Por Nassib Segovia.- Chile está envejeciendo rápidamente. Según el Censo 2024 del INE, el 14 % de la población tiene 65 años o más, lo que equivale a unos 2,6 millones de personas. Para 2050, más del 30 % superará los 60 años. Este cambio demográfico, lejos de ser una amenaza, representa una gran oportunidad: construir una economía que valore la experiencia, promueva la continuidad laboral y fomente el envejecimiento activo.
Este nuevo paradigma se conoce como economía plateada. No se trata solo de una tendencia demográfica, sino de un enfoque económico y social que reconoce el valor productivo, social y humano de las personas mayores. Supone adaptar el mundo del trabajo, los beneficios laborales y las políticas públicas para asegurar trayectorias laborales más extensas, saludables y dignas. Para ello, se requiere un cambio cultural e institucional profundo.
Según el Observatorio del Envejecimiento UC, en 2024 el 30,1 % de las personas de 60 años o más estaba ocupada. Sin embargo, solo una minoría lo hacía en empleos formales. Muchas personas mayores trabajan por necesidad económica ante pensiones insuficientes, pero también por el deseo de mantenerse activas, sentirse útiles y socialmente integradas.
Desafíos estructurales y barreras invisibles
Persisten desafíos estructurales: alta informalidad laboral, discriminación por edad, escasa adaptación normativa y salidas anticipadas que desperdician talento. A esto se suman otras barreras, como la dificultad de reinserción tras despidos en edades avanzadas, el acceso restringido al crédito, el rezago digital y la falta de apoyo en salud mental, una necesidad creciente en la vejez laboral.
Todo esto afecta a las personas de distintas maneras, especialmente a quienes asumen responsabilidades adicionales, como el cuidado no remunerado, lo que puede profundizar situaciones de desigualdad y limitar oportunidades de desarrollo personal y profesional.
Rediseñar el entorno laboral
Rediseñar este escenario implica avanzar hacia un entorno laboral más inclusivo: con salud preventiva, formación continua, alfabetización financiera, ergonomía adaptada, licencias de cuidado y programas de mentoría intergeneracional. La evidencia es clara: los equipos con diversidad etaria son más cohesionados, resilientes y productivos.
El rol del Estado y la academia
El Estado tiene un rol fundamental en liderar esta transformación cultural y normativa. Las universidades, por su parte, deben generar conocimiento, formar talento y aportar a la innovación social.
Lo que está en juego no es solo el bienestar de las personas mayores, sino también la sostenibilidad de nuestro desarrollo. Excluirlas del mundo laboral es un error costoso y miope.
Apostar por la economía plateada es apostar por un país más justo, cohesionado y comprometido con todas las etapas de nuestra vida.
Nassib Segovia es vicedecano de la Facultad de Economía, U.Central
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