Por Juan Medina Torres.- El Cabildo de Santiago nunca se manifestó favorable a las personas de color y muchas veces dictó providencias draconianas en su contra.
Un ejemplo de ello se escribe el 27 de noviembre de 1551, a diez años de la fundación de Santiago, cuando se reunieron los miembros del Ayuntamiento, bajo la presidencia de Juan Fernández Alderete y Francisco de Riveros, alcaldes ordinarios, y la asistencia de Diego García de Cáceres, Alonso de Escobar, Juan Gómez -alguacil mayor y regidores, respectivamente-, el procurador Gonzalo de los Ríos y el escribano público Pascual de Ibaceta, a fin de analizar diversos problemas de la naciente ciudad y en especial algunos relacionados con la población negra.
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Las autoridades se mostraban preocupados y concluían que nuestra tierra se prestaba para sus “bellaquerías”. Algunos, incluso, “se atrevían a huir de sus amos y andar alzados haciendo muchos daños en los naturales de esta tierra y forzando mujeres contra su voluntad”.
La situación ameritaba tomar medidas y para ello citaron al Cabildo a Juan Pérez, Juan Rojas y Rodrigo Vera, quienes -bajo juramento- informaron que estando en la ciudad de los Reyes, es decir Lima, ellos vieron, por orden de la Audiencia Real de su Majestad, cortar el miembro genital a los negros que huían y se “echaban con indias”.
Castración: solución no afectaba a los blancos
Así entonces, los miembros del Cabildo de Santiago, teniendo en cuenta de lo que conviene al bien común de los naturales de esta tierra, ordenó que desde ese momento en adelante, cualquier negro que se alzare o rebelare del servicio de su amo, y no volviera dentro de ocho días y forzara alguna mujer contra su voluntad, sea condenado a sufrir el corte de su miembro genital, además de otras penas que considere el juez de la causa. “Por cuanto así conviene al servicio de Dios nuestro señor y de su Majestad”.
Al respecto, Miguel Luis Amunátegui -en su obra “El Cabildo de Santiago”- pregunta: ¿por qué no se aplicaba la misma pena a los españoles que violentasen a las indias? La contestación es obvia, dice Amunátegui: “Si no se establecía esa desigualdad chocante, todos o casi todos los blancos habrían tenido que sufrir casi el mismo castigo impuesto a los negros”. Y finaliza, diciendo: “Repugna igualmente la diferencia introducida entre las indias principales y las plebeyas, que quedaban abandonadas a la lascivia de los conquistadores. Las poblaciones de españoles e indígenas eran vastos lupanares”.