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La unidad contra el estado semipolicial

Por Hugo Cox.- En términos generales, hoy en Chile nos enfrentamos a:

1.- Una aguda polarización socio-política.

2.- La gravedad de la crisis democrática, que no es solo privativa de este país.

Chile hoy se encuentra atravesado por la violencia de distinto signo en que el viejo precepto que nace en la ilustración está venido a menos. Se trata de aquél que dice relación con un país gobernado por la tolerancia, el respeto, el profundo intercambio de ideas, el ejercicio de la razón. El ejercicio de lo público en términos sustantivos, se va cayendo a pedazos.

Hoy es cuando se debe asumir con mucha fuerza la idea de construir, a partir del plebiscito, una patria con un horizonte distinto al que tenemos, distinto al que conocemos. Es el momento en que la praxis de los distintos movimientos sociales, la praxis de los partidos políticos y de los académicos, se unan en torno a una propuesta mínima de país cuyo objetivo, así como fue recuperar la democracia en octubre de 1988, sea ahora recuperar el sentido común y construir un país con valores éticos públicos y privados.

A partir del 18 de Octubre pasado el gobierno quedo paralizado y errático, el programa con el que llegó a La Moneda quedó relegado al cajón del escritorio, producto de la fuerza del movimiento social que se manifestó en las calles, que  hizo instalar el miedo en el Palacio de gobierno y en el sector político que lo acompaña y apoya, y tras el cual el Congreso asume la responsabilidad de buscar una salida que se traduce en el acuerdo de noviembre, orientado a cambiar la Constitución heredada de la dictadura con múltiples reformas que no lograron superar su origen. Esa situación no se vislumbraba como posible semanas antes. La fuerza de la calle obligó a dicha situación, muy a regañadientes de la derecha, que hasta el día de hoy ha intentado colocar los máximos escollos para que no se realice.

Si a lo anterior se le agrega la crisis sanitaria que ya nos golpea por largos siete meses, va dejando a los sectores gobernantes sin respuestas coherentes que den conducción política al país, frente a sus constantes errores comunicacionales. Siguen sin entender al país que no está en los barrios acomodados, toman la única opción política que es la represión como factor de contención del movimiento que se sigue incubando bajo la corteza de la estructuras de las cuales dan cuenta los medios de comunicación.

Lo que no sabemos cuánto más se puede profundizar la actual crisis política, económica y sanitaria con fuerte impacto en lo social.

Para controlar la actual situación el gobierno recurre al estado de excepción que significa en la práctica otorgar poderes especiales a las Fuerzas Armadas, que pueden establecer condiciones de reunión, impartir instrucciones a los diversos funcionarios del Estado, dictar normas para el resguardo del orden público.

Lo que se ha visto son violaciones a los derechos humanos (hay en curso investigaciones en tribunales y en la Contraloría General de la República), detenciones arbitrarias y largas, muertes, mutilaciones y un largo, etc.

En el estado de excepción el gobierno puede restringir la circulación de las personas, limitar otras actividades (toque de queda que en dictadura fueron 17 años y ahora ya van a lo menos siete meses). El objetivo de todo lo anterior es normalizar el país, pero las medidas tomadas han sido más represión (leyes represivas enviadas al congreso, apoyo irrestricto a los desbordes de Carabineros  y a los sistemas de inteligencia, etc.). Y las medidas para ayudar a las personas han sido a cuenta gotas, con un énfasis en el control de identidad selectivo y  represión violenta con el fin de infundir miedo (por ejemplo, represión a los manifestantes del apruebo y custodia para los manifestantes del rechazo).

Todo lo anterior ha llevado a un desgobierno de las policías y operan al filo de la legalidad y muchas veces violando esa legalidad que dicen defender (violación a los derechos humanos). Existe un actuar sesgado de los policías quienes son usados como mediadores del descontento social y las élites políticas y económicas y que cuentan con recursos e influencias para controlar las estructuras y sus diversos rizomas.

En síntesis el llamado en a no naturalizar la represión y sí darle una salida política a la crisis con la más amplia unidad, es posible en torno a unos mínimos aceptados por todos y que hagan viable la unidad.