Por Norton Contreras.- Chile se encuentra ad portas de una de las elecciones presidenciales más trascendentes de los últimos años. Será sin duda una instancia donde tendremos que tomar una importante decisión como país. Ante aquello, cabe preguntarse si nuestros antepasados debieron tomar decisiones tan complejas como las que tendremos que tomar dentro de unos días. Claramente antes se vivía en un mundo mucho más sencillo que el actual, donde las personas no tenían demasiado de donde escoger. En estos tiempos el panorama ha cambiado, más aún frente a lo trascendente del proceso que enfrentaremos dentro de poco. Es así como surge entonces la pregunta, ¿cómo funcionará la organización neuronal que nos permita tomar una decisión tan importante como la de definir el futuro de todo un país?
En el momento de tomar una decisión nuestro cerebro adquiere un rol fundamental. La Neurociencia nos plantea que la maquinaria neuronal que participa en la toma de decisiones se sustenta en el trabajo de complejas redes cerebrales donde cada neurona recibe señales de miles de otras neuronas, propagando con ello su actividad a altas velocidades. Es así como gran parte de nuestro cerebro trabaja con altos estados de actividad cuando debemos tomar una decisión difícil.
¿Qué es exactamente lo que ocurre? La respuesta es compleja. El hecho de conocer las áreas cerebrales que aumentan o disminuyen sus estados de actividad en cada fase de la toma de decisiones no es suficiente para comprender el proceso. Para ello, y aunque resulte obvio e inequívoco, nuestro cerebro nos ayuda a reconocer que estamos ante una decisión, luego considera la existencia de un problema, las opciones disponibles y saber cómo considerar toda la información necesaria que nos permita valorar las alternativas que tenemos. Todo aquello resumido en tres procesos: acumulación, evaluación y decisión.
¿Cómo nuestro cerebro puede entonces adquirir la información que nos permita tomar una decisión adecuada? En parte, puede residir en nuestra memoria, en libros, en diarios, en artículos científicos o humanistas, incluso extrayéndola de la memoria de otras personas. Y muchas veces nos equivocamos en tomar decisiones debido a que no le damos opción a nuestro cerebro de poder extraer toda la información relevante que necesitamos.
Al tomar una decisión difícil el consumo energético cerebral aumenta considerablemente debido a que la máxima exigencia recae sobre las funciones ejecutivas, el principal centro neural de la estrategia, de la resolución de problemas y de la reflexión sobre lo que debemos o no debemos hacer frente a determinados contextos. La acción de zonas tan relevantes como la corteza prefrontal dorsolateral y la corteza prefrontal ventromedial, por ejemplo, se combina con los sistemas de memoria sensorial, de trabajo, de largo plazo y, desde luego, la emoción, comandada por estructuras como la amígdala y otras regiones del sistema límbico.
En síntesis, podemos decir que nuestro cerebro trabaja en la toma de decisiones moviéndose entre la razón y la emoción. Y fundamentalmente tributando a su principal misión: la de garantizar la supervivencia del individuo, influyendo esto último en las decisiones que tomamos y siguiendo reglas que han sido orquestadas por la evolución. Sin duda el proceso que viviremos en la segunda vuelta, increíblemente será no sólo un acto político y de expresión ciudadana, sino también un acto que involucrará un alto esfuerzo mental, llegando con ello incluso a mejorar nuestras capacidades cerebrales.
Norton Contreras es fonoaudiólogo y magíster en Neurociencias