Jaime Galté Carré abogado autor de obras jurídicas como Manual de organización y atribuciones de los tribunales, es sin duda mucho más que un hombre brillante en términos jurídicos, fue médium pero sobre todo una gran persona, a 58 años de su muerte Sergio Salinas Cañas hace un repaso de su vida y obra.
Por Sergio Salinas Cañas – Hace 58 años, un 01 de noviembre de 1965, dejó este plano terrenal, el abogado, académico y médium chileno, Jaime Galté Carré, quien fue un gran hombre, un verdadero ejemplo para la sociedad chilena. En su vida, pensó, sintió y actuó en tres líneas gruesas de desarrollo y en cada una sobresalió, con una humildad a carta cabal, trabajó, ayudó y escribió libros. En cada una de ellas, con tolerancia, sinceridad, caridad y amor, fundó organizaciones y, además, fue un gran hijo, padre y un funcionario público ejemplar. Su amor al prójimo no tuvo precio, es decir, jamás cobró dinero por ayudar a los demás, sin distingo de clase social, religiosa o posición política. Podemos aseverar que en la vida de Galté se encarnaron en él, dos espíritus que sintetizan lo mejor de la ciencia (Dr. Halfanne) y lo mejor de la espiritualidad (Mr. Lowe).
En síntesis, en los “locos años 20” que vivimos en la actualidad, con violencia urbana delincuencial, pandemias y guerras, la vida de Galté es una síntesis de lo mejor de ambos mundos concordando en un principio básico de vida: el humanismo y el trabajo de un humilde escarabajo por despertar las con(s)ciencias.
Además, de las cualidades como hombre, padre, abogado, académico, masón y martinista que tuvo Jaime Galté en el paso por la tierra, hay que destacar su enorme legado espiritual que recién a 58 años de su muerte comienza a hacerse conocido. En su vida podemos comprobar que existe la “vida más allá de la muerte” y que la ley de la reencarnación es “un regalo” que proviene de otras dimensiones como dibujado, trazado en la “esfera celeste” y en la tierra por un gran arquitecto o constructor de otros mundos o universos.
Jaime Galté nació el 24 de mayo de 1903 en Santiago de Chile. Cursó sus estudios en Tacna y en Iquique, a donde se trasladó su familia. Da su Bachillerato, hoy PAES, el año 1921 y se traslada a Santiago a estudiar Ingeniería en la Universidad Católica, desde donde es expulsado a los tres años.
En 1925, ingresa a la Universidad de Chile a estudiar Derecho y recibe su título de abogado el 11 de noviembre de 1930. “Para la obtención de su título, su memoria versó sobre la formación de un nuevo proyecto de ley sobre sociedades de responsabilidad limitada, que posteriormente llegó a ser Ley de la República.
Contrajo matrimonio el 19 de diciembre de 1930, con Erna Luisa Müller Baluarte, en la parroquia de Santo Domingo de Guzmán en la comuna de Ñuñoa. El 9 de diciembre de 1931, nació su hija mayor, María Inés, y el 16 de mayo de 1933, su segunda hija, Sonia Carlota.
En el mes de agosto de 1932, fue nombrado profesor de la Cátedra de Derecho Procesal de la Escuela de Ciencias Jurídicas y Sociales de Valparaíso, dependiente de la Universidad de Chile y el 20 de octubre del año 1933 fue nombrado director de la citada escuela universitaria. En Valparaíso conoció a. Tomás Ríos González, muy versado en lo que entonces se llamaba Metapsíquica.
Al año siguiente asumió la misma Cátedra en la Escuela de Derecho de Santiago, donde obtuvo el título de profesor extraordinario de la Cátedra de Derecho Procesal. Paralelamente con sus actividades docentes, desempeñó el cargo de abogado de la Empresa Periodística La Nación. Tiempo después fue nombrado abogado del Tribunal de Cuentas de la Contraloría General de la República, para posteriormente ser promovido al Departamento Jurídico de esa repartición. La Contraloría, como sabemos, es el órgano autónomo encargado de fiscalizar y controlar los actos de la Administración del Estado.
El 21 de junio de 1937, falleció su esposa debido a una fulminante tuberculosis, quedando a cargo de sus dos hijas de cuatro y medio y tres años y medio de edad.
Fue profesor titular de derecho procesal en la Universidad de Chile entre los años 1942 y 1958, y obtuvo el título de profesor extraordinario. La suya es una de las materias más áridas del derecho, según refieren los alumnos de esa Cátedra y los juristas de esta tradicional escuela. En Galté abundaban la seriedad y la consecuencia, un hombre de derecho, un hombre justo y racional. Ecuánime, medido. Positivista. Como abogado formó parte de la comisión redactora del Código Orgánico de Tribunales de ese tiempo y a la vez publicó un texto para su enseñanza en la Escuela de Leyes titulado Manual de Organización y Atribuciones de los Tribunales.
Fueron amigos suyos muchos abogados de la Universidad de Chile, como el ex ministro de Relaciones Exteriores y ex Contralor General de la República, Enrique Silva Cimma, o el profesor de Derecho Procesal, eminencia en la materia y autor de numerosos textos jurídicos, Hugo Pereira Anabalón. El ex presidente Patricio Aylwin lo recuerda como un hombre de mucha seriedad. Numerosos médicos también lo rodearon, como Jorge Vigouroux (Doctor en epidemiología), el endocrinólogo Francisco Donoso, quien además llegó a ser el conductor del Grupo Martinista que años después tomaría el nombre de Jaime Galté) y Brenio Onetto, jefe del Laboratorio de Parapsicología Experimental de la Universidad de Chile. Como señala la Revista Occidente: A las sesiones de sanación de Jaime Galté siempre asistieron médicos, entre ellos los doctores Ítalo Alessandrini, Brenio Onetto, Francisco Becca, Eduardo Cruz Coke, Francisco Barrenechea, Ignacio Díaz y Francisco Donoso.
El 1° de septiembre de 1958 presentó su expediente de jubilación, en el cargo de profesor. La crónica de la Facultad de Derecho dice: El señor Galté se desempeñó como profesor de la cátedra de Derecho Procesal en la Escuela de Derecho de Santiago en los últimos años.
En 1960, participó en el Congreso de Abogados celebrado en Santiago, siendo elegido relator de la comisión en la que le correspondió participar. Asimismo, fue miembro del directorio general de la Asociación de Boy Scouts de Chile, como delegado del directorio provincial de O’Higgins, entre 1943 y 1950.
El año 1962, Jaime Galté con un grupo de profesionales, entre los que figuraban médicos, ingenieros, abogados y otros especialistas, fundó la Sociedad Chilena de Parapsicología en la que desempeñó el cargo de vicepresidente hasta el día de su muerte.
Ver también:
- Jaime Galté Carré: el más grande paragnosta chileno
- A 120 años del nacimiento de Jaime Galté
- Diálogo de sordos y ausencia de ética en la política chilena
- Cleopatra, una reina tan bella como sedienta de sexo
- Mario Góngora y su legado al pensar el Chile de hoy
- El Conde Larraín
Jaime Galté dijo una vez: “La verdad no se adquiere por las palabras sino por la absorción en el infinito”. Esta es su historia, su legado, su regalo, para que reflexionemos y amemos a nuestros prójimos como a nosotros mismos, siempre buscando la luz en oriente desde la oscuridad de occidente, como cada noche se repite por los siglos de los siglos.
En el año 1952, el símbolo de un escarabajo sagrado llegó a posesión de Jaime Galté Carré. Al respecto, el Maestro desencarnado Mr. Lowe narró la historia de este símbolo desde los tiempos de Amenhotep IV hasta 1952. Theot, Sumo Sacerdote del faraón escribano de Thoth, fue el custodio del símbolo del escarabajo, fue posteriormente en el siglo XVIII, Luis Claude de San Martín, fundador del Martinismo, que nuevamente tuvo en su poder este escarabajo. El Maestro Lowe afirmó también que Jaime Galté era otra encarnación de Theot y que los miembros del grupo Martinista que fundará el abogado también estaban presentes en esta historia. Según los escritores, el libro El escarabajo sagrado sería una comprobación de la ley de reencarnación.
El maestro Lowe, a través de Jaime Galté, señaló que no lo recibía como un símbolo de poder material sino espiritual. Citando la Ley de Vibración del Kybalión, el Maestro sostuvo que el escarabajo debía quedar como un símbolo de humildad, para que de ella sacaran las fuerzas para continuar su etapa evolutiva. Amenhotep IV desarrolló y estudió la contextura, la sensibilidad, la armonía vibratoria de este insecto y toda su conformación orgánica. Sacó de él el nuevo lenguaje y escritura de la nueva religión; de él sacó la muestra del arte que en el futuro adornaría los templos y que incluso influyó hasta en la vestimenta de los hombres.
Posteriormente, el escarabajo vivió un largo periplo: Primero en Judea donde fue llevado por Sicart y la mujer Esther pasando de generación en generación. Un legionario romano que se llamaba Rosthyun se lo quiso entregar a un predicador: Señor y Rabí, creo en ti, más ningún rey de la creación podrá reinar si no posee este escarabajo, según está escrito. Tenlo en tu poder y serán rey y podrás salvarte de esta ignominia, porque necesitas en este mundo del poder real, puesto que tu Dios ha permitido que seas vejado en esta forma y es que te ha negado su ayuda. Mas Jesús lo miró compasivamente y le respondió: Mi reino no es de este mundo, romano. Más tú has de salvarte por tus propios esfuerzos y porque el Padre que está en los Cielos te ha de perdonar tus culpas. Y ya que me ofreces este escarabajo yo te digo que efectivamente tendrá el poder, no de dominación material, más abrir el poder de la espiritualidad. Luego llegó a Grecia, España, Europa en su parte norte, Bengala hasta volver a Egipto. Esta es la historia del escarabajo sagrado en el primer ciclo.
En el segundo ciclo fue nuevamente robado llegando a manos de Louis Claude de San Martín, quien lo devolvió nuevamente a Egipto. Y en este tercer ciclo de este escarabajo la encarnación de alguien llamado Carnarvón que descubrió la tumba de Tutankamón permitió que el escarabajo fuera entregado al Museo del Cairo. De ahí pasó a España y de España se lo trajeron a Jaime Galté.
Lo interesante es que las personas que entregaban tan grandes calificativos a Jaime Galté eran destacados profesionales médicos, ingenieros, abogados cuya labor se basaba en el positivismo, en esa teoría filosófica que considera que el único medio de conocimiento es la experiencia comprobada o verificada a través de los sentidos. Antes de fallecer, Jaime Galté susurró a su hija Sonia: “Se acerca la hora señalada. Los maestros preparan el camino para este ser espiritual que ha sabido cumplir con amor y caridad vuestra sublime misión en este mundo de las formas, dejando una estela de fe y esperanza. Y así como después de la tempestad se abre el horizonte y nos deja ver el sol resplandeciente, así este cuerpo liberará su espíritu para ver la Luz Divina”.