Editorial ElPensador.io.– El atentado terrorista en Nueva Zelanda generó una ola de miedo mundial, pues significó el gatillante de ciertas certezas que, de alguna manera, se mantenían latentes o en estado larvario, como si fuera solo mitos o cuentos de terror y, de golpe, se transforman en realidad.
El hecho de que uno de los atacantes cometiera la masacre con frialdad, teniendo la prestancia de grabarse y transmitirse en vivo, implica un fenómeno que debe ser analizado con más detenimiento, y esa fue la razón por la que tomamos la decisión de publicar ese video. Porque la culpa de estas deleznables situaciones no es de los medios ni de internet (sería como culpar a los fabricantes de autos cuando se produce un atropello), sino de una sociedad que no veía la gravedad de una postura y de una tendencia, y que pensaba con liviandad que los dogmas que sustentan los fanatismos podían ser tolerados sin más.
Y ese terror que nos provocan y que nos daba pudor enfrentar como una realidad, debe ser mirado ahora a los ojos, analizado, sopesado, y enfrentado.
Las posturas supremacistas y segregadoras han comenzado a articularse e institucionalizarse en el mundo. Personas que dudan del holocausto, de las violaciones a los derechos humanos o que buscan construir muros para separar a los “buenos” de los “malos”. Y de la separación a la expulsión violenta hay un límite muy tenue.
El asesinato de una concejal feminista en Brasil el año pasado; la matanza en una discotheque gay en Orlando, EEUU, en 2016; una serie de ataques homofóbicos recientes en las calles chilenas desde hace varias semanas… Son hechos que parecen aislados, pero que responden a la institucionalización de posiciones políticas y filosóficas segregadoras, que suponen a unos superiores a otros y que postular que las libertades de unos valen más que las de otros. Un Presidente de Estados Unidos que insiste a toda costa en evitar a los inmigrantes, a los que acusa de llevar drogas, violaciones y corrupción a su país; un mandatario que asegura que la migración no es un derecho humano; un candidato que propone toque de queda para ciertos grupos de población. El denominador común es el miedo: son posturas que buscan decirnos que debemos tener miedo (y por ende debemos odiar) y apuntan con el dedo sobre la supuesta causa de ese miedo… inmigrantes, personas de otras razas, pobres, personas con menos educación o que tienen menos.
La declaración de quienes estaban detrás de la masacre de Nueva Zelanda aludían a una postura que llaman “El Gran Reemplazo”, basada en esos principios. Señalan que las razas europeas originarias se extinguen debido a la “invasión” de pueblos o individuos “inferiores”. Y en virtud de ello, los ataques xenófobos y homófobos se han multiplicado, y no gracias a la internet o los medios de comunicación, sino a la ignorancia.
En la historia de occidente, los dogmas que se transforman en fanatismo se han asentado en las sociedades que carecen de educación, donde el control del conocimiento (no es lo mismo que la información) pasa por unos pocos que crean mitos con héroes y villanos. Ya pasó antes cuando el fanatismo religioso culpó al pueblo judío, por ejemplo, de la muerte de Jesús y en virtud de ese mito, convertido en dogma y fanatismo se cometieron enormes atrocidades, matanzas y atropellos.
Hoy, en un “Mundo Marvel”, se buscan otros enemigos. Y es el exceso de información el que juega en contra, pues las masas juveniles no encuentran liderazgos ponderados para explicar todo lo que ven y escuchan, para construir un esquema moral, algo que les ayude a distinguir lo que es bueno de lo que es malo. Se acogen, entonces, a la explicación fácil y maniquea, donde pueden ser “héroes” al aplastar a los “malos”, y donde ese acto no importa y puede vivirlo de la misma manera relativa y sutilmente irreal que ha vivido jugando GTA u otros juegos de video, donde la muerte de otros es una simulación.
Combatir esa ignorancia requiere una combinación de liderazgos fuertes y equilibrados, que llamen a la tolerancia y al respeto mutuo, a que los habitantes del “Mundo Marvel” comprendan que solo el azar determinó nuestro nacimiento y, por lo tanto, en la cuna -así como en la tumba- no hay nadie superior a otro. Necesitamos liderazgos que dejen de llamar al miedo y que combatan los dogmas de una manera distinta, que enseñen que la violencia solo genera más violencia (y esa es una de la leyes más claras de la historia). Esta violencia irracional no se soluciona sola desde las bases. Se necesitan liderazgos.