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Eficiencia, resiliencia e inflación

Por Gonzalo Martner.- La economía de las cadenas de suministros globales está en pleno debate, dada una persistente inflación a escala mundial, agravada ahora por la guerra en Europa que incrementa todavía más el precio de los combustibles.

Esta inflación se origina primordialmente en rupturas de abastecimientos y cuellos de botella en la producción y la logística de transporte y almacenamiento de bienes durante la pandemia, junto a cambios en los patrones de demanda (de servicios a bienes) en los países de altos ingresos. El trasfondo es la desregulacion progresiva de las cadenas logísticas en las grandes economías occidentales y el privilegio sistémico de las utilidades empresariales por sobre cualquier otra consideración, junto a la equivocada idea que la respuesta de la oferta se garantiza siempre con ese privilegio en caso de desequilibrios de suministro y cambios en la demanda. Entre tanto, las utilidades de las empresas de transporte, logística y distribución en gran escala han aumentado sustancialmente y empujado la inflación en cadenas altamente concentradas en pocos oligopolios que proveen la mayor parte de la oferta.

En palabras de Larry Summers, “en general el pensamiento económico ha privilegiado la eficiencia sobre la resiliencia, y ha estado preocupada de modo insuficiente de los grandes inconvenientes de la eficiencia. Para salir adelante vamos a necesitar más énfasis en ‘just in case’ (por si acaso), incluso con algunos costos en términos de ‘just in time’ (justo a tiempo)”, en referencia a la lógica de gestión empresarial que ha procurado en las últimas décadas minimizar las holguras, las reservas y las existencias en los procesos de producción y distribución, que son precisamente las que permiten hacer frente a contingencias inesperadas.

Por eso la política chilena de constituir reservas fiscales desde inicios de los años 2000 fue correcta para enfrentar los ciclos, aunque haya sido muy mal manejada por el gobierno que termina, y debe ser recompuesta una vez superada la emergencia. Pero debe acompañarse de una activa vigilancia de la inflación originada en problemas de oferta. Es también pertinente una revisión de las condiciones de entrega de los servicios básicos y sus tarifas públicas abultadas, junto a una firme política de competencia que ataque la fijación monopólica de precios, como la que se acaba de evidenciar en el caso del gas licuado.

Y en Chile, la economía cae por segundo mes consecutivo

Los que tal vez siguen lo que se escribe en estos posteos y columnas recordarán las advertencias sobre el efecto recesivo en la economía de la combinación de un ajuste fiscal de una gran brusquedad (-23% de caída programada del gasto para 2022) y una seguidilla de aumentos de la tasa de interés de referencia desde julio de 2021 por el Banco Central (llevándola desde el 0,5% al 5,5% actual, nivel muy superior al de la FED norteamericana y el BCE europeo), a lo que se agregaron en su momento devaluaciones del peso que contribuyeron a aumentar la inflación (con una cima mensual de 849 pesos por dólar en diciembre 2021, a comparar con 735 pesos un año antes y 798 hoy) y a disminuir los salarios reales.

Los datos sobre actividad económica publicados este martes desgraciadamente tienden a confirmar esa hipótesis de conjunción de políticas macro recesivas. En efecto, luego de un fuerte impulso entre mayo y octubre de 2021, que llevó a la economía a crecer un impresionante 12% en el año, esta se desaceleró progresivamente. El Índice Mensual de Actividad Económica desestacionalizado, que es el indicador relevante para seguir la coyuntura, cayó por segundo mes consecutivo, en este caso en -1,0% en enero de 2022. Esta se suma a la caída de -0,4% registrada en diciembre de 2021. La actividad económica está en enero en el nivel de cinco meses atrás.

La caída del comercio en -3,2% indica que el motor de expansión constituido por la demanda de consumo de los hogares está en retroceso, pues los efectos de los amplios retiros de fondos de las AFP, por un monto total hasta ahora de 50,3 mil millones de US$, son básicamente por una vez, por elevados que sean y aunque muchos permanecen ahora bajo formas de ahorro más líquida.

Es de esperar que no entremos en una etapa de simultánea recesión e inflación. Esto puede ocurrir si no se reacciona en materia monetaria y fiscal y se mantiene una alta inflación externa que no será demasiado sensible a las altas tasas de interés internas, salvo un efecto incierto sobre el tipo de cambio peso/dólar, hoy muy influido por las turbulencias internacionales.