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La lógica de enemigos que mantiene entrampada la crisis

Por Hugo Cox.- La post modernidad está presente en nuestras vidas mucho más de lo que pensamos. Sus paradigmas reemplazan aceleradamente a los de la modernidad, que han sido dominantes en la cultura occidental por más de tres siglos.

El siglo XXl, caracterizado por la enorme velocidad de los cambios y la aparente inexistencia del tiempo y del espacio, nos obliga a replantearnos filosóficamente el “dónde estamos”.

Tal como lo señala, entre otros, el filósofo italiano Gaetano Chiurazzi, el significado de la post modernidad no tiene que ver con una determinación temporal; no es la época que viene después de la modernidad, según una periodización cronológica.

Gianni Vattimo caracteriza a la post modernidad como el debilitamiento del ser, y señala que no es una superación de la modernidad, sino que expresa una actitud que sigue a una consumación interna propia de la modernidad y donde sus paradigmas vienen “nietzschilísticamente” deformados.

Con Chiurazzi podemos decir que, en Nietzsche y Heidegger, la liberación en la emancipación es entendida sobre todo como la liberación del carácter positivo de la racionalidad física, así como también de la superación distorsionada del ideal emancipador utópico. Por cierto, el mundo, transformado en una fábula, no es la equivalencia a la indiferencia ni tampoco el anulamiento de la diferencias, sino por el contrario, es el desafío de una experiencia que se debe confrontar positivamente con la situación de complejidad, pluralidad del lenguaje, incertidumbre, fluidez, pérdida del centro y por la inmediatez que caracteriza la vida contemporánea. La velocidad de la vida misma, determinada por las comunicaciones digitales y el mercado global, hace que la subjetividad humana se configure en un horizonte inmediato, dando paso a un producto presentismo, perdiendo espacio aquellas promesas de futuro que fueron típicas de la modernidad, ya sea en el plano de la religión como el ideológico y político.

En este escenario se desenvuelve el país, en donde la anomia, la impunidad legitimada, donde las reglas del juego tienden a ser saltadas o son aplicadas en forma muy discrecional, frente a lo anterior surge la pregunta: ¿Es necesaria una nueva constitución? Es una pregunta que surge cuando hay sectores que hacen una gran ostentación de no cumplir las leyes y la constitución vigente; y la respuesta es la ilegitimidad de origen a pesar de todas las reformas.

Mirado desde esta perspectiva, las leyes (por ejemplo, Aula Segura, la ley antiterrorista, las que protegen la propiedad de aquellas personas víctimas de tomas ilegales) también tienen problemas de origen, a pesar de cumplir con la norma constitucional, al haber sido sancionadas por un parlamento elegido.

El incumplimiento tiene que ver con una actitud más profunda. Existe una cultura de la trasgresión a las normas que se ha extendido por todas partes: la idea, intencionalmente cultivada, de que en una sociedad donde existen abusos, inequidades y privilegios espurios, es válido no cumplir la ley. Un mantra impúdico y silencioso que explica buena parte del deterioro institucional que hemos vivido en los últimos años. Y al cual esta semana el gobierno y parlamentarios de todos los sectores decidieron hacerle un nuevo aporte.

Esto, además, va dejando un camino abierto al populismo que, a grandes rasgos, se podría describir como una postura que se siente siempre frente el enemigo, y es tanto en la izquierda como en la derecha… digo de izquierda y derecha si uno piensa en la ex Lista del Pueblo y sus sucedáneos, donde existe esa concepción del adversario como enemigo; y en la derecha, los discursos -por ejemplo de Parisi o los de José Antonio Kast- donde están los bandos en disputa en los que también se identifica a una élite corrupta. Lo único distinto que cambia es la élite a quien va dirigido el discurso.

En síntesis, la anomia lleva a una sensación de incertidumbre. Los individuos dejan de confiar los unos en los otros, y se aíslan profundamente, impotentes ante la degradación social. Es el escenario ideal para el surgimiento del populismo, ya sea éste de derechas o de izquierda. La demora en el esfuerzo constitucional no sólo pondrá al gobierno en el banquillo de los acusados, sino a la propia democracia.

Y en la medida que la sociedad siga en la lógica del enemigo y no en la lógica de adversario. la crisis se agravará.