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La Virgen del Cerro San Cristóbal

Por Juan Medina Torres.- La razón de poner la imagen de la Virgen María en la cumbre del San Cristóbal hay que buscarla en la fe con que el pueblo celebraba las festividades del Mes de María y la solemnidad que expresaba en los actos del 8 de diciembre. Eran estas las devociones tradicionales y favoritas de los chilenos a finales del siglo XIX y principios del XX.  Es notorio que, a pesar de todos estos actos del culto, no existiese en Santiago un santuario mariano que localizase esas devociones a María, tan arraigadas, y que las manifestaciones del 8 de diciembre en su honor se realizasen en parroquias, conventos y oratorios.

Por eso, cuando el 22 de Noviembre de 1903, el arzobispo Mariano Casanova reunió en el palacio episcopal a un selecto grupo de sacerdotes y personalidades de la sociedad santiaguina, con el objeto de preparar las ceremonias del cincuentenario de la Declaración del Dogma de la Inmaculada Concepción de María Santísima que el Papa Pío IX proclamó el 8 de diciembre de 1854, fue la oportunidad en que el presbítero José Alejo Infante propuso construir un santuario a la Virgen, presidido por una imagen monumental, sobre la cumbre del cerro San Cristóbal. La idea fue aceptada unánimemente por los asistentes, que de manera entusiasta se pusieron a trabajar.

Para materializar el proyecto se formó una comisión presidida por el sacerdote que tuvo la idea. La recolección de fondos estuvo a cargo de una comisión que, mediante suscripciones populares, logró reunir los fondos necesarios para costear los gastos que demandaron las obras.

Para la construcción de la imagen de la Virgen, se eligió como modelo la obra del escultor Ignazio  Jacometti, que preside la columna de la Plaza España en Roma. La imagen fue encargada a la fundición Societé Anonyme des Hauts Forneaux &Fonderies du Val d´Osne de Paris. El Ministro de Chile en Francia, Enrique Salvador Sanfuentes,  atendió con especial interés todos los detalles de la fabricación de sus diferentes partes, siendo por su arte, tamaño, solidez y peso –36.610 kilos– una de las principales del mundo en esa época.

La imagen, de fierro fundido, costó, incluyendo los gastos de traslado, 35.724 francos que en moneda nacional significaron 22.247 pesos. Su altura es de 14 metros y con pedestal alcanza a los 22,30 metros. Las obras de construcción del pedestal y la colocación de la estatua fueron ejecutadas por la Compañía Holandesa de Construcciones por la suma de 40 mil pesos de la época (Nota del Editor: como referencia, el sueldo anual de un embajador en la época era de aproximadamente 26 mil pesos). El ingeniero Cornelio Wistenenh estuvo a cargo de los trabajos y las diferentes partes de la imagen fueron subidas a la cumbre en carretas y troncos tirados por bueyes.

Para construir el pedestal, que conforma una capilla, se hizo una excavación de ocho metros; la parte inferior del zócalo es mucho más pesada que la superior, de tal manera que el centro de gravedad se encuentra a cuatro metros y medio del subsuelo. Se utilizó concreto armado, una de las técnicas más modernas de esos años. En su interior hay un altar que perteneció Papa Pío IX, cuando fue Secretario de la Nunciatura en Chile. El piso de la capilla está a 863,94 metros de altura sobre el nivel del mar y 288, 50 sobre la Plaza Baquedano.

Los terrenos para levantar el Santuario fueron donados al Arzobispado de Santiago por las comunidades religiosas de la Recoleta Dominica, Monjas Carmelitas de Santa Teresa o Teresianas y el Arzobispo don Mariano Casanova.

Un evento multitudinario

El 8 de diciembre de 1904 (día del cincuentenario del dogma de la Inmaculada Concepción), una multitud de fieles en procesión partió desde la Catedral de Santiago hacia la cima del Cerro San Cristóbal, para asistir a la bendición y colocación de la primera piedra del nuevo santuario de la Virgen María.

Los constructores debieron superar grandes dificultades para materializar el proyecto. El San Cristóbal era un cerro agreste con una sola senda para llegar a su cumbre, por lo que el traslado de las personas y materiales no era una tarea fácil. Sin embargo, los trabajos avanzaron con relativa rapidez. Antes de ser inaugurado el santuario, multitudinarias peregrinaciones a la cumbre se sucedieron todos los 8 de diciembre.

Por fin, el domingo 26 de abril de 1908, se cumplió el anhelo de la Iglesia de Santiago. El pueblo rebosante de alegría pascual subió a la montaña para cantar el Regina Coeli, superando todas las dificultades de una ascensión difícil. Poco antes del mediodía, los fieles comenzaron a llegar a las cercanías del cerro, a pie, en coche o en tranvías de las líneas Bellavista y Providencia que, ese día, redoblaron sus servicios para atender a los peregrinos.

A las 2 de la tarde, la muchedumbre inició el ascenso en una apretada columna, por el estrecho camino en zig zag, ubicado frente a Providencia. El calor de esa hora hacía más fatigosa la marcha. El sudor se confundía con el polvo del camino y la romería de hombres y mujeres de diferentes edades solo querían estar cerca de la Inmaculada. En un pequeño espacio con rejas de madera se ubicaron los padrinos. En medio de devoto recogimiento y siendo aproximadamente las cuatro de la tarde fue bendecido el monumento. El presbítero Clovis Montero, joven y notable orador, pronunció el sermón que interpretó el significado del acontecimiento.

Publicación posible gracias al Fondo de Medios del Ministerio Secretaría General de Gobierno.