El llamado «shock» de Kast mezcla promesas de orden y eficiencia con riesgos de desigualdad y retrocesos sociales, abriendo un debate crucial sobre el modelo de desarrollo que Chile necesita.
Por Bernardo Javalquinto.- La política chilena reciente ha estado marcada por discursos que prometen cambios radicales para enfrentar crisis percibidas o reales. Uno de los conceptos más polarizadores ha sido el de «shock» asociado a la figura de José Antonio Kast, líder del Partido Republicano. Este término, cargado de connotaciones históricas y económicas, ha sido utilizado tanto como una promesa de eficacia como una advertencia de un retroceso social. Desentrañar la verdad o mentira tras esta amenaza-promesa requiere analizar sus bases ideológicas, sus referentes históricos y su contrastación con programas concretos y evidencia empírica.
1. El significado del «shock»: Entre el realismo económico y el dogmatismo ideológico
Kast y sus equipos han utilizado la noción de «shock» principalmente en dos ámbitos: seguridad y economía.
- En seguridad, se alude a un cambio inmediato y severo en la estrategia contra la delincuencia, aumentando las facultades de las fuerzas de orden y endureciendo penas.
- En lo económico, el «shock» evoca una vertiginosa implementación de reformas neoliberales ortodoxas: reducción del Estado, flexibilización laboral, liberalización comercial y estabilización fiscal extrema.
La «verdad» detrás de esta retórica radica en su coherencia con una ideología clara: el conservadurismo nacionalista en lo social y el libertarianismo en lo económico. Sus propuestas no son novedosas; se enmarcan en la tradición de las políticas de «shock» descritas por Naomi Klein, aplicadas en Chile durante la dictadura militar y luego en contextos como el postcomunismo en Europa del Este.
2. La «mentira» u omisión: Los costos sociales y la evidencia histórica
El término «shock» no es neutral. Oculta, bajo una apariencia de terapia de urgencia, los costos humanos profundos y desiguales que este tipo de políticas conllevan. La principal «mentira» (o más bien, omisión estratégica) es la subestimación o negación de estos impactos, bien documentados históricamente:
- Desigualdad y precarización: Las reformas de choque neoliberales tienden a aumentar la desigualdad a corto y medio plazo. La flexibilización laboral debilita el poder de negociación de los trabajadores, y los recortes sociales afectan más a los vulnerables. El caso chileno post-1973 es paradigmático: mientras se controlaba la inflación y crecía el PIB, la desigualdad de ingresos se disparó y los derechos laborales fueron drásticamente reducidos.
- Falsa neutralidad: Se presenta el «shock» como una medicina técnica e inevitable, obviando que es una elección política que beneficia a ciertos sectores (financiero, exportador) por sobre otros (asalariados, pequeñas empresas). Como señala el economista Mariano Ffrench-Davis, el crecimiento impulsado únicamente por la apertura y la desregulación suele ser volátil y excluyente.
- El mito de la tabla rasa: La retórica del shock sugiere que se puede partir de cero, ignorando la institucionalidad y los derechos conquistados. En un Chile democrático, con una Constitución que reconoce derechos sociales, aplicar un «shock» como en los años 80 enfrentaría grandes resistencias legales y sociales, lo que haría imposible su implementación total sin serios conflictos institucionales.
3. El «shock» de seguridad: ¿Populismo penal o solución efectiva?
En el ámbito de la seguridad, la promesa de un «shock» se basa en la doctrina de «mano dura»: mayor presencia policial, tolerancia cero y penalización exacerbada.
- La verdad aquí es que estas medidas suelen tener un efecto inmediato en la percepción de seguridad y son electoralmente populares en contextos de miedo.
- Sin embargo, la evidencia internacional, de organizaciones como Human Rights Watch o el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), indica que a mediano plazo son inefectivas para reducir la delincuencia e incluso contraproducentes. Sobrecargan los sistemas penitenciarios, no abordan causas sociales como la marginalidad y la falta de oportunidades, y pueden derivar en violaciones a derechos humanos.
Conclusión: Más allá del eslogan
La amenaza-promesa del «shock» de Kast no es ni completamente verdadera ni completamente falsa. Es, ante todo, un significante político potente que moviliza a una base desencantada y temerosa. Contiene una «verdad» programática al anunciar una aplicación radical y acelerada de un ideario específico.
Sin embargo, la notable omisión –la «mentira» por elocuencia– es la ocultación de sus consecuencias distributivas y sociales predecibles. La historia económica de Chile y América Latina demuestra que estos modelos generan crecimiento a costa de mayor inequidad y vulnerabilidad.
La retórica del shock simplifica problemas complejos (la economía, la delincuencia) en relatos de limpieza y orden, ofreciendo soluciones expeditas que, en la práctica, suelen transferir costos a los más débiles y erosionar el tejido social.
Por lo tanto, el debate no debería enfocarse en si el «shock» es real o falso en su intención, sino en si es algo bueno y sostenible para una democracia que, además de tener eficiencia económica y orden, debe asegurar derechos, cohesión social y justicia en la distribución. La disyuntiva real no es entre shock o estancamiento, sino entre diferentes modelos de sociedad y desarrollo. El valor de la advertencia de «shock» reside en obligar a clarificar esa elección fundamental.
Dr. Bernardo Javalquinto Lagos, PhD, Associate Prof., UVM

