Por Carlos Cantero Ojeda – Todos los días nos informamos sobre indicadores de corrupción, violencia, delincuencia, ilegalidad, informalidad, trata de blancas asociada a la prostitución, la pornografía, las movilizaciones masivas, el lavado de dinero, la opacidad, claras señales que el país va por mal derrotero, con pésimas consecuencias.
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La permanente vulneración de la frontera, los medios normalizando la narcocultura, muestran que hay una estrategia que busca posicionar a Chile, como un gran espacio al servicio del narcotráfico y el crimen organizado. Tiene una posición estratégica excepcional, que el mal está aprovechando por la ineptitud (y/o complicidad) de algunos.
En la administración del Estado se muestra una evidente anomía, esto es un creciente y acelerado deterioro en la gestión, mediocridad funcional e ineptitud para ejercer los cargos, un tráfico de influencias institucionalizado. Las instituciones públicas se muestran alienadas, ajenas al drama que se extiende en la sociedad chilena, incluso cuestionan que exista incremento de la narco cultura.
La justicia no cumple sus funciones correctivas; las autoridades políticas muestran sospechosa ineptitud; además de relativismo valórico. Con nobles excepciones como la Contraloría. Pobre Chile, en una década hemos retrocedido de “jaguares” a “gatos tiñosos”. Aunque el barrio (LATAM) muestra todavía realidades más violentas y crudas. Estaciones hacia dónde nos encaminamos si no corregimos.
Los seudo liderazgos se muestran perplejos, la sociedad civil quejumbrosa, los líderes éticos y espirituales miran el techo sin dar cuenta del grave estado de las cosas, la gente sorprendida clama al cielo por esta calamidad.
Pero, no asume que esto es consecuencia de sus propias irresponsabilidades cívicas y democráticas, de malas elecciones o decisiones ciudadanas. Las instituciones privadas y las de la sociedad civil, muestran desdén, una banalidad permisiva, como ajena a esta realidad, quizás pensando que no les alcanzará.
El país, igual que los aviones, tiene un punto de no retorno. Cuando un avión se aventura a largas travesías (por ejemplo sobre el mar), hay un punto en el que solo pueden ir hacia adelante, hasta el próximo destino. Es más corto y más seguro que volver. Chile institucionalmente está en esa realidad. Como dice la canción: “Paso a pasito …..” se transforma en el paraíso para el narcotráfico y sus secuelas.
Parece que nada ni nadie lo detiene. A la sociedad le pasa lo mismo que a un enfermo, si no se cuida se agravará. Eso no mejora si las autoridades promueven ineptitud y excesos, no tienen una ética clara y sana, ese cuerpo social estará en grave peligro.
Los peores liderazgos son los que están entre la propia élite, que dañan interna y silenciosamente. De paso, están poniendo marca (o lápida) a toda una generación que mostró desafiante la proclama de un estándar ético a otro nivel. Lo peor es que, este mal, es altamente contagioso, constituyendo una pandemia transversal en la sociedad, en la izquierda y la derecha, en mujeres y hombres, ricos y pobres, en jóvenes y viejos, poniendo rostro y apellidos a la degradación ética en nuestro país.
Chile requiere liderazgos serios, confiables, unitarios, capaces, con madurez política y amistad cívica. ¡Podemos parar esta crisis. Pero, se requiere una cruzada para recuperar la ética y la probidad! Chile no puede constituirse en el paraíso del crimen organizado y el narcotráfico.
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