ElPensador.io.– El informe de “big data” calificado como “extraordinariamente sofisticado” por el Ministro del Interior, Gonzalo Blumel, en que se calificaban determinadas fuentes de internet como origen del estallido social y de las manifestaciones violentas después a partir del 18 de octubre pasado constituyen un nuevo papelón de un Ejecutivo que parece errático en su construcción argumentativa.
Papelón. En primer lugar, porque desde La Moneda se adelantaron conclusiones desde la semana pasada (anunciando injerencia extranjera en las protestas), sin tener todavía informe alguno. Tal fue así que el propio Fiscal Nacional, Jorge Abbott, desmintió que el sistema de Justicia se encuentre en poder de antecedentes al respecto.
Fue después de eso que apareció el informe de “big data”. Y ahí viene el segundo punto del papelón, pues se trata de un cruce de información que al ser calificado de “secreto”, no podrá ser usado en ninguna causa judicial por los organismos judiciales, en caso que eventualmente se le otorgue algún grado de verosimilitud. ¿Cuál es, pues, la utilidad de desarrollar “inteligencia” que no pueda ser usada?
En tercer lugar, el “big data” presentado no es más que un informe que cruza datos para determinar qué es lo que ven o hablan quienes están opinando en redes sociales acerca de las protestas. No determina causalidad de hechos ni coordinación entre personas ni responsabilidad alguna sobre lo ocurrido. Es un simple informe estadístico sobre el uso de internet.
En cuarto lugar, no explicita tendencias de consumo de información por tiempo, no sabemos con exactitud en qué semana, o desde qué grupos se hizo la investigación. Aparentemente nos encontramos frente a promedios que pueden ser muy engañosos. Por ejemplo dice que el 19,3% de los comentarios indagados por el gobierno está localizado fuera de Chile, lo que bajó -dicen- luego de “la marcha del millón”. Señala que entre las fuentes de información más leídas estaría una cadena rusa de noticias y un medio venezolano, y que entre las figuras más escuchadas o comentadas estarían Mon Laferte y el cantautor Ismael Serrano, así como tendencias asiáticas ligadas al K-Pop.
Si se está intentando ligar a Mon Laferte o Serrano o a medios de comunicación determinados con la coordinación de acciones violentistas es una tratativa pueril y banal. No se puede establecer seriamente una relación causal entre una información sobre tendencia de consumo de información en internet y un hecho específico. Tampoco se puede simplificar a ese extremo la movilización sincera de millones de chilenos. ¿Quiere decir que se no ser por dos medios extranjeros, Mon Laferte, Ismael Serrano y el K-Pop Chile habría continuado siendo la “copia feliz del Edén”?
Si de inteligencia se trata, Chile necesita algo más serio. Algo, por ejemplo, que determine quién se ha beneficiado con el caos; qué bandas de narcotraficantes han estado detrás de los saqueos (relación hecha por un medio de investigación periodística, no por la ANI); o quién compró divisas antes del estallido y vendió después a mayor precio aprovechando el caos, y en qué cantidad; por poner solo algunos ejemplos. La Big Data y sus estadísticas dista mucho de lo que se necesita. Sirven para ordenar los discursos electorales, no para controlar la violencia.