Por Fernando Martínez de la Cruz.- “El deber de un economista es informar que el derecho a la vida no puede siempre estar asegurado por razones de costo”. Gérard Debreu, economista, Nobel 1983.
La capacidad de cientistas políticos y economistas para prever la evolución de la política y la economía en el corto plazo parece una tarea casi imposible. Apoyarse en datos “duros” para intentar fundamentar el curso probable del futuro inmediato de los apaleados habitantes de este país no pareciera estar al alcance de humanos normalmente constituidos, sino más bien de entusiastas del oráculo de Delfos, dotados del don de la adivinación y otras formas de clarividencia. Sin embargo, no es la primera vez que en la política y en la economía de este país se presentan encrucijadas determinantes en situaciones excepcionales de crisis social.
Se despliegan a diestra y siniestra las predicciones de sabios opinantes, periodistas informados y otros expertos en cualquier cosa. En estos últimos días a propósito del retiro del 10% de las AFP, hemos escuchado, sin sorpresa, a sagaces periodistas y a políticos conservadores llamando a considerar, antes que nada, el dictamen de los “técnicos” que son entes poseedores de una forma de verdad incuestionable que les permite emitir juicios categóricos sin asomo de duda. ¿Cómo lo hacen? ¿Cuál es esta “técnica” o alquimia legendaria capaz de transformar lo incierto en obviedad? Esos técnicos son los economistas.
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¿Y quiénes son esos economistas serios que pueden emitir opiniones fundamentadas en la ciencia y el saber? “Los grandes economistas”, responderán sin dudar quienes identifican el conocimiento como atributo exclusivo de estos grupos de sabios pensadores. Mayoritariamente, estos economistas están aferrados a una visión de la organización humana en la cual el núcleo fundamental de la sociedad no es “la familia” (como por ejemplo dice la actual constitución), sino individuos que bregan de manera egoísta por su propio interés, para que luego el mercado -agregando en un acto de magia todas estas conductas hedonistas- maximice el interés de todos y realice los mejores resultados sociales en un insuperable equilibrio natural. Ante la evidencia que cuestiona el pretendido equilibrio permanente (equilibrio que en la realidad es más bien una rareza), profundamente enraizado en su doctrina, los economistas responderán sin sonrojarse que los desequilibrios se deben a las malas intervenciones de los gobiernos que alteran los equilibrios naturales.
La teoría económica moderna en la cual se inscriben estos economistas, ha tratado de probar sin éxito esta pintoresca construcción de Jeremy Bentham que es bastante antigua (contemporáneo de Adam Smith). Lo primero que desarrollaron fue el rescate de varios conceptos elaborados por algunos de los economistas clásicos. Luego desde abajo, es decir, a partir de lo que definieron como conducta individual (microeconomía), conjeturaron de manera sofisticada variados supuestos referentes a la agregación de conductas individuales para establecer conductas económicas globales. Esta construcción intelectual desarrollada a partir de fines del siglo XIX fue dotada de importantes herramientas matemáticas y se transformó en la versión oficial de la teoría económica. Se les conoce como economistas neoclásicos y han dominado desde entonces sin contrapeso, los centros de decisión económica en todas partes. A esta alma mater pertenecen distintas corrientes, las cuales incluyen en un extremo a nuestros ultraliberales criollos. Pese a que su visión de la economía fue rebatida a partir de la gran recesión de fines de los años 20 del siglo XX, nunca perdieron el protagonismo y en sus distintas variantes y corrientes han copado las universidades, las administraciones, instituciones como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la OCDE y los centros de decisión empresarial. Con el avance conservador de los ochenta terminaron monopolizado la exclusividad del saber económico, desplegándose especialmente en los países anglosajones, pero también en el nuestro, con las visiones más extremas que emanan de sus vertientes.
¿El reconocimiento del que se benefician es un reflejo de su contribución real al desarrollo de las Ciencias Económicas? Sin negar que han realizado contribuciones importantes al progreso de algunos aspectos metodológicos (formalización matemática), actualmente han provocado el mayor estancamiento que la disciplina ha conocido. No es difícil explicarse porqué los notables fracasos de los que todo el mundo ha sido testigo no han dañado su imagen, que alimenta su fluida relación con el preciado galardón Premio de Ciencias Económicas del Banco de Suecia en memoria de Alfred Nobel. El reconocimiento institucional del que gozan está más que nada ligado a su inquebrantable voluntad de defensa del sistema económico vigente, es decir los economistas neoclásicos han coligado el desarrollo de su ciencia a un estado histórico determinado del desarrollo económico, político y social. Se puede afirmar que el exceso de confianza del que goza esta economía convencional no se debe a su fortaleza si no a una gran capacidad para ignorar las críticas. Esta condición en conjunto con su traza aparentemente moderada no los hace irrelevantes. Por el contrario, los distingue notablemente de algo “inofensivo”, pues sus seguidores son susceptibles de producir catástrofes a gran escala, como ya ha sucedido y como volverá a pasar.
La inspiración de las políticas del Consenso de Washington desde inicios de los años noventa (FMI, Banco Mundial, Departamento del Tesoro de EEUU), cuyos efectos con el avance del tiempo están siendo muy mal apreciados en casi todos los países donde se han aplicado, tiene correspondencia directa con la visión económica postdictadura de la mayor parte de los economistas chilenos más conocidos, incluyendo a parte de quienes desempeñaron roles importantes en los gobiernos posteriores a la dictadura. Este paralelismo se explica en gran medida no sólo por el reparo o la aceptabilidad parainstitucional (de los ministros de Hacienda, por ejemplo), sino también por la uniformidad de la educación universitaria donde la ortodoxia neoclásica ha dominado en casi todo el mundo y no ha existido otra visión que la neoclásica desde hace 40 años. En general en la academia no se valoran materias disfuncionales a la doctrina -preferentemente se incorpora a los fieles y se descarta a los infieles-, no se estudia historia económica, concepciones disruptivas y, por sobre todo, se hace oídos sordos a las contundentes críticas recibidas desde hace mucho tiempo, de parte de otros economistas que no se reconocen en las filas de las corrientes neoclásicas.
¿Tal vez estas debilidades de la economía neoclásica no son tan importantes? Los economistas pretender hacer creer que la economía es una ciencia a la par de la física. Que se practica la imparcialidad, respeto de los hechos y coherencia lógica, sin aberraciones ni argumentaciones antiempíricas. Son muchos los autores que a través de minuciosos análisis han formulado críticas muy fundamentadas a todo lo largo y extensión de la doctrina. No es fácil hacer un recorrido rápido a las reconocidas fallas sin un análisis pormenorizado y exhaustivo. No obstante, es posible exponer aspectos esenciales de ellas en un nivel de generalidad que no desnaturalice el contenido:
¿Sus bases esenciales son sólidas? Las restricciones que imponen los supuestos en su base misma ocasionan grietas conceptuales y fallas matemáticas en elementos básicos de la teoría como las curvas de demanda y oferta. Pero para ellos la teoría no es una descripción de la realidad, lo cual adhiere a la afirmación de Friedman según la cual “las presuposiciones no importan” y sólo interesa que las predicciones se ajusten a la realidad. ¿Se ajustan?
¿Son consistentes sus principios de la macroeconomía? El fracaso ha sido total en el intento de estos economistas por derivar a un nivel agregado (macroeconómico), las supuestas conductas individuales desarrolladas en una acuciosa microeconomía, utilizando modelos económicos que se fundan principalmente en estática comparativa (variaciones del equilibrio producidas por cambios exógenos), en lugar de las relaciones dinámicas e interacciones que requiere la ciencia económica en la etapa moderna. Gran parte de estos economistas no entienden la complejidad de los modelos a los que recurren y lo más sorprendente es que son las mismas matemáticas que ellos utilizan para intimidar a los detractores de otras disciplinas y a los actores políticos.
¿Los economistas son garantía contra las crisis? La obsesión por el equilibrio es conocida por sus efectos devastadores, ya que no les permite ni anticipar ni entender las dinámicas permanentes de inestabilidad y los mecanismos de las grandes crisis. Ilustrativo es el reciente episodio “subprime” que ninguno de los grandes economistas supo anticipar, pero que fue gestado bajo el reinado liberal, en torno a las preconizaciones de las variantes más radicales de la vertiente neoclásica. Resulta incongruente que los mecanismos de salvataje utilizados ya de manera recurrente consideren al Estado como agente principal, aunque lo consideren al mismo tiempo el único responsable de las crisis económicas.
¿Integran adecuadamente el crecimiento de las finanzas? Contrariamente a lo que se piensa de manera habitual, pero en concordancia con el punto anterior, la economía neoclásica subestima los efectos del crédito y la visible propensión del sistema financiero al desarrollo de mecanismos Ponzi. Esta apreciación está en línea con la escasa integración del concepto de caos (en los procesos dinámicos no lineales – Henri Poincaré), confundiendo la incertidumbre (pasado que no aporta ningún indicio confiable) con la noción de riesgo (la regularidad de los eventos pasados es un indicador confiable).
Más allá de la teoría neoclásica, la verdad es que la economía en general está muy en los albores de la condición propia de una ciencia y sólo tendrá un buen futuro en la medida que le otorgue importancia al realismo de las premisas y a la exactitud a sus predicciones. Requiere, como lo señalan muchos autores prestigiados, de una verdadera revolución en el pensamiento económico que no vendrá de la academia ortodoxa, la cual es incapaz de reformularse a sí misma (aun cuando han existido signos de contrición entre algunos conocidos economistas neoclásicos (*)). Por lo tanto, las reformulaciones provendrán de influencias externas a la disciplina, periodistas bien formados, comentaristas influyentes y una opinión pública mejor instruida. La economía necesita una reforma y las universidades que deberán cumplir un rol esencial promoviendo enfoques alternativos, capaces de romper el monopolio ejercido con celo por la economía neoclásica, desplazando sus programas periclitados y ofreciendo a los estudiantes una verdadera economía para el siglo XXI, que incluya cursos más avanzados en matemáticas, incorporando la programación informática, la historia y la sociología. De no logarlo la opinión pública continuará comulgando con ruedas de carreta y todos vamos a sufrir pasivamente la próxima crisis, probablemente financiera, que está a la vuelta de la esquina.
Fernando Martínez de la Cruz es economista
Notas
(*) Algunos arrepentidos de acuerdo al registro de Bernard Maris – Lettre ouverte aux gourous de l’économie qui nous prennent pour des imbéciles
Maurice Allais economista y físico francés, Nobel 1988: «Ces quarante-cinq dernières années ont été dominées par toute une succession de théories dogmatiques, toujours soutenues avec la même assurance, mais tout à fait contradictoires les unes avec les autres, tout aussi irréalistes, et abandonnées les unes après les autres sous la pression des faits. À l’étude de l’Histoire, à l’analyse approfondie des erreurs passées, on n’a eu que trop tendance à substituer de simples affirmations, trop souvent appuyées sur de purs sophismes, sur des modèles mathématiques irréalistes et sur des analyses superficielles des circonstances du moment». – “qu’au fond l’économie, ce n’est que de la psychologie »
Robert Solow, economista estadounidense, Nobel 1987: (No textual) Decididamente, son la institución, la Historia, la Política quienes son importantes en ciencias económicas, jamás el equilibrio, la racionalidad, la competencia, la eficacidad y otras ingeniosidades.
John Hicks, economista inglés, Novel 1972: «Los teóricos del equilibrio no sabían que ya habían sido derrotados … ellos pensaban que Keynes podía ser absorbido en su sistema de equilibrio “
Alfred Marshall autor de la síntesis neoclásica dijo à Keynes poco antes de morir, «If I had to live my life over again, I should have devoted it to psychology»