Alejandro Félix de Souza nos trae un maravilloso recuento de una entrevista Yuval Noah Harari en la que resume su posición sobre la historia y los homo sapiens.
Por Alejandro Félix de Souza, desde Panamá.- En el artículo de hoy vamos a mirar la peripecia humana (y cómo el viaje es tan, pero tan, relevante para el mundo de hoy) guiados por uno de los mejores “sherpa” con que contamos en el presente: Yuval Noah Harari, el historiador israelí que es uno de los principales intelectuales que reflexiona sobre cómo el pasado ayuda a esclarecer nuestro presente y nuestro futuro.
Para ello, vamos a integrarnos a una audiencia de jóvenes estudiantes y profesores que, en ese maravilloso esfuerzo de invitar a algunas de las mejores mentes del presente, hace la Fundación BBVA, en su programa de divulgación Aprendemos Juntos.
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Harari, con la mano de un hábil “contador de historias”, nos brinda su perspectiva carismática y de “detective” sobre la historia universal, mostrando cómo los acontecimientos del pasado están vinculados con nuestro presente y cómo enfrentamos importantes desafíos en los años venideros.
Y como hilo conductor, y en la misma vena de estos escritos, que son un viaje a ese niño, a ese muchacho que se asombraba con la peripecia humana y buscaba las conexiones entre hechos aparentemente inconexos, Harari nos cuenta la historia de “Los Imparables”, para que podamos entender cómo ese homínido débil y asustadizo aprendió a “tomar el volante” de su propia peripecia, e inició un largo (e imparable) recorrido, que nos trajo hasta el presente.
Desde muy joven, Yuval mostró un gran interés por la historia y el pensamiento humano, lo que sentó las bases para su futura carrera como historiador, escritor y filósofo. En 2011, publicó su primer libro, «Sapiens: De Animales a Dioses«, que se convirtió en un éxito global. Esta obra explora la evolución de la humanidad desde sus orígenes hasta la actualidad, recibiendo aclamación de la crítica y ganando reconocimiento a nivel internacional.
Tras la positiva recepción de «Sapiens», Harari decidió centrarse en la escritura y la divulgación de ideas. En 2015, lanzó su segundo libro, «Homo Deus: Breve Historia del Mañana«, el cual examina las posibles direcciones que podría tomar la humanidad en el futuro, considerando el papel de la tecnología y la inteligencia artificial.
Su tercer libro, «21 Lecciones para el Siglo XXI«, fue publicado en 2018 y aborda los desafíos y problemáticas actuales que enfrenta la sociedad, desde la política y la tecnología hasta la desigualdad y el cambio climático.
En su último libro, «Imparables», Yuval retoma pensamientos de su obra «Sapiens» de manera audaz y admirable. A través de una lectura sencilla y hermosas ilustraciones, logra cautivar nuevamente a sus lectores, en este caso, niños y jóvenes.
Y ahora, dejemos hablar a Harari. Aquí les compartimos algunos pasajes de su conversatorio:
“Uno de mis primeros recuerdos es de cuando tenía seis años y vivía en Israel. Estaba viendo la tele, era 1992 y me fascinó y me horrorizó a partes iguales ver las imágenes y vídeos de la guerra de las Malvinas. Hubo algo en concreto que se me quedó grabado en la retina hasta hoy: que los argentinos hundieron un buque británico, el Sheffield. Vi por la tele cómo se hundía ese enorme buque de metal y luego pusieron una entrevista de un soldado británico”.
“No recuerdo qué contó, pero dijeron que había muerto en el hundimiento. No entendía que pudiese verlo hablando si habían dicho que había muerto. Tenía seis años y dos preguntas me asaltaron que aún me intrigan al día de hoy. Fueron las que me motivaron a ser historiador. La primera pregunta es: «¿Por qué hay tanto sufrimiento en el mundo? ¿Por qué la gente es tan cruel y mala con los demás? ¡Qué manía tienen con tanta guerra y tanto matarse unos a otros!». Y la otra pregunta era: «¿Qué pasa cuando la gente se muere? ¿Qué le pasó al soldado del buque cuando murió y lo enterraron? Ahí estaba yo, viéndolo hablar en la tele, pero estaba muerto. ¿Dónde estaba en realidad?». Esas dos preguntas me llevaron a estudiar Historia, a descubrir cómo llegamos hasta aquí.
Como historiador, sigo indagando en esas dos preguntas: qué da lugar a tantas guerras en el mundo y, en términos más generales, a qué se debe tanto sufrimiento. ¿De dónde viene? Pero también de dónde sacamos esas historias que nos trasmitimos unos a otros. ¿De dónde salen? ¿Son ciertas o alguien se las inventó en algún momento hace miles de años, se las contó a varias personas, que a su vez se la contaron a otras y así hasta que me las contaron a mí?
La Historia no concierne solo el pasado, también el futuro. En realidad, cuando estudiamos la historia, lo que buscamos es entender a la gente, por qué la gente actúa de cierta manera y si pueden actuar de otra. Tengo la esperanza de que, si logramos entender cómo se comporta la gente, podamos aprender a ser mejores.
Primera pregunta – Mi nombre es Erika y tengo doce años. En tu último libro explicabas la historia de la humanidad para niños y jóvenes. ¿Somos los humanos imparables?
El libro se titula «Imparables». «Imparable» se puede entender de dos maneras distintas. Por un lado, significa que los seres humanos somos el animal más poderoso del mundo y nadie puede pararnos. Ni los leones ni los elefantes ni las ballenas. No pueden detenernos. Tenemos mucho más poder que ellos.
Por otro lado, el otro significado de «imparable» es que tampoco podemos pararnos a nosotros mismos. A menudo, poco importa lo que logremos, no nos vale. No nos satisface. Siempre queremos más. No tenemos límite.
Un rey que manda sobre un reino, pronto quiere conquistar otro. Esa es la razón de que siempre causemos tanto caos y estragos por el mundo, porque no sabemos cuándo parar, y cómo quedarnos satisfechos con lo que tenemos. También significa que, aunque seamos los animales más poderosos del planeta, no implica que seamos los más felices. Para ser feliz no hace falta tener poder, basta con estar satisfecho con lo que tienes. Y eso es algo complicadísimo para los seres humanos.
Creo que el mayor problema de los humanos del siglo XXI es que tenemos tanto poder, que no solo podemos acabar con otros animales, sino que corremos el riesgo de acabar con nosotros mismos. Si no encontramos la manera de convertir ese poder en felicidad, si no logramos estar satisfechos con lo que tenemos en lugar de seguir aspirando a cada vez más y más, hay muchas probabilidades de que acabemos con nosotros mismos.
Segunda pregunta – Yuval, uno de los cuentos que utilizas para explicar la evolución del ser humano a los niños es «La isla de las Flores». ¿Podrías hablarnos de este cuento y por qué esta isla es tan especial para los seres humanos?
Uno de los descubrimientos más interesantes de los últimos años es que durante gran parte de la historia en la que ha habido humanos en el mundo, coexistieron muchas especies distintas de humanos. Los historiadores y los arqueólogos que hacen excavaciones para buscar vestigios de la antigüedad, tienen muchas pruebas de existían otras especies humanas. Una especie de la que quizás hayas oído hablar son los neandertales. Hasta hace 40.000–45.000 mil años, España no estaba habitada por humanos como nosotros, sino humanos de otra especie, llamados neandertales.
Había una isla en lo que ahora es Indonesia, la isla de Flores, habitada por una especie humana radicalmente distinta. Eran seres humanos muy pequeños, enanos, pero no como en los cuentos de hadas, sino seres humanos pequeños de verdad. Apenas alcanzaban el metro de estatura y pesaban en torno a 25 kilos, pero eran seres humanos. Creaban herramientas, sabían hacer fuego, cazaban, cazaban elefantes. Ojo, los elefantes también eran pequeños. En aquella isla había humanos y elefantes enanos.
Luego ocurrió lo que muchos miles de años después, descubrimos que se llama evolución, y la supervivencia del más apto. Lo que pasó fue que hubo una época en la que esa isla estaba unida al continente asiático. Entonces, los humanos y elefantes, grandes, que vivían en Asia, se desplazaron a esa zona, igual que a cualquier otra. Luego, subió el nivel del mar. El nivel de los océanos subió y ese trocito de tierra quedó aislado del continente. Se convirtió en una isla. Varios humanos y elefantes se quedaron atrapados en la isla de Flores. No había mucho que comer en Flores. Así que, a los humanos y los elefantes más pequeños, como necesitaban menos sustento, les era más fácil sobrevivir. Solemos dar por hecho que ser grande es una ventaja, pero no es así.
Hay ocasiones en la vida en las que conviene más ser pequeño, y esta era una de ellas, porque los de mayor tamaño fueron los primeros en morir. Los pequeños lo sobrellevaron mejor. Así, cuando el hombre más pequeño y la mujer más pequeña tuvieron descendencia, eran niños especialmente pequeños. Lo mismo ocurrió en la siguiente generación. Pongamos que, de cada cinco niños, los más grandes necesitaban más comida, como apenas había, morían, y los pequeños sobrevivían. Y así, generación tras generación, los pequeños sobrevivieron, dando paso a gente cada vez más pequeña. Tampoco había una diferencia abismal. Por cada generación quizá encogían un par de centímetros, pero después de varios miles de años, los humanos grandes se volvieron enanos y los elefantes grandes se convirtieron en elefantes enanos. Y eso es el proceso evolutivo.
Lo mismo nos ocurre a los humanos, no solo a los de Flores, todos evolucionamos. ¿Por qué ya no existen hoy en día? Esa es una de las grandes preguntas que investigan los historiadores. Parece ser que los llevamos a extinción. Nuestra especie, llamada «Homo sapiens», todos somos «Sapiens», vivíamos en África en la época en la que los humanos enanos vivían en Flores.
Cuando abandonamos África y nos expandimos por el mundo, algunos de los nuestros llegaron a la isla de Flores y en apenas unos miles de años desaparecieron los humanos enanos de Flores. ¿Qué pasó? Nadie lo sabe a ciencia cierta.
Tercera pregunta – Te sugiero viajar a los tiempos que se remontan al ser humano, al origen del ser humano. ¿Qué superpoder obtuvieron los «Sapiens» para poder gobernar el planeta de hoy?
Si os fijáis en nosotros, a nivel individual, no somos animales especialmente fuertes ni poderosos. Los elefantes son mucho más grandes y fuertes que nosotros. Las serpientes son venenosas. Las águilas pueden volar. Los delfines pueden nadar.
¿Qué hacemos nosotros? Si montásemos un combate de boxeo entre un ser humano y un chimpancé, el chimpancé ganaría fácilmente. No somos animales especialmente fuertes a nivel individual. Tampoco somos más listos que otros animales. Sí, sabemos muchas cosas que otros animales no, pero también, al contrario. Los chimpancés saben muchas cosas que yo ignoro. Lo que nos convierte en el animal más poderoso del mundo, es que podemos cooperar en grandes grupos, y cambiar nuestra forma de cooperar constantemente. Los grandes logros de la historia se debieron a nuestra increíble capacidad para cooperar. Si logramos dejar de pelearnos y cooperamos podremos solucionar los desafíos a los que nos enfrentamos como Humanidad.
La nave espacial y la misión a la Luna no fueron cosa de una persona en particular, ni de un par. Para construir una nave y llegar a la Luna hace falta que cooperen millones de personas.
Igual que para construir las pirámides, un templo o una ciudad. Hace falta la cooperación de millones de personas. Cada día de nuestra vida cooperamos con muchísima gente. Quizá no tratemos con millones de personas a diario, pero sí cooperamos con ellas. Al comer, por ejemplo. Pocos de nosotros cultivamos lo que comemos. Muchos no cultivamos en absoluto. Yo no cultivo nada, solo unas plantitas para hacerme mi té de hierbas, pero ya está. Todo lo que como a lo largo del día: el pan, la fruta, el arroz, lo que sea; lo han cultivado otros por mí. Si me fijo en lo que como, a veces viene de la otra punta del mundo. Hay desconocidos en la otra parte del mundo, a miles de kilómetros de mí, cultivando mi comida.
Ese es nuestro superpoder: nuestra capacidad única de cooperar entre muchos. También cabría preguntarse cómo lo hacemos.
Se coopera en muchas cosas. Hay quienes cultivan comida y quienes la compran en otros países. ¿Qué nos permite hacer eso? La respuesta es la narración de historias. Podemos cooperar con desconocidos y extranjeros como no pueden los chimpancés ni los elefantes, porque las personas inventan historias. Mientras todos creamos la misma historia, no tenemos por qué conocernos para cooperar.
Los mayores cuentacuentos del mundo son aquellos que cuentan historias sobre el dinero, porque es la única historia que se cree todo el mundo. No todos creemos en Dios. No todos creemos en Papá Noel, o lo que sea. Todo el mundo, o casi todo, cree en el dinero. Y no es más que un cuento. Pero si todo el mundo se cree la historia, funciona. Si yo cojo este trozo de papel y se lo doy a una desconocida a la que no he visto en mi vida, a cambio me dará una manzana para que pueda comer. Ahora es el mismo cuento, pero sin trozos de papel. Solo es información digital en un ordenador. Con eso basta. Este trocito de información en el ordenador vale una manzana. Y mientras todo el mundo se lo crea, funciona.
Cuarta pregunta – En tu libro «Imparables», hablas de los primeros selfies de la historia. ¿De qué época son y cómo eran?
Los primeros selfies de la historia de los que tenemos constancia, datan de hace 40 ó 45 mil años en Indonesia. También tenemos selfies de la Edad de Piedra, en cuevas de España y Francia y otros lugares. Todos son pinturas rupestres. La más antigua es de Indonesia. Allí, en unas cuevas, podemos ver el contorno de manos humanas.
Esos humanos crearon pintura mezclando rocas de colores con agua, y con otros químicos. Así prepararon pintura. Hasta donde sabemos, cogieron un tubo de madera, un trozo de madera hueco, lo llenaron de pintura, apoyaron la mano, soplaron en el tubo y rociaron las manos de pintura. Al retirar la mano, en la pared de la cueva quedaron los contornos, la imagen invertida de las manos. Se puede ir a Indonesia a ver estos pseudo-selfies. Es una imagen de uno mismo hace cuarenta y cinco mil años.
También hay sitios donde se han hallado una especie de selfies en grupo en las que varias personas se reunieron y todos pusieron las manos para rociarlas de pintura. Se hicieron un selfi de grupo. Hay una cueva muy famosa en Argentina, que se llama la Cueva de las Manos, porque hay una pared enorme cubierta con estos selfies rupestres de hace miles y miles de años
Lo que sí sabemos a raíz de analizar las distintas huellas, estas manos antiguas, es que muchas de ellas, la mayoría, probablemente, eran de niños y adolescentes. Puede que fuese de esas cosas que a los adultos les parece una ridiculez y una pérdida de tiempo y pintura, pero aquí están, cuarenta mil años después.
Quinta pregunta – Tu primer libro, «Sapiens», sigue siendo uno de los libros más vendidos del mundo. Me encantaría que compartieras con nosotros cuál fue tu idea principal y por qué crees que ha llegado tanto a la sociedad.
Tenemos los poderes divinos de la creación y la destrucción. Podemos volar por el aire, y volar ciudades en mil pedazos. Podemos crear nuevas formas de vida gracias a la ingeniería genética, o la inteligencia artificial. La pregunta que hay que hacerse es cómo ese simio de la sabana africana se convirtió en una especie de dios que controla el mundo entero e incluso el destino de los demás animales. Puede que no nos consideremos dioses, pero si nos imagino desde el punto de vista de un chimpancé, de un elefante o de una rata, sí que parecemos dioses, por lo que somos capaces de hacer.
Yo creo que el propósito de la historia es entender cómo acontecimientos de un pasado muy lejano siguen determinando nuestra forma de vida y nuestros sentimientos en la actualidad. Por ejemplo, cuando era pequeño, a veces me desvelaba en mitad de la noche muerto de miedo por si había un monstruo debajo de mi cama o en la habitación. A veces todavía me pasa. ¿Por qué pasa eso? No es que me pase nada raro. Si a nosotros también nos pasa, no nos pasa nada raro, es un recuerdo de un pasado muy lejano. Es por nuestra historia. Hace cientos de miles de años, cuando éramos animales, simios de la sabana, había monstruos de verdad que se zampaban a los niños en plena noche.
La gente que sobrevivió fue la que le tenía miedo a los monstruos en la oscuridad. Era un miedo tan profundo, que nuestros cuerpos lo recuerdan. Ahora vivimos en ciudades grandes como Madrid, con ordenadores, aires acondicionados, aviones y supermercados, pero nuestro cuerpo no lo sabe. Nuestro cuerpo sigue pensando que estamos en la sabana africana, y que hay monstruos que pueden venir a comernos en mitad de la noche.
Ahora vives en pleno Madrid en el siglo veintiuno, abres la nevera y te encuentras un dulce. Tu cuerpo no sabe que estás en el Madrid del siglo XXI. Tu cuerpo sigue pensando en la sabana africana. «He encontrado fruta dulce, como no me la coma ahora mismo, se la zamparán los babuinos. Mejor me la como ya». No tiene nada de malo. Nuestro cuerpo vivió así durante muchísimos años. En un suspiro hemos pasado de la sabana africana, a las grandes metrópolis con neveras, supermercados y dulces. Comprender la historia, nos ayuda a entender muchísimos aspectos de nuestra vida y nuestros sentimientos.
Sexta pregunta – En uno de tus libros dices que debemos aprender a dominar la inteligencia artificial antes de que ella nos domine a nosotros. En este sentido, en tu opinión, ¿cuáles son los pros y los contras, o en otras palabras, las amenazas y las oportunidades, que la inteligencia artificial puede suponernos?
La invención, la creación de la IA, tal vez sea el invento más importante de los humanos del siglo veintiuno, y quizá de toda nuestra historia. La IA puede darnos muchas cosas buenas. Nos puede ayudar a descubrir nuevos medicamentos. Nos puede ayudar a remediar la crisis ecológica, a ahorrar electricidad… a muchísimas cosas. Pero también puede acabar con nosotros. Hay que entender que la IA es distinta a cualquier otro invento de la historia de la humanidad. A veces se oye por ahí: «Sí, la IA es algo nuevo, pero es lo de siempre. Cuando se inventa algo, hay quien pone el grito en el cielo. Cuando se inventaron los coches, la imprenta, la escritura, siempre hubo detractores. ¿Cómo nos las apañaremos?». La IA es distinta en dos aspectos clave. El primero es que es el primer invento, la primera herramienta, la primera tecnología en la historia de la humanidad, que puede tomar decisiones por sí misma. Todos los inventos hasta ahora nos daban poder, porque la decisión de usar esa herramienta la tomábamos solo las personas.
La IA puede tomar decisiones por su cuenta. Ya toma decisiones no solo con respecto a sí misma, sino sobre nosotros. Se está normalizando que no haya un ser humano decidiendo por nosotros, sino una IA. Insisto, si ves, no sé, un vídeo en YouTube, no es un humano quien decide qué vídeo te va a recomendar después, sino un algoritmo. La decisión la toma una IA. Nunca se había visto nada igual. Es algo que nos quita poder.
El otro aspecto en el que la IA representa un cambio respecto a las tecnologías anteriores, es que puede crear ideas nuevas por sí misma. Alguien escribía un libro, por ejemplo, Cervantes escribió «El Quijote», se llevó a la imprenta, y la imprenta lo imprimió. La imprenta no escribió «El Quijote» por su cuenta. Tampoco puede escribir una reseña de «El Quijote». Hace solo lo que le mandas. Otro ejemplo es la radio. Inventamos la radio. La radio no decide qué retransmitir, si rock and roll, una sinfonía clásica, el discurso de un general, u otra cosa. Nosotros decidimos qué retransmite. La IA puede crear textos, música, cuadros, imágenes y vídeos por sí sola.
Puede que, en apenas unos años, vivamos en un mundo en el que la mayor parte de las decisiones no las tomen los humanos, en el que las historias no las cuenten los humanos, en el que los cuadros no los pinten los humanos. No tenemos ni idea de las implicaciones de todo esto. Estamos acostumbrados a vivir en un mundo en el que los humanos toman las decisiones, y toda nuestra cultura es cultura humana. Esto es algo extraño que no comprendemos. La IA no es mala en sí. Puede tomar buenas decisiones, crear buenas historias y dar buenos resultados, pero lo que hay que comprender es que es la primera vez en la historia que nos están arrebatando el poder, y se lo están dando a algo extraño, no como «raro», sino «ajeno a nosotros», pero extraño a fin de cuentas. La IA piensa, toma decisiones, crea cosas de manera radicalmente distinta a los seres humanos.
Séptima pregunta – En tu libro hablas sobre la juventud como el eslabón más indefenso de la sociedad, ¿podrías hablarnos un poco sobre ese tema?
Cuando digo que es el eslabón más indefenso, me refiero a desde el punto de vista de la gente que cuenta las grandes historias que rigen la sociedad, como las historias del dinero, las historias de Dios o de la política. Los adultos, la gente de cuarenta, cincuenta, sesenta años, han oído esas historias tantas veces que ya ni se paran a pensar en ellas. Los adultos usan el dinero a todas horas. ¿Cuándo fue la última vez que os parasteis a pensar qué es el dinero? En ese sentido, los niños son el eslabón más indefenso de la sociedad porque para ellos es una novedad. No han oído las historias del dinero, ni de Dios, tantas veces, y les surgen dudas. «¿Qué es esto? ¿Por qué debería creérmelo? ¿Por qué es así y no asá?». Entonces, desde el punto de vista de quienes cuentan las grandes historias vitales, si se produce un cambio, vendrá de los niños, de las generaciones más jóvenes, porque no han interiorizado aún nuestras historias.
Este último siglo, en muchos países del mundo, España incluido, la gente se ha dado cuenta de que no todas las historias son ciertas. Es una historia de hace siglos, milenios, y no tenemos por qué seguir creyéndonosla. Se acabó el cuento de que los chicos son mejores que las chicas. Las chicas pueden ir a la escuela, a la universidad, ser políticas, profesoras y lo que se propongan. Nuestra sociedad se erige sobre historias que alguien se inventó en algún momento. Algunas de esas historias son buenas, y nos ayudan a cooperar, pero otras son tremendamente dañinas. Por eso es bueno que la gente las cuestione. «¿De verdad es así?».
Y cuando se dan cuenta de que es un invento, pueden usar nuestro superpoder de inventar y contar historias para cambiar el relato. Esto ha pasado una y otra vez a lo largo de la historia. A menudo, como decía, los niños son el eslabón más «indefenso» de la sociedad en el sentido de que son los que desconocen las grandes historias. Por eso son quienes las cuestionan y pueden hacer que cambien.
Octava pregunta – Yuval, ¿por qué dices que todas las personas deberíamos estudiar historia y hacernos preguntas?
Una de las cosas que se aprenden con la historia es de dónde vienen las historias y eso nos ayuda a discernir las verdades del mundo de las historias inventadas por los humanos hace cientos o miles de años. Es una parte clave de la historia. No trata del pasado, la historia casi nunca trata del pasado. El pasado ya pasó, no podemos volver atrás. No podemos volver a la Edad de Piedra ni a la Edad Media. ¿Por qué las estudiamos entonces? ¿Por qué se estudian la Edad de Piedra o a los Reyes Católicos? Porque son relevantes para la vida actual. Ya sea respecto a nuestros sentimientos, nuestras emociones, nuestras ambiciones, o para entender todos estos temas complicados.
Cada día de nuestra vida tratamos con empresas. ¿Qué son? Para entenderlo, hay que entender la historia porque no son animales, no surgen de la biología. No crecen como los árboles ni viven en el mar como las ballenas. Son constructos. De nuevo, son historias. Pero para vivir en el siglo XXI, independientemente de que seas un adulto o un niño de ocho años, tienes que entender lo que son porque hay que tener cuidado con ellas.
Novena pregunta – Yuval, ¿cuál dirías que es el más grande desafío al que nuestra humanidad se enfrenta?
Tenemos tres grandes desafíos a nivel mundial ahora mismo. Uno es el desafío ecológico. Con todo el poder que tenemos, cada vez estamos destruyendo más el mundo.
Otro de los grandes desafíos es el que mencionábamos antes de la inteligencia artificial y las nuevas tecnologías que estamos inventando. Estamos creando algo que podría ser más poderoso que nosotros.
Y por último, el tercer desafío, si nos remontamos al principio de este encuentro, he hablado de las guerras y de la tendencia de los humanos, incluso de los buenos, a hacernos cosas terribles unos a otros. Ahora tenemos tanto poder que como haya otra gran guerra en el mundo, como la Primera Guerra Mundial o la Segunda Guerra Mundial, posiblemente será la última porque no sobreviviremos. Podríamos pensar que los humanos somos tan listos que no acabaríamos con nosotros mismos, pero creo que la paradoja de los humanos es que somos animales tan listos que no podemos evitar hacer estupideces. No sabemos parar.
Creo que la clave de todos estos desafíos es nuestra habilidad para trabajar en equipo. Si logramos dejar de pelearnos y cooperamos, podremos solucionar los demás problemas. Tenemos poder y conocimiento de sobra para lidiar con el desafío ecológico, para evitar el cambio climático, para salvar al resto de animales, para acabar con la contaminación. Podríamos lograrlo. Incluso en ese aspecto somos imparables. Si nos pusiésemos todos de acuerdo para hacerlo, nada podría detenernos. Lo conseguiríamos.
Lo mismo en el caso de la IA, de la inteligencia artificial. Si todos acordásemos trabajar en equipo para tener cuidado con ella, para dictar leyes y normas para evitar que nos pase por encima, también podríamos conseguirlo. Pero no se está haciendo.
En cuanto a la guerra, en lugar de cooperar, nos estamos peleando cada vez más y más entre nosotros. Creo que ese es el mayor desafío al que nos enfrentamos. Somos nuestro mayor enemigo. Tenemos que descubrir cómo pararnos y aprender a controlarnos. Creo que es un problema que en gran medida surge del superpoder de contar historias.
Cada grupo de gente del mundo tiene una historia que dice no solo que somos distintos a los demás, sino que somos mejores. Somos mejores, superiores y más importantes. Todos nos creemos el ombligo del mundo y que el mundo gira a nuestro alrededor. Por eso no conseguimos cooperar. Pero eso no es cierto. Solo está en nuestra cabeza.
Todas las naciones del mundo, que si los españoles, los franceses, los rusos, los ucranianos, los chinos, son todas de los últimos cinco mil años. Si nos remontamos cinco mil años en el tiempo, no había cristianos ni judíos ni musulmanes ni rusos ni ucranianos ni chinos. Es todo de los últimos cinco mil años, y eso no es nada.
Parece una barbaridad de tiempo, cinco mil años, pero lleva habiendo humanos en el planeta hace millones de años. Y lleva habiendo animales en el mundo cientos de millones de años. Si buscamos en lo más profundo de nuestro interior, descubrimos que hay muchas más similitudes entre todos, incluso con los animales, que diferencias.
Décima pregunta – como nuestra sociedad está cambiando y evolucionando muy deprisa, qué habilidades y conocimientos crees tú que serían más valiosos para los estudiantes del futuro, y cómo las instituciones educativas podríamos adaptarnos a esos cambios
A lo largo de la historia, hemos sabido las aptitudes que harían falta para sobrevivir y para trabajar. Quienes vivían en la Edad Media, o en la época de los Reyes Católicos, no sabían cuál iba a ser la situación política en 20 o 30 años, pero sí sabían que la mayor parte de la población trabajaría el campo. Entonces, si eras campesino, le enseñabas a tus hijos a segar el trigo, a cultivarlo, a recolectar los granos y molerlos para hacer pan. Les enseñabas a construir una casa y les enseñabas a montar a caballo o a conducir una carreta, porque era lo que necesitarían en 20 años. Ahora, cuando pensamos en dentro de 20 años, no es solo que no sepamos cuál será la situación política, sino que no tenemos ni idea de cómo serán la economía, el mercado laboral, ni qué puestos de trabajo habrá.
La clave para adaptarse al nuevo mundo es olvidar. Tienes que ser capaz de olvidar lo que crees que sabes, porque lo que crees que sabes a menudo interrumpe y dificulta que aprendas cosas nuevas. Quizá tengas incluso que reaprender a andar y a ver. Antes, de bebé aprendías a andar y a ver y hasta que morías esa era tu forma de andar y ver, ¿qué cambiaba?
Ahora, gracias a la creación de nuevos mundos virtuales, pasaremos cada vez más y más tiempo en la realidad virtual. Y las leyes de la física en la realidad virtual podrían ser distintas. Caminas de otra forma, ves de otra forma. Por eso, quizás a los 20, a los 50 o a los 70, te toque reaprender a andar en un mundo distinto. Y eso es impredecible. Por eso hay que centrarse en inculcarles a los jóvenes que hay que seguir aprendiendo, y adaptarse al cambio a lo largo de la vida, y a tener la mente abierta.
Probablemente, la aptitud más importante sea ser flexible, ser capaz de reinventarse una y otra vez a lo largo de la vida. Para eso, es crucial ser capaz de desprenderse de tus ideas, ser capaz de decir: «No lo sé». No es nada fácil, porque, en la escuela y en la universidad, cuando alguien dice que no sabe algo, le ponen mala nota. Pero la capacidad de decir «no lo sé» requiere mucha honestidad y valentía.
El primer paso hacia el conocimiento es reconocer que no sabemos algo. Si finges saberlo, nunca aprenderás nada nuevo. Y eso es muy importante ahora, pero siempre lo ha sido. La ciencia se basa en la ignorancia. Lo que inventó la ciencia moderna no fue un descubrimiento de un conocimiento en Geografía o Astronomía, de Copérnico o Darwin, no. La gran revolución científica que dio lugar a la ciencia moderna, fue el descubrimiento de la ignorancia. Durante miles de años, la gente pensó que lo sabía todo. Pensaban que un libro sagrado, o un ser sagrado, o lo que fuese, tenía la respuesta de todo. «No hace falta aprender nada nuevo, ya lo sabemos todo». La ciencia empezó cuando algunos humanos reconocieron que no lo sabían todo. «No existe libro en el mundo que tenga respuesta para todo. No hay nadie en el mundo que sea omnisciente. Y ahora que tenemos la valentía y la honestidad de reconocer nuestra ignorancia, podemos ponernos a investigar». Eso es la ciencia.
Undécima pregunta – Ahora mismo estamos en unos momentos de mucha incertidumbre tanto respecto a un presente inmediato como a un futuro. Me encantaría que pudieses dar un mensaje a la gente joven de cómo utilizar sus «superpoderes» para hacer de este mundo, primero, más sostenible y un mundo más humano, mejor, más agradable.
Creo que lo más importante que hay que entender es que nosotros hicimos del mundo lo que es y, por lo tanto, también podemos cambiarlo. El mundo tal y como lo conocemos. Por supuesto, no decidimos las leyes de la física ni las leyes de la biología ni creamos las estrellas ni las galaxias.
No creamos nada de eso, pero sí el mundo en el que vivimos a diario. Como las estructuras políticas, por ejemplo, que vivamos en países y estados; las estructuras económicas, como que tengamos dinero o empresas, o las ideas culturales, como las religiones o las distintas legislaciones de cada país. Son cosas que creamos nosotros. Nadie nos obligó a hacerlo. Nadie nos impuso que viviésemos en países ni cuáles tenían que ser sus fronteras ni que usásemos dinero ni qué tipo de dinero usar. No. Son cosas que decidimos los humanos por nosotros mismos. Nosotros inventamos esas cosas y, por eso mismo, si alguna de esas cosas da problemas, tenemos el poder y la responsabilidad de cambiarla.
Todas esas cosas las construimos mediante historias, ya sea la religión, la política o el dinero. Las inventamos contando historias. Y no tiene nada de malo, insisto. Las historias no son malas en sí, pero si una historia genera problemas, podemos cambiarla. Nosotros la inventamos, nosotros la creamos. Es importante que sepamos que tenemos ese poder. Y también es importante que usemos ese poder de vez en cuando, no todo el tiempo.
Si anduviésemos cambiando todas las historias cada dos por tres, la sociedad colapsaría. Es como con el fútbol. Si cada uno tuviese una idea distinta de lo que es jugar al fútbol y la cambiase cada día, nadie podría jugar. Creo que el fútbol es un gran modelo de cómo puede funcionar el mundo en su conjunto. Porque necesitamos países, tribus y grupos propios, pero también hace falta que se pongan de acuerdo en algunas cosas, y cooperen entre ellos. La gente coopera porque acepta la misma historia de base, las mismas reglas básicas del juego. Si los españoles tuviesen unas normas para el fútbol y los franceses, otras distintas, no podrían jugar juntos. Me parece que es un buen modelo a extrapolar a gran escala en todo el mundo.
Duodécima pregunta – Yuval, ¿eres optimista sobre el futuro? Y ¿por qué?
Los pesimistas piensan: «Todo está perdido. No hay nada que hacer. Vamos a morir», y no hacen nada porque piensan que no hay solución posible. Si te pasas de optimista y crees que todo va a salir bien, no te preocupas y tampoco haces nada porque todo acabará saliendo bien. ¿Para qué? El punto intermedio es ser realista, entender que nos enfrentamos a grandes desafíos, pero saber que aún tenemos mucho poder. Tenemos todo lo necesario para hacerles frente.
Hay que ser realista y hacer algo al respecto, responsabilizarse. En muchas ocasiones los problemas son por nuestra culpa, es nuestra responsabilidad resolverlos y arreglarlos. Espero que esa sea la conclusión que saquemos de todo lo que hemos hablado aquí: que somos la fuerza más poderosa del planeta. No son los elefantes ni las ballenas ni los leones. Nada ni nadie puede pararnos si nos equivocamos. Es nuestra responsabilidad impedir que hagamos estupideces, que actuemos como unos irresponsables y unos imprudentes.