sanitaria que ha sido generada por el virus coronavirus. Este fenómeno ha generado dudas sobre la real situación de la red de salud y si está en condiciones de gestionar la crisis y su profundidad como se teme.
Estas dos variables son gestionadas hoy por un Estado débil, al igual que el Poder Ejecutivo (no olvidar que el Estado en una institución que surge con la modernidad). El actual Estado ha demostrado que no tiene las capacidades para mediar entre las diferencias sociales y menos representar los ideales colectivos y mitigar las consecuencias de la acumulación capitalista.
Lo que ha traído esta crisis doble y sistémica es la agudización de la debilidad del Estado y de quienes dirigen lo dirigen.
Esta crisis se ha hecho sentir en una población que tiene que actuar en condiciones difíciles y complejas, ya que cuando éstas rebotan en los sectores más complejizados, se agudizan más, tanto en el terreno político como en el económico. Por otro lado, los problemas tanto de las estructuras políticas y económicas no pueden resolverse si no es asumiendo un pensamiento crítico frente a la teorización que sustenta el actual modelo de desarrollo.
En síntesis, lo que podría emerger a partir de la actual coyuntura, es una política en que las diversas realidades se incluyan en el espacio público, tanto sus valores como sus necesidades, lo que permitiría equiparar las diferencias, lo que necesariamente supone generar un terreno para la negociación y la comunicación y avanzar en un camino con el otro. No se trata de conocer al otro, sino de caminar con el otro.