La Videocracia es una forma de política que se basa en el espectáculo, donde los ciudadanos sin infantilizados y se pierde el sentido de debate y propuesta, dice el columnista Juan Medina. La videocracia oculta un problema de fondo que afecta al sistema político.
Por Juan Medina Torres.- Es indudable que las formas de propaganda política han cambiado. Atrás quedaron los grandes oradores y sus programas, las concentraciones de multitudes de adherentes que llenaban los espacios públicos y donde los partidos políticos eran corrientes de opinión con contenido ideológico.
Para diferentes investigadores, una de las causas de los cambios experimentados en el quehacer político ha sido el creciente peso de la televisión, que muestra una forma de hacer política mas espectacularizada, es decir, política espectáculo, destronando así las antiguas técnicas de propaganda política usadas en el pasado.
Para cumplir con las exigencias de estas nuevas estrategias de comunicación, los políticos deben disponer de un equipo de asesores publicitarios, especialistas en media training, quienes les dan consejos sobre cómo presentarse a fin de alcanzar estrellato.
Ver también:
- El espectáculo del poder en el cambio de gabinete
- Televisión: el espectáculo de la información
- El miedo y los medios de comunicación
- La comunicación y los medios: un arma de doble filo
- Cómo funciona la manipulación informativa en la guerra permanente de las redes de comunicación
- Por qué mueren las democracias
- Teledirigidos, desinformados y manipulados
- Las dudas sobre la Comisión contra la Desinformación
- Ética, Estética y política
Estamos, como dice Gilles Lipovetsky en su obra “De la Ligereza”, “en la época del Estado-espectáculo o del Estado-seductor que no es otro que el reinado de la política sin gravedad desembarazo de la pesantez de las grandes figuras heroicas, de los grandes símbolos y de las grandes escenografías».
«Al mismo tiempo, las cadenas de televisión proponen programas de variedades en los que se mezclan diversión y política, distensión y seriedad, políticos y cantantes, dirigentes y humoristas. Las historias de alcoba, los altibajos de la vida privada de los dirigentes se exhiben los medios y crean una “redetizacion” de la escena política. En los debates políticos, el directo cool disuelve el ceremonial, las frases hechas sustituyen a la argumentación, la imagen prima sobre las ideas, la actuación es el elemento más destacado y comentado”.
Algunos denominan esta forma de comunicación política “videocracia” y otros, “mediacracia” donde los ciudadanos, como dice Lipovetsky son “infantilizados, transformados en teleciudadanos que consumen imágenes y se vuelven más sensibles a las peripecias de la vida privada y a la imagen de los dirigentes que a los problemas políticos”.
La filosofa española Victoria Camps considera que “el paso de la democracia a la ‘mediacracia’ (o videocracia) se debe a los efectos causados por dos tiranías: la de la velocidad y la del espectáculo. La tiranía de la velocidad, basada en el precepto mercantilista del ‘tiempo es dinero’, insta a que todo se tiene que hacer de prisa: pensar, informar, comunicar, etc. De esa manera, en los mass media impera una concepción especial y hegemónica del tiempo: el media time. El campo político no escapa de esta hegemonía impuesta por los medios, y los resultados son un espacio donde, por la premura del tiempo, se impide el debate y la reflexión”.
Estamos de acuerdo que los cambios a partir de la videocracia ocultan un problema de fondo que afecta a la democracia. Todos ellos impiden un razonamiento serio de los problemas políticos que afectan a nuestra sociedad e influyen directamente en el razonamiento y juicio de los ciudadanos para elegir y constituir un poder político donde sus integrantes tengan la capacidad de generar una gestión política en que la racionalidad desplace la emocionalidad.