Mauricio Córdova, psicólogo y académico realiza un análisis de los problemas de salud mental en Chile, intensificados a fin de año, señalando la necesidad de fortalecer los tejidos sociales y la vida comunitaria.
Por Mauricio Córdova Bozo – La reciente muerte de Rosalynn Carter, quien fuera una destacada activista en materia de salud mental y esposa del presidente de los EE.UU. Jimmy Carter, nos hace reflexionar sobre la salud mental en nuestro país, especialmente cuando estamos cerrando el 2023. Las cifras de depresión, crisis de pánico, síndromes de ansiedad, estrés, han sido particularmente altas en Chile.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) la depresión es una enfermedad frecuente en todo el mundo que se estima que afecta al 3,8% de la población mundial, en el caso de Chile, según datos del Ministerio de Salud, el 6,2% de la población está diagnosticada y un 15,88% estarían bajo sospecha de depresión. De acuerdo a estas cifras estamos por sobre el promedio mundial en trastornos depresivos, cifras poco alentadoras, por cierto.
El panorama no es mucho mejor en cuanto a crisis de pánico, ansiedad y estrés. Una gran preocupación genera el estado de la salud mental entre jóvenes y adultos jóvenes. Las causas son variadas: el estrés; el impacto académico en el caso de los estudiantes, especialmente estudiantes universitarios; la inestabilidad laboral; la inseguridad; la situación económica entre otras variables afecta notablemente a este segmento de la sociedad.
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La prevención, el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades mentales es un desafío permanente al sistema de salud de nuestro país. Un diagnóstico oportuno y un adecuado tratamiento es una meta que en muchas ocasiones resulta difícil de alcanzar. Es por eso que promover y favorecer los factores preventivos, que son variados, resulta fundamental. En este contexto el Ministerio de Salud ha formulado el Plan Nacional de Salud Mental 2017 -2025 que busca mejorar la provisión de servicios y el fortalecimiento de la salud mental en Chile. Pero no solo los tratamientos farmacológicos y psicoterapia indicados son suficientes.
La prevención es primordial en este sentido y como factor preventivo se destaca la convivencia pacífica, comunicativa y de vinculación colaborativa en sus entornos habituales, barrios y vecindarios de las personas. Recientemente la subsecretaría de Salud Pública, Andrea Albaglí en entrevista con un canal de televisión, manifestó la importancia de la comunidad para prevenir problemas en salud mental, el valor de las comunidades integradas, tener una vinculación con nuestros vecinos que genere lazos de asociatividad, el sentido de pertenencia y apoyo entre vecindarios, hacer comunidad, favorece notablemente el bienestar y la salud mental.
El fortalecimiento del tejido social y de la vida comunitaria que limite el aislamiento e individualismo es, entre otras, una variable sumamente poderosa para mejorar el bienestar y la salud mental de las personas.