Por Christian Tapia Banda.- El 18 de junio de 2019, Naciones Unidas (ONU), de la mano de su secretario general, António Guterres, presentó un plan de acción contra la discursiva odiante que está imperando cotidianamente tanto en redes sociales, como en los discursos públicos.
Este plan de acción de Naciones Unidas establece una definición clara y no difusa sobre qué es un discurso de odio, el cuál sería “cualquier tipo de comunicación ya sea oral o escrita -o también comportamiento- que ataca o utiliza un lenguaje peyorativo o discriminatorio en referencia a una persona o grupo en función de lo que son, en otras palabras, basándose en su religión, etnia, nacionalidad, raza, color, ascendencia, género u otras formas de identidad”.
En este sentido, creo que más allá de la libertad de opinión u expresión, el discurso de odio es fácilmente identificable en forma objetiva, más no politizada, de lo que es una comunicación cargada de una discursiva odiante.
La ONU manifiesta su preocupación por la proliferación generalizada de discursos de odio que, muchas veces, han terminado en eventos trágicos.
Ver también:
Paradojas de la comunicación y la democracia
El retorno de lo reprimido: el dispositivo “civilizacional” de VOX
Pastor de una doctrina de odio
Proteger del odio, no de la verdad
Un ejemplo histórico de lo que puede llegar a ocasionar socialmente un discurso de odio es el impactante holocausto judío ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial, el cual sin dudas fue un evento que marcó un antes y un después en la historia de los crímenes de guerra más atroces.
Otros ejemplos de lo que pueden llegar a ocasionar los discursos de odio son los múltiples tiroteos contra personas con identidades y sexualidades diversas, los femicidios causados por un pensamiento de profundo odio contra las mujeres, y también los atentados terroristas contra ciudadanos que profesan una u otra religión (como lo fue el atentado a la AMIA en Argentina, o los múltiples atentados de fanáticos religiosos contra la comunidad occidental, como el 9/11 y los atentados de París en 2015).
Algunos discursos de odio que proliferan actualmente provienen, a mi juicio, desde diferentes paraderos políticos.
Es posible mencionar que cierta derecha radical y populista manifiesta dentro de sus discursos cotidianos un fuerte rechazo hacia los derechos de la comunidad LGBT y de las mujeres y personas gestantes, basándose no en evidencia empírica ni científicamente sostenible, sino en ideas preconcebidas, alojadas en cierto pensamiento conspiranóico como los “No + ONU” o “No a la Agenda 2030”.
Esto, además de expresar una ignorancia sistemática, despliegan un nivel de desinformación impactante, además de, al mismo tiempo, instaurar un discurso de odio hacia las mujeres y diversidades sexo-genéricas.
Al mismo tiempo, una extrema derecha nacionalista, como la dictadura iraní, además de violar sistemáticamente los derechos humanos de centenares de miles de mujeres, también aprovechan de recalcar un discurso de odio, tanto contra occidente como contra la comunidad judío-israelí, manifestando que el holocausto judío es “un mito”, e incluso mencionando que el Estado de Israel debiese de ser “borrado del mapa”, discursos que, además de ser odiantes, también manifiestan un preocupante aumento del antisemitismo.
Este tipo de discurso de odio antisemita es replicado por ciertas dictaduras de izquierda latinoamericana, como la venezolana, donde tanto el ya fallecido ex Presidente Hugo Chávez, como el actual dictador Nicolás Maduro, han calificado en forma sistemática de “genocidas” tanto al Estado de Israel como a toda la comunidad judía en su conjunto, todo esto alojado en ideas preconcebidas de este grupo religioso.
Además de estas dictaduras de derecha e izquierda, también existe cierta izquierda progresista que, alojada principalmente en las universidades y entornos intelectuales, replica este tipo de discursos contra la comunidad judía.
En este sentido, no es de sorprender la falta de respeto cometida por la ex Canciller de Chile, Antonia Urrejola, en compañía del actual presidente Gabriel Boric, hacia el embajador de Israel en Chile, Gil Artzyeli, a quién, además de dejarlo esperando fuera del palacio de La Moneda, se le negó por largo tiempo sus respectivas credenciales diplomáticas.
Además de aquel hecho, la ex Canciller Urrejola, por medio del ministerio de Relaciones Exteriores, y en el contexto de la lucha contra los incendios forestales de febrero del presente año y la ayuda internacional recibida, se desconoció la ayuda enviada por Israel en el combate contra los incendios.
No hay que olvidar que este hecho marcó una sensación de profundo malestar hacia Chile, tanto por parte del embajador Artzyeli como del mismo Estado de Israel, donde además de la molestia, marcó una jornada muy tensa entre ambos Estados por varios meses, hasta la respectiva expulsión de la excanciller Urrejola y la llegada del actual canciller Van Klaveren, quien logró recomponer la relación.
Además de este hecho, el oficialismo chileno ha marcado otras polémicas contra el embajador Israelí, como el realizado en mayo del presente año por Jorge Brito y compañía, quienes exigieron al embajador disculpas hacia el diputado Brito por sus dichos en twitter contra este.
Recordemos que el episodio Brito-Artzyeli fue iniciado por el primero, quien, en enero de 2023, reprodujo un discurso negacionista del Holocausto, mencionando vía Twitter que “no se puede lamentar el holocausto al mismo tiempo que se defiende un apartheid y matanza criminal. Contra toda barbarie, por todas las víctimas, nadie se merece vivir bajo ocupación”.
Frente a esto, el embajador de Israel se limitó a responder: “Eres un miserable”, claramente porque, además de sentirse agredido por este tipo de discurso, el diputado Brito forma parte, de manera evidente, de los muchos negacionistas del Holocausto Judío.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, sin duda nos encontramos inmersos en un mundo qué, y en forma lamentable, reproduce discursos de odio contra múltiples personas, colectivos y comunidades. Las mismas Naciones Unidas resaltan la importancia de la educación como una forma de solución a la discursiva de odio imperante. “Puesto que los entornos en línea se han convertido en una gran caja de resonancia de una retórica del odio, reforzar la alfabetización mediática e informacional como parte de una educación para la ciudadanía global es ahora más importante que nunca. Las audiencias necesitan saber cómo analizar de forma crítica y contrarrestar esa incitación al odio, tanto en internet como fuera de él.”
Citas:
En un nuevo Alejandrario, Alejandro Félix de Souza repasa las virtudes de la moral kantiana…
“Se requiere que la derecha ordene sus liderazgos, construya unidad y claridad de quienes integran…
La historia no se repite, y las supuestas repeticiones son una caricatura, un remedo, dice…
El académico Fernando de la Cuadra analiza la trama bolsonarista detrás el atentado a la…
Joaquín Mora Valles fue uno de los 13 competidores chilenos en el Mundial de Ajedrez,…
Es probable que el triunfo de Trump sea la escritura en la pared de la…